miércoles, 9 de abril de 2014

"OTRAS ESCENAS POSMODERNAS" Entrevista a Marc Auge por R. Pavón


La vida activa del antropólogo ha cambiado. La ciudad atravesada por tramas sociales que entran en conflicto entre sí es el escenario donde se mueven los antropólogos del siglo XXI. Los territorios de pueblos indígenas, olvidados, perdidos, han cedido terreno a los desafíos de las metrópolis en tanto objetos clásicos de estudio. Hay funciones nuevas y replanteos. “Nunca como hoy ha sido necesaria una mirada antropológica de carácter crítico; nunca, además, ese derecho a la mirada ha sido tan difícil de ejercer, a tal punto han cambiado los criterios sobre lo natural y lo evidente”, dice Marc Augé en su libro reciente: El antropólogo y el mundo global (editado por Siglo XXI, traducido por Ariel Dillon). Augé ha sido el sinónimo de una antropología que descubrió su razón de ser “sobremoderna” en la vida cotidiana, en la exacerbación de lo urbano, en las formas que generosamente otorgaba la ciudad global, recordemos su libro Elogio de la bicicleta . Y continúa: “Este es el libro de un antropólogo que se interroga sobre su disciplina y sobre el mundo en el que vive. Y que propone, aquí, una lectura del mundo global, con la esperanza de capturar la atención de aquellos que se preocupan por este mundo y se interesan por la antropología”. De esos mundos nuevos habló Augé en su última visita a Buenos Aires.


–¿Cuáles son los nuevos objetos de estudio que entraron en el campo antropológico en las últimas décadas?–La antropología ha sido definida a menudo a través de sus objetos empíricos, es decir, las sociedades primitivas o pequeños grupos. Es importante recordar la definición teórica: estudio de las relaciones sociales tal como son representadas y simbolizadas en un pequeño grupo, tomando en cuenta su contexto. Hoy es posible hacer estudios de antropología de cualquier grupo, pero hay algo para tener en cuenta. El contexto del cual tenemos que tomar conciencia es un contexto planetario, incluso por los antropólogos que trabajan en su mayoría con pequeños grupos indígenas. Hay muchos factores que pertenecen al planeta, pero el contexto cambió y también las relaciones a partir del momento en el cual hay desarrollo de las técnicas de los medios de comunicación, el desarrollo de Internet. Aquí se podría decir que, los medios, las nuevas tecnologías, cambian las relaciones. Pero: ¿son realmente las mismas relaciones cuando se habla de la comunicación? No creo que las relaciones a través de los medios sean tales. El problema es que pueden dar la ilusión de que están en un mundo per se, como una realidad empírica mundial, eso es un problema.


–En su libro habla de la felicidad... ¿Es un objeto de análisis para usted?–Sí. Además, es una idea de la modernidad. Hay todo un aparato de publicidad, de persuasión, que puede hacer pensar a cada uno que ser feliz es consumir, tener los medios para consumir. También hay una tentación de concebir las relaciones entre las personas, como una evaluación de posesión o de consumo también. Eso es algo fundamental, porque la noción de poder siempre ha sido la perversión íntima de las relaciones. Es decir que no hay ninguna individualidad ni identidad que se pueda pensar sin alteridad, sus relaciones con parientes, amigos. Lo que llamamos cultura es un conjunto de relaciones simbolizadas. En la raíz de la relación hay una idea de poder y creo que la encontramos en los vínculos entre sexos, en todas las sociedades.


–¿Cómo se manifiesta el poder en esas relaciones?
–En las relaciones entre los grupos humanos mismos, los viajes colonizadores, por ejemplo, han sido un éxito en un sentido y por otro lado un fracaso. Cuando los occidentales descubrieron América, ese acto se volvió una situación de poder. Lo que me pregunto es saber si en esta forma de relaciones que establecen los medios de comunicación no hay también una forma de poder, que se puede expresar. Es decir, estamos en un mundo extraño, dentro del cual todos tenemos la convicción de que estamos colonizados, incluso por los antiguos colonizadores, pero no sabemos colonizados por quién. Tenemos el gran capital, el mercado, las potencias financieras, pero no sabemos por quién porque el mundo ha cambiado de escala.


