viernes, 28 de septiembre de 2007

“HOY MI DEBER” por Darío Yancán y a dos meses de RECONSTRUYENDO EL PENSAMIENTO en la red.

“ Hay quien nos dice
que no es tiempo
para hablar de la utopía
ni de revoluciones,
que es un anacronismo
cantarle a la trova,
nombrar a Guevara,
y mientras golpean
tu fe y futuro en su fragua”.



Desde hace dos meses pienso en mi ubicación, ahora lanzado a la red, en un territorio muchísimo más extenso. Pienso en un idioma que me permita hablar con todos más allá del esperanto.
Solo, yo solo, he decidido abandonar mi territorio y vivir en el contexto actual.
Pienso en la posibilidad de hablarle a los seres del planeta y ver que tipo de
comunidad nos une. Creo que los habitantes de RECONSTRUYENDO EL PENSAMIENTO, nos hallamos vinculados por la insatisfacción y la expectativa.
Insatisfacción por lo vivido y cosechado, expectativa por el quehacer que está en nuestras manos. Por lo tanto, evitamos el movernos sin sentido, evitamos divagar en pos del devenir.

Hoy luego de varias derrotas para el pensamiento social, hemos decidido su reconstrucción. Ya nada de este mundo escapa a nuestra cotidianeidad. Nos sentamos frente a la pc y vemos tanto por las ventanas del monitor como por las ventanas de nuestro jardín. Vemos tanto el mundo todo y como el pasto crecido del parque.
Así mi jardín, mi vida y mi realidad se comparte desde Filipinas o Nueva Zelanda hasta Tierra del Fuego.
El mundo es asible y nos pertenece. Hoy CIUDADANOS DEL MUNDO estamos todos en la misma arca y no hay botes salvavidas ni bengalas de auxilio.
Las luchas y reclamos más extremos en distancia son compartidas, las opiniones nos unen meridianamente.

Ya he publicado algunos, siempre pocos y mal seleccionados, artículos sobre la red, la interconexión, las nuevas formas de ciudadanía global buscando aportar a la discusión de la integración, a la aceptación de la diferencia y en pos de ser hospitalarios con ella.

Hoy las luchas de los que decidieron partir de sus lugares son nuestras. Hoy, vivimos una época de luchas compartidas y de individuos sin naciones, lo que nos pone frente a una posibilidad única.

Deberemos adaptar las estrategias y las tácticas. Debemos hoy como ayer, subvertir y revolucionar los órdenes. Pero, para eso, creo que nos es necesario la reconstrucción de un nuevo paradigma, creo que para pensarlo debemos estar a la altura de los grandes pensadores, creo que estamos en camino.

Creo que todos apostamos por el intelecto, por el pensar, por pensar lo no permitido, por lo general, lo otro, lo que tiene capacidad desestabilizante. Buscamos ese pensamiento que recree la íntima relación entre el amor y la lucha, los actos del corazón y los actos revolucionarios.

Muchos nos combaten, nos llaman anacrónicos o anticuados por conservar la certeza que existe otro mundo más justo y que hay un montón de dragones cortándonos el paso.

No somos Moisés ni somos el pueblo hebreo saliendo de Egipto, somos los otros, los que hemos decidido alterar el sistema; y para mal de los dragones, no los enfrentamos con aviones, CMP, misiles y marines, sólo usamos una pc, un sitio de reunión, el deseo, la convicción de enfrentarlos y $2 para pagar una hora en el cibercafé.

Nuestra lucha es más de base, más esencial.
Luchamos por la recomposición de las subjetividades y por construir individuos y no consumidores.
Luchamos para la reconstrucción de los individuos críticos pero para eso es necesario un nuevo posicionamiento ideológico, un individuo individuado, reificado, consiente que la información no está en los medios de comunicación.

Luchamos por una nueva forma de ciudadanía tan amplía como es el mundo.
Luchamos contra las formas límite y los nuevos muros.
Luchamos contra el capitalismo stalinista.



“en estos días el que escribe,
consiente del privilegio
de la fe en esta orilla
cree que este será el tiempo
del ángel temeroso que suspira,
átomo que gira en solitario...”



Como dice el compañero Wark en “ El Manifiesto Hacker”, hoy la propiedad y las cosa apropiada, aparte de seguir siendo los medios de producción y la plusvalía, es la INFORMACIÓN Y LOS MEDIOS DE SU MANEJO, LOS VECTORES.
Luchamos por liberar la información de sus tenedores, somos hackers liberando y fraccionando la info del Copyright.

