miércoles, 5 de septiembre de 2007

"Adios Amanda Bozzini" por Darío Yancán


Siempre me ha resultado difícil escribir desde el dolor. Es un momento donde la preocupación que me genera el contener las broncas nubla la claridad con la que puedo llegar a decir.

Éste es uno de esos casos. Es, a la vez, intimidad y públicidad.

Me sobrecoge el dolor, la esperanza trunca y a la vez la obligación de continuarte.

Me digo que podría no escribir nada y esperar a que el dolor cese y aclare mi sentir. Pero creo que este exorcismo, aunque violento, puede ayudarme a pasar el trance.

No pretendo realizar una socialización del dolor, éste siempre es individual, íntimo, privado. Tanto lo es, que sólo quien lo posee le puede dar su real dimensión. Lo mismo sucede con el miedo.
Ambos sentimientos tienen la particularidad que se tornan completamente abarcativos del cuerpo poseído, no dejen una sola instancia sin afectar y en esa posesión, bajo ese influjo, las vías del llanto y el lamento puede ser una traición.

Mi réquiem y mi elegía me exigen la fortaleza para que con mis palabras no empequeñecer el respeto otorgado; eso sería una traición.

Ante la muerte de un ser respetado, uno tiene menos argumentos para asimilarla que ante la muerte de un ser amado. Quizá suene brutal ... lo siento sepan disculpar.
Al ser amado se lo quiere simplemente, por sangre, por convención o por costumbre, en cambio, el ser respetado es una construcción, un merecimiento, un otorgamiento que hacemos los demás, un título que la damos. Tanto el respeto como la autoridad es una investidura que ofrecemos quienes respetamos. Por ende, como otorgamiento, el respeto es tan frágil que estalla ante la menor duda, no así el amado que a pesar de los fallidos, a pesar de todo, se lo ama.

En estos días de licuidificación y discurso políticamente correcto, no todos los seres merecen respeto. El respeto por la vida biológica ha confundido y disfumado el respeto por el ser respetable. Hay algunas y algunos HIJOS DE PUTA que por el echo de estar vivos y respirar, no merecen respeto de vida.

El ser respetado implica una vida dedicada a su conservación, una labor cotidiana, podríamos decir que son seres decididamente respetables. Pero cuando nos hallamos ante seres que se comportan sin dedicación, con espontáneidad y dicha espontaneidad los hace respetables, estamos frente a seres naturalmente respetables, tienen autoridad natural.

El ser respetado que muere fundamentalmente deja trunca una promesa. La promesa de seguir generando respeto, la promesa de seguir siendo objeto de la esperanza depositada, la posibilidad de ser el territorio de la esperanza. Su sola existencia es un lugar, un sitial paradigmático.
En un punto se puede decir que a él simplemente le alcanza con existir, con ser, con ser honesto.

Hay seres que están descontextualizados, que no pertenecen al lugar específico donde habitan. Que dedican su vida a las causas que sólo el tiempo harán visibles. Y como están a condición del tiempo, sufren una diacronía desgarrante. Lo bueno que tienen es que a pesar de ella siguen adelante.

Como siempre la muerte es imprevista, uno nunca hace toda las preguntas necesarias en el momento justo. Este caso no es un excepción. Quedó mucho por decir y preguntar. Indefectiblemente visitarte en cada viaje no ha sido la medida justa.
Con destiempo me doy cuenta que hubiese querido preguntarte si has sido feliz?, si la causa sigue viva?, si he estado a la altura de las circunstancias?, si con mi actuar te hecho sentir conforme de haberme elegido?, si finalmente encontraste en mí la persona que creías vislumbrar?.



Ayer se me murió Amanda, a algunos se nos murió Amanda. Espero que con el tiempo a Los Toldos se le haya muerto Amanda.
Espero que el CEF* sea tu morada, nadie mejor que tu merece una residencia de tal dimensión. Y aunque que los seres chiquitos pugnen por las tierras, tu phantasma los sobrevuela expectante.
Dudo mucho que Amanda esperase nuestro llanto. Dudo mucho que ella esperase nuestra plegaria.
Estoy convencido que merece llevarse nuestro respeto, una gama de colores y una mano que le acaricie el hombro para guardar durante el viaje y le serene para que descanse en paz.

Con profundo respeto, querida Amanda.
*CEF: Centro de Educación Física de la ciudad de Los Toldos, pcia. de Buenos Aires, Argentina.

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