–¿Hay esperanzas en ese mundo que usted esboza? ¿La esperanza puede venir de la mano de la política?
–No es posible vivir sin esperanza pero las situaciones son complejas. Podríamos pensar que somos casi ciudadanos del mundo, es el caso de ciertos privilegiados. Pero por otro lado es una idea que no funciona mucho, el hecho de que hay un crecimiento de la brecha entre ricos y pobres, instruidos y no instruidos, comunica una sensación de miedo porque el futuro inmediato del mundo no es una democracia extendida al planeta entero, sino una oligarquía con una clase de potentes, cerca del conocimiento del poder del dinero, una clase de consumidores, que hacen funcionar al sistema y una clase de excluidos. Entre los menos ricos de los consumidores y los excluidos hay una frontera muy ligera, hay formas de miedo que destruyen la esperanza. Los migrantes son una manifestación de esperanza o de voluntarismo, son los héroes del mundo actual, pero tienen una larga historia por delante. Es siempre difícil conjugar las historias generales y la historia singular.
–¿Y qué pasa con los que hoy están llegando a Europa del modo más primitivo y exponiéndose a todo tipo de desgracias?
–Tenemos en Francia, como en otras partes del mundo, un problema de inmigración que suscita formas de racismo, de xenofobia. Por ejemplo, el caso de los árabes de Africa del Norte que viven desde hace mucho en Francia –y que ya se encuentran en la tercera o cuarta generación y ya son franceses– presenta un problema de integración. Muchos viven en las periferias de París donde aparecieron fenómenos de xenofobia con las diversas olas de migraciones. La situación puede llegar a ser más problemática.


–Anteriormente escribió un libro cuyo título es “El futuro”, pero me da la impresión de que usted ama el pasado. Lo leemos, por ejemplo, en ese texto bello sobre la película “Casablanca”.
–Es más fácil hablar del pasado, porque todos tenemos cosas que decir. Pero el futuro es difícil. ¿Por qué no hablamos del futuro cuando la ciencia va adelante y progresa? Pienso que hay muchas razones, la primera es el fracaso de las utopías del siglo XIX en el siglo XX, principalmente el marxismo. Además, tengo la impresión de que estamos viviendo el fracaso de la última gran utopía liberal, con Fukuyama y el fin de la historia. Por un lado, las dictaduras se acomodan muy bien en el mercado liberal; y, por otro lado, vemos que la diferencia entre la franja más rica de los ricos y la franja más pobre de los pobres no cesa de crecer, es decir, que no hay ninguna realidad correspondiente a la utopía del fin de la historia. La ciencia es el único dominio dentro del cual podemos tener una idea positiva del concepto de progreso. Descubrimos cosas importantes, estamos en la frontera del universo. La razón por la que no podemos imaginar bien el futuro es que tenemos miedo del futuro, de las situaciones económicas, por ejemplo, hay muchas formas de miedo. Pero también hay una incertidumbre sobre lo que vamos a descubrir: hay una democratización de la angustia pascaliana.


–Desde hace tiempo usted define esta época como sobremodernidad, ¿qué características tiene en particular para llamarse de ese modo?
–He utilizado esta palabra pensando en la noción de sobredeterminación de Althusser. Es esta idea de que, cuando hay muchos factores del desarrollo, no es fácil analizar las consecuencias. La pensé como algo surgido de la relación entre la modernidad, como nació en el siglo XVIII y la modernidad actual. La palabra posmodernidad no dice nada. Hay una acción de todos los factores que hace difícil comprender lo que pasa, incluso que hay desviaciones. La idea del individuo se volvió la de consumidor; la idea de universalidad, la de lo global. Es una continuación de la idea moderna, razón por la cual he hablado de sobremodernidad.


–¿Usted cree que después de esta crisis que atraviesa Europa, habrá alguna ganancia, algún aprendizaje?
–Tengo dos cosas para decir, por un lado, la historia no se acabó, va a continuar bajo todas sus formas, a pesar de la globalización. Por otro lado, la historia nunca ha sido un río tranquilo: otra vez habrá violencia, huelgas, otros enfrentamientos. Porque la historia siempre presenta la dificultad de pasar al nivel individual y general de la historia, porque cada uno de nosotros legítimamente es impaciente, quiere que las cosas evolucionen pero la historia toma su tiempo, hay muchas contradicciones.