El otro día charlaba con un viejo dirigente troskysta de la ciudad de La Plata, un gran compañero y una de las pocas personas respetables que quedan en este país, sobre las formas de militancia, la acción directa y las formas de resistencia.
Para las estructuras de pensamiento previas a la virtualidad, la militancia consta en definitiva del aporte del cuerpo, el cuerpo humano, la puesta en juego.
Hoy militamos desde otro lugar y diariamente nos reunimos de un extremo a otro del planeta. Somos militantes en esas otras formas, que no son de partidos y que no lo planteo como un dolor, lo planteo como que estamos actuando desde otro lugar de resistencia. Aún sin el cuerpo, ya vendrá el tiempo.

Se que mi vida me será insuficiente, que vendrán mis hijos y los tuyos, que vendrán otros hijos y otros dragones, se que siempre estaré en deuda con las promesas hechas y las esperanzas generadas. Lamento no vivir por siempre, porque la tarea me excede una sola vida. Hoy mi deber es continuar la lucha, hoy mi deber es estar aquí, propiciando actitudes y RECONSTRUYENDO EL PENSAMIENTO.



Hasta la victoria siempre,
Darío.



Gracias, Silvio!!! .... Gracias, Ismael!!!

jueves, 27 de septiembre de 2007

Extracto del cap. n° 3 " Ciudadanos de la frontera y confines de la ciudadanía" del libro DERECHO DE FUGA por Sandro Mezzadra


¿Ciudadanos más allá de la nación?

Millones de personas —escriben Stephen Castles y Alastair Davidson (2000)— están despojados de derechos porque no pueden ser ciudadanos en el país de residencia. Aún más son aquellos que tienen el estatus formal de miembros del Estado nacional pero carecen de muchos de los derechos que habitualmente se piensa que derivan de esta condición. Fronteras porosas e identidad múltiple erosionan las ideas de pertenencia cultural que constituyen el acompañamiento necesario de la pertenencia política.
Hay cada vez más ciudadanos que no pertenecen, y esta circunstancia debilita a su vez la base del estado nacional como lugar central de la democracia.
No faltan quienes intentan interpretar positivamente esta circunstancia, poniendo el acento en el hecho de que, sobre todo en muchos países de la Unión Europea, progresivamente se está afirmando en los últimos años una tendencia a garantizar los derechos sociales, económicos y políticos a los migrantes independientemente de su admisión formal a la ciudadanía. Yasemin Soysal, autora de un libro muy influyente sobre la cuestión, identifica por ejemplo en esta tendencia el surgimiento progresivo de un modelo «postnacional» de pertenencia, en el cual el estatuto de la personalidad —basado en el carácter universal de los derechos humanos reconocidos y garantizados, además de por organizaciones como las Naciones Unidas y por una numerosa red de tratados internacionales— tendería a reemplazar a la ciudadanía como origen de los derechos. «Presiones a nivel mundial» empujarían en la dirección de expandir los derechos individuales y de una «creciente inclusión de los extranjeros» en el interior de los espacios políticos existentes, «restando poco a poco importancia a la ciudadanía nacional» (Soysal, 1994 y 2000).
Se trata evidentemente de posiciones que evitan enfrentarse no sólo con la persistente soberanía que los Estados ejercen sobre las fronteras (y de esta manera sobre la posibilidad de ingresar en su espacio político-jurídico), sino además
con la dificultad que los inmigrantes encuentran, también en los países europeos «más abiertos», para lograr que les reconozcan derechos de cierto relieve, relegados en una
condición estructuralmente precarizada junto a la posibilidad siempre presente de padecer una expulsión como consecuencia de distintas conductas (Castles, Davison, 2000).
También la afirmación de una «concepción societaria de la ciudadanía», orientada a reconocer automáticamente una serie de derechos sobre la base del simple supuesto de la residencia de un individuo en un territorio y de su participación en el conjunto de relaciones económicas y sociales que se despliegan dentro de ese territorio (Bauböck, 1994a y 1998), parece indicar más una hipótesis de trabajo que una
tendencia linealmente en acto.
Esto no significa refutar, por otro lado, que figuras y posiciones intermedias entre el estatuto del ciudadano y el estatuto del extranjero están efectivamente difundiéndose en muchos países occidentales. A esta circunstancia hace referencia, desde una óptica un poco distinta a la utilizada por Soysal (que también hace uso de ella), la categoría de «naturalización parcial», que podría ser una traducción del termino inglés denizenship, acuñado en el siglo XVI para designar la posición del extranjero aceptado como ciudadano gracias a la concesión de la Corona. En el debate contemporáneo esta categoría se utiliza cada vez más para indicar la condición de esos inmigrantes que, aunque no hayan adquirido anteriormente la nueva ciudadanía, gozan de una serie de derechos propios de los ciudadanos sobre la base de su residencia legal y permanente en un país (por ejemplo Hammar, 1990; Bauböck, 1994b; Sassen, 1996; Castles, 2000 y Davidson, 2000). De aquí puede surgir una perspectiva que derive en una posible disociación de los conceptos de ciudadanía, Estado y nación. Son evidentes, por otro lado, las consecuencias que una perspectiva de este tipo, si es practicada coherentemente con respecto a los derechos políticos, podría tener en relación, por ejemplo, a la representación, cuyas transformaciones y crisis contemporáneas están ligadas por un doble hilo a las de la ciudadanía (Accarino, 1999).
Otro síntoma de las tensiones que se están descargando sobre la tradicional configuración nacional de la ciudadanía es que la denizenship esconde el riesgo, particularmente evidente en las posiciones de quienes proponen una rígida disgregación de los derechos, tendente a establecer que set de derechos deben ser reconocidos a los migrantes y cuáles no, el riesgo de transformarse en una suerte de ciudadanía de segunda categoría, «autorizada» [octroyé]. Y es un riesgo mucho más insidioso, aún en una situación en la que, también en el interior de las colectividades nacionales particulares, las tendencias que apuntan a desmenuzar el universalismo de la ciudadanía y a instituir nuevas fronteras dentro de los espacios políticamente homogéneos son muchas y potentes (Balibar 1998 y 2001; además Kofman et al. 2000). Desde este punto de vista, entre otras cosas, es necesario señalar que, en estos últimos años, también bajo el perfil estrictamente jurídico, la inmigración ha demostrado ser un terreno de experimentación para la irrupción de criterios administrativos en ámbitos de relevancia constitucional, con la carga de incertidumbre
y arbitrariedad que esto comporta (véase Bonetti, 1999). Esto vale, en primer lugar, con respecto a la disciplina del acceso a ese permiso de residencia que para los migrantes equivale al arendtiano «derecho a tener derechos». Una perspectiva de investigación orientada a separar los derechos de ciudadanía de su enraizamiento en el
cuadro jurídico del Estado Nacional no puede, por otro lado, aplicarse solamente a la condición de esos migrantes que obtuvieron de alguna manera el título de acceso a ese
cuadro jurídico, sino que debería incluir con su carga crítica la misma posibilidad conceptual de la existencia de inmigrantes «clandestinos».