–¿Cómo se expresa la crisis en Francia? ¿Qué aparece en la superficie?
–Se ve de diversas maneras. París me gusta menos, hay una agresividad de la gente que me parece peligrosa. Hay nuevos pobres que son visibles. Por otro lado hay una crisis en las empresas también, hubo suicidios debido a las nuevas formas de trabajo. El trabajo no es más una oportunidad de sociabilidad; es una prueba de soledad, de aislamiento. La crisis se percibe también en los miedos de los jóvenes y en el aumento del desempleo. Pero hay aspectos positivos: hace veinte años nadie sabía lo que era realmente la riqueza, ahora se percibe mejor, sabemos que las empresas que suman desempleados aumentan sus beneficios. Hay un concepto en la cultura de la empresa que no significa nada más debido a las situaciones antagonistas de los diversos actores, los propietarios de la empresa –que son los accionistas– y los empleados. Hemos aprendido también cuanto ganaban los directores de las empresas, cifras inimaginables. Es algo bueno por la información de la gente, la toma de conciencia de la situación. Se escucha a los dirigentes de empresas decir “es normal que yo gane dinero porque tengo responsabilidades, trabajo mucho”; es decir, los otros no tienen responsabilidades, trabajan poco. Los están insultando.

domingo, 2 de marzo de 2014

"LA MESIAS" por Darío Yancán.




 
A mi niña, en su lucha por ser ella.
 
 
                Cuatro años han pasado… Sin volverte a ver en tu amanecer.
                Tiempo, siempre el tiempo es convocado para dar dimensión de las ausencias. Tiempo que necesitaras para poder hacerte consiente de la gran tarea que te han encomendado sin consultarte de tu deseo de ejercerla. Tiempo que necesitaras para poder hacerte consiente del poder que te han dado, de tu poder de sanar.
 
                Cuando te fuiste por el mar, sólo esperaba que la guerra no durara demasiado… tiempo (otra vez tiempo). Cuando izamos velas, no existía lugar, ni muelle ni borda, ni partido ni partiente. Rompientes!!!
                               “…háblame Musa, de aquel varón fecundo en recursos que, después de destruir la sacra                  ciudad de Troya, anduvo errando larguísimo tiempo…””…en aquel tiempo los que habían                             podido escapar …estaban en sus hogares, salvos de los peligros de la guerra y del mar; y                    solamente Ulises,…se hallaba detenido en una hueca gruta…”
 
                Háblame tu, mi pequeña musa de los días de tu viaje, de mis días, de tus miedos y de tu refugio. Cuéntame tú, mi pequeña lámpara de la luz con que iluminas la soledad y tu entendimiento. Cántame hija esa canción que te acompaña en mar abierto, que te impulsa a cruzar el Hades de la incomprensión. Canta!!! Canta!!! No dejes de hacerlo, el sonido nos guía, destruye el silencio, marca la posición. Canta hija con felicidad, que con tu canto calmas las olas de los mares violentos.
                Mares, mar… siempre se espera que algo nos arroje. Que nos devuelva esa botella con las cartas de errantes navegantes que no llegarán a puerto. Mar que nos alimenta y nos canta con su rumor. Mares que algunos científicos sostienen que es de donde salió la vida, que a organismos originarios, las olas los depositaron en la playa y así comenzó el ciclo. Del mar, las culturas primitivas esperaban ver llegar a sus dioses. Y del mar espero verte atracar…
                Viajes.
                Viajamos permanentemente. Somos seres incompletos que buscamos y rastreamos nuestras partes inconclusas, esperamos esa vida que nos pueden dejar en nuestra orilla, las olas por venir. Viajamos y en cada viaje, dejamos atrás nuestras partes, que fueron nuestras y que las cedemos a los próximos.
                Viajamos a diario hacia lo profundo de nuestro mar, hacia nuestro Hades personal con la misión de ir a modificarlo. Viajamos para correr el riesgo de poder solucionarlo y ya no tener excusas.
                Viajamos a destruir nuestra sacra ciudad, viajamos para confinar nuestros miedos.
               
                Espero verte llegar como ha sido prometido. De día o durante la noche. Porque la promesa de tu llegada, ya me ha salvado en ciertas tempestades. Tu espera ya ha modificado mi Hades, ya le ha puesto luz. Y voy a diario hasta la playa aledaña al muelle. Oteo el horizonte buscando nuestro faro que no se si recordaras, eras muy chiquita.
                Hay civilizaciones que te han esperado por miles de años, algunos cerca de 6000 otros por 2014, por TIEMPO, pero todos te esperan cuando ya no pueden con ellos mismos. Yo también te espero, desde años, te siento llegar de tu largo viaje.
                Me han avisado que llegaras por mar afortunadamente cuando tu guerra haya finalizado, cuando la gruta se parta en dos, cuando tus velas se llenen de vientos, cuando nuestro faro se haga visible al final de la noche y te este esperando una vez más en el muelle, mi amada Mesías y desciendas de tu barco con tu imprescindible sonrisa y la mirada al frente porque has vencido en tu guerra, has atravesado tu Hades y nos has vuelto a nacer.

miércoles, 19 de febrero de 2014

"BEN X" de Nic Balthazar



[BEN+X-CARTEL+PELI.jpg]


Les dejo el link de una pelicula soberbía para quienes sabemos del sufrimiento de los niños con autismo.




POR FAVOR, ELLOS SOLO NECESITAN PAZ Y RESPETO!!!


NO PERMITAMOS EL BULLYING.






http://www.youtube.com/watch?v=8eneLBCz8yc

jueves, 13 de febrero de 2014

"EL BOICOT CONTRA LOS JUDIOS" por la Enciclopedia del Holocausto.

          



Después de que los nazis subieron al poder en Alemania el 30 de enero de 1933, el liderazgo nazi decidio efectuar un boicot económico contra los judíos de Alemania. En 1933, cerca de 600.000 judíos vivian en Alemania, menos de un por ciento de la población total. La mayoría de los judíos en Alemania estaban orgullosos de ser alemanes, ciudadanos de un país que había producido a muchos grandes poetas, escritores, músicos y artistas. Más de 100.000 judíos alemanes habían servido en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial, y muchos fueron condecorados.
Los judíos sostenían posiciones importantes en el gobierno y enseñaban en las universidades prestigiosas de Alemania. De los 38 Premios Nobel ganados por escritores y científicos alemanes entre 1905 y 1936, 14 eran judíos. La unión matrimonial entre judíos y no-judíos era común. Aunque los judíos alemanes continuaron encontrando cierta discriminación en sus vidas sociales y carreras profesionales, muchos estaban confiados de su futuro como alemanes. Hablaban el idioma alemán y consideraban a Alemania como su hogar.
El 1 de abril de 1933, los nazis realizaron la primera acción planeada a nivel nacional en contra de los judíos: un boicot a negocios y profesionales judíos. El boicot era una represalia y un acto de venganza contra las historias de atrocidades (Gruelpropaganda) que los judíos alemanes y extranjeros, asistidos por los periodistas extranjeros, alegadamente circularon en la prensa internacional para dañar la reputación de la Alemania nazi.
En el día del boicot, tropas nazis (Sturmabteilung; SA) se pararon amenazadoramente frente a tiendas por departamentos, comercios y oficinas de profesionales judíos como doctores y abogados. La Estrella de David fue pintada en amarillo y negro en miles de puertas y ventanas, acompañadas con lemas antisemíticos. Letreros fueron colocados con mensajes que decían, "no compren de judíos" y "los judíos son nuestra desgracia." Por toda Alemania ocurrieron actos de violencia contra judíos y sus propiedades, y la policía intervino en muy pocas ocasiones.
Aunque la operación nacional del boicot, organizada por los jefes locales del partido nazi, duró solamente un día, y fue ignorada por muchos alemanes que continuaron haciendo compras en comercios de judíos, esto marcó el principio de una campaña a nivel nacional por el partido nazi contra la población judía alemana. Una semana más tarde, el gobierno pasó una ley restringiendo de empleo del servicio civil a los no arios. Los trabajadores judíos del gobierno, incluyendo profesores en escuelas públicas y universidades, fueron despedidos.

lunes, 3 de febrero de 2014

miércoles, 20 de noviembre de 2013

"ADIOS JACQUES VERGES, EN DEFENSA PROPIA" por Xavier Orri.

 
El francés Jacques Vergès, personaje muy mediático y polémico que el cineasta galo Barbet Schroeder retrató en el documental El abogado del terror, falleció este jueves 16 de agosto de 2013 a los 88 años de edad.

"Lo que hay que recordar de Vergès es a la vez el talento, la valentía, el compromiso y el sentido de la contradicción. Un abogado no es un mercenario, es un caballero. Y Jacques Vergès era un caballero", dijo de él este jueves el expresidente el Consejo Nacional de la Abogacía, Christian Charrière-Bournazel.
 
 
SIN MAS REQUIEN QUE EL ESPERADO, LES DEJO UNA DE SUS ÚLTIMAS ENTREVISTAS:
 
 
 

Más sabio por viejo que por diablo, el abogado francés sigue ociosamente entretenido a sus 87 años. Su último pasatiempo fue denunciar al ex presidente Sarkozy de crímenes contra la humanidad por instigación de la revuelta libia. Al tiempo, prepara su segunda obra de teatro, epílogo del Serial Plaideur (Pleiteador en serie) que representó más de cien noches en el parisino Théatre de la Madeleine.

Iconoclasta de arrogancia abrumadora y verbo exquisito. Comunista adorador de De Gaulle. Abogado del nazi Klaus Barbie y lector devoto de Montaigne. Ateo místico convertido (efímeramente) al islam por amor. Jacques Vergès sigue siendo un misterio que exige el matiz para explicarse. Por etiquetas, su castillo de naipes se desmorona. El brillante abogado francés sigue en activo a sus 87 años, recibe en su despacho parisino del neuvième arrondissement, al minuto del Moulin Rouge, en el que se instaló hace dos décadas. Conserva la lucidez y el macabro sentido de la ironía que le encumbraron como uno de los agitadores más brillantes y temidos de su país. Adornan su recibidor una docena de tableros de ajedrez dispuestos para empezar la partida, sigue siendo el inquebrantable fumador de puros en el que el Che le convirtió en su primer y único encuentro en París, cuando el abogado todavía blasfemaba fumando pipa, y reconoce conservar a Mao en su corazón al tiempo que reniega, al menos en el terreno práctico, del comunismo al que se dedicó con devoción durante la década que siguió a la segunda guerra mundial. “Digamos que he perdido optimismo en relación a esta idea”, concede apenas arranca la conversación. Vergès, el abogado y ciudadano antiimperialista, el defensor de Slobodan Milosevic, de Carlos Ramírez ‘El Chacal’, de terroristas palestinos y de mujeres en busca de un divorcio dorado, sigue en pie de guerra.

Su última cruzada apunta al presidente Sarkozy y a su filósofo de cabecera, Bernard-Henry Lévy (BHL), a los que ha denunciado ante la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad por instigación de la revolución libia. Junto al ex ministro socialista Roland Dumas ha publicado el panfleto Sarkozy bajo BHL en el que destripa las interioridades de la sublevación. A saber, que el Gobierno francés, a través de la intermediación de BHL, fue el principal instigador de la revuelta. “Henry Lévy se reunió con la oposición libia [en un hotel de París] para que hicieran una acción que permitiera a Francia intervenir. Francia creó las condiciones para una guerra civil y después intervino en la guerra civil para conseguir que se imponga la anarquía”, resume el menudo abogado con la grandilocuencia que le define. No es que Vergès sea un devoto de Gadafi, ocurre que aborrece al presidente de la República y su “regreso a las políticas coloniales”.

Habla con convicción y conocimiento de causa cuando se trata de colonialismo, acaso su guerra mayor. Hijo de madre vietnamita y padre francés, nació en la colonizada Siam, creció en la Isla de la Reunión y se inició en la abogacía como defensor de terroristas argelinas del FLN que luchaban por la liberación del país africano a finales de los cincuenta. Mujeres como Djamila Bouhired o Zora Driff, que hicieron la revolución poniendo bombas en los cafés frecuentados por los colonos de Argel. En Francia las llamaban terroristas mientras en el resto del mundo las trataban de libertadoras. Vergès, por entonces un insolento abogado en prácticas, tuvo mucho que ver en el matiz lingüístico. A través del proceso de Djamila, más tarde esposa y madre de sus dos hijos, consiguió una campaña mediática por medio mundo en la que se reseñaban los crímenes de las terroristas argelinas, pero también los motivos de sus defendidas para asesinar a veinte civiles de un bombazo sin pestañear. En titulares, se trataba de combatir el modelo colonial impuesto por Francia en Argelia. Más allá del sentido racista de Estado, el ejército francés practicó con recurrencia la tortura, el asesinato y la violación durante los años previos a la revolución, estallada en 1954 y cerrada en 1962 con la independencia que concedió el general De Gaulle. La ilustración de la infamia la sirvió con crudeza el escritor y diplomático Romain Gary en una descripción del cuerpo de una prostituta en Djibouti a la que oficiales franceses habían marcado con sus nombres y fechas de paso. Tatuajes señalando las virtudes y disposiciones sexuales de su proveedora. La chupa bien. No se deja encular, grabaron para el siguiente sobre su cuerpo. “Francia negó la dignidad y la existencia del argelino, negó la lengua árabe, negó la historia del país, los dioses del país. ¡La gran mezquita de Argel fue convertida en una Iglesia!”, dice Vergès acelerando ligeramente su discurso pausado y reflexivo. El proceso a Djamila terminó con una condena a muerte que nunca se cumplió. Fue indultada, sin solicitarlo, por el presidente de la República. “Un juicio es una operación mágica que permite la metamorfosis del acusado. Juana de Arco llegó a su juicio como un jefe de guerra y salió convertida en una santa. Djamila pasó de ser una terrorista a un símbolo mundial de la revolución contra el colonialismo”, recita Vergès usando una analogía nada nueva en su discurso.

 
 

 

Aún con los odios acumulados durante una larga carrera en la que ha tratado de cenutrios a buena parte de sus colegas, la profesión le reconoce más méritos que reproches. Su aportación jurídica no es menor: llevó a los juzgados un sentido estético de la justicia. “Mi posición se explica por oposición a la visión moralizante común a los juristas. Para mí lo interesante es que una infracción, que llamamos delito o crimen, plantea preguntas alrededor del orden público y nos obliga a reflexionar sobre ello”. Conceptualizada en su celebrado ensayo Estrategia judicial en los procesos políticos (reeditado por Anagrama en 2009), su perspectiva estética tomó forma práctica en lo que vino a llamar la estrategia de ruptura, un modelo de defensa tosco y extremadamente agresivo que consistía en negar la legitimidad del tribunal como punto de partida. Si el juez hablaba de terrorismo, el acusado reivindicaba la condición de resistente en una guerra. El juez trataba al acusado de francés, él se reclamaba argelino. “Reconocíamos los hechos criminales como ciertos”, sigue Vergès refiriéndose a su iniciación argelina, “así que dejábamos de discutir hechos con el juez para discutir valores”. No se discutía lo que hizo el acusado, sino por qué lo hizo. En el tribunal el motivo no es necesariamente eximente, pero cruzada la línea de los periódicos, entiende Vergès, el juicio entra en una dimensión política en la que la opinión pública dicta sentencia. En cuanto a la efectividad, los resultados fueron notables. “De todos mis clientes condenados a muerte en Argelia, puedo presumir que ninguno pasó por la guillotina”, se relame el abogado, con pausa dramática de por medio, recurrente cuando está a punto de colgarse una medalla.

 

Serial Plaideur.

Más allá de su ocio batallador, ahora con el presidente francés como diana, a Vergès le quedan tiempo y fuerzas, a sus 87 años, para descubrir el teatro desde el escenario. En abril cerró gira en el Théatre de la Madeleine tras más de cien funciones de su Serial Plaideur, un soliloquio de hora y cuarto en el que vanagloria su paso por la resistencia francesa y repasa su recorrido por los tribunales de medio mundo. Solo omite de su trayectoria la década de los setenta que pasó en la oscuridad, apartado del mundo, cuando huyó de Argelia y de su familia para escabullirse en ¿Oriente Próximo? ¿la Camboya de Pol Pot? para hacer la revolución por su cuenta y riesgo. Nadie sabe decir dónde estuvo. “Fui solicitado por algo que me parecía importante”, se excusa el abogado en el inquietante documental El abogado del terror que le dedicó Barbet Shroeder. ¿Habrá obra póstuma resolviendo su gran incógnita? “Ni eso le puedo responder”, se excusa hoy.

De lo que sí habla sin obviar detalles es de Klaus Barbie, el oficial nazi al que defendió en un macrojuicio celebrado en Lyon en el 87’. El veredicto estaba dictado de antemano. El Carnicero de Lyon había sido el máximo responsable de la Gestapo en la región lionesa y se le acusó de ser el instigador de la tortura y el asesinato de un icono de la resistencia francesa como Jean Moulin. Ni jueces ni periódicos iban a inclinarse a los argumentos de Vergès, por válidos que pudieran parecer. Pero el abogado de ojos rasgados defendió de todos modos al supremacista ario delante de 39 jueces. Su objetivo, más allá de la defensa de Barbie, era formular una pregunta que Francia había rehuido desde la guerra argelina. “¿Qué nos da derecho a juzgar a Barbie cuando nosotros, como sociedad y como nación, somos culpables de crímenes tan parecidos en Argelia?”, repitió en el juicio y ante los micrófonos. Completó la puesta en escena llevando a su lado a un abogado argelino y a otro congolés para la foto: un euroasiático, un negro y un árabe defendiendo a un nazi delante de 39 jueces blancos y franceses que proclamaban los derechos del hombre que Francia se había ventilado tres décadas antes en Argelia. “Intentaron hacer de Barbie un monstruo, un Marqués de Sade, cuando en realidad era un personaje de nuestro tiempo. Era un oficial subalterno que asegura la represión en un país conquistado. Era el oficial francés en Argel. Era el oficial americano en Irak”, explica Vergès recogiendo la tesis arendtiana que asimiló el nazismo al colonialismo tradicional. La salvedad, apuntó el poeta martinico Aimé Césaire, fue el destino de su colonialismo. Si España sometió a indios, Francia a negros e Inglaterra a aborígenes australianos, la Alemania nazi tuvo la funesta idea de intentarlo con blancos europeos. “Al hacer de Barbie un monstruo, estaban exonerando el nazismo y se negaron a comprender cómo llegó un hombre ordinario como él a hacer lo que hizo, rechazaron escuchar las preguntas que planteaba su caso. Y es que incluso el peor de los criminales nos plantea preguntas… siempre y cuando esté bien defendido”, apostilla Vergès con asumida coquetería.

  • ¿Qué preguntas planteaba el grupo terrorista de Carlos Ramírez ‘El Chacal’, al que usted defendió, cuando ponía bombas en los Campos Elíseos a principios de los ochenta?

  • A raíz de lo ocurrido en Múnich [dónde un comando palestino del grupo Septiembre Negro secuestró a once deportistas israelís durante los Juegos Olímpicos de Múnich que fueron ejecutados durante el fallido rescate], una banda del Mossad se paseó por toda Europa abatiendo a los responsables de la Organización para la Liberación Palestina. El Mossad hizo de París un campo de batalla en el que los otros respondieron.

  • Con bombas contra civiles…

  • Cuando hablo de estos atentados no digo que los aprobaría si yo fuera el responsable, pero puedo defender al autor porque soy capaz de entenderlo.

Entender al criminal. No excusarlo, ni justificarlo, ni minimizar su crimen, ni mucho menos absolverlo, solo entenderlo, se explica Vergès. “Comprender”, recitaba en Serial Plaideur, “arma a la sociedad para que el crimen no vuelva a producirse”. Pero más allá de esta función didáctica, meterse en la piel del criminal fue el gran vicio que encontró Vergès para dedicarse a la abogacía. Poder vivir la vida de todos los hombres como la suya propia, pócima nietzscheana de la felicidad reseñada en La gaya ciencia, despertó su vocación. “Descubrí que este era el trabajo que quería hacer cuando me enfrenté a mi primer caso. Era un chico joven, estaba sentado enfrente de él y pensaba: ‘Este tipo soy yo. Comprendo muy bien lo que ha hecho’”. ¿Qué había hecho? “Un asesinato”, responde Vergès escondiéndose tras una carcajada.

  • ¿Ha tenido algún problema moral con el hecho de que un criminal sea liberado por su defensa?

  • Si el fiscal es un cretino incapaz de ofrecer buenos argumentos, él es el único responsable de que el criminal quede en la calle. Si en una orquesta, el pianista toca de maravilla pero el violinista es un desastre, ¿cargaremos el muerto al pianista?

Alimenta Vergès su retrato para la historia con escaso pudor. Asume que su altisonancia, sus insultos a media frase y su natural talento para la provocación le dejarán en el recuerdo como el beligerante abogado de terroristas que se pasó por el forro el principio de autoridad, pero poco le preocupa. ¿Tiene alguna preferencia de cómo quedará en el imaginario colectivo? “Como el príncipe mesopotámico que grabó en su tumba Yo, yo y yo. Los imbéciles ven un signo de pretensión, para mí es un síntoma de modestia. Seré yo y nada más”.