Migraciones, derecho de fuga y fronteras de la ciudadanía


El último punto al que se hizo mención tiene una importancia particular. La producción —y la imposición a los migrantes— de situaciones irregulares en relación a la residencia, de «clandestinidad» como se suele decir en Italia utilizando un término muy discutible, parece ser una característica estructural de los flujos migratorios de nuestro tiempo. También desde este punto de vista, éstos últimos representan un desafío radical a la sociología de las migraciones del siglo XX que, a partir de los estudios clásicos e innovadores de William I. Thomas y de otros sociólogos de la así llamada Escuela de Chicago, constituyen el gozne con respecto de los conceptos de asimilación e integración.17 En relación a este aspecto, se puede subrayar, que las condiciones generales de las sociedades occidentales contemporáneas aparecen caracterizadas justamente por la crisis general de los mecanismos integradores que habían distinguido, aunque sea de forma contradictoria, el régimen político y social que por convención se define como «fordista». La crisis del Estado social, cuya relevancia en la actual configuración de la ciudadanía ya se ha puesto de
relieve, es en el fondo el indicador general de esta crisis, que no puede evitar repercutir sobre la posición de los migrantes.
No está sólo en cuestión el hecho de que esta crisis constituye el marco dentro del cual toman forma reivindicaciones explícitas de la naturaleza exclusiva de la ciudadanía, orientadas a defender residuos del Welfare para los «nacionales» en contra de la presencia de los «extranjeros».18 El problema es más general, y atañe a las oportunidades de integración que se presentan a los migrantes: a la crisis del movimiento obrero, que históricamente representó un importante canal de socialización conflictual de los trabajadores extranjeros en los «países de acogida», corresponde una transformación de la propia naturaleza del trabajo que pone en discusión su clásica función, en el siglo XX, de canal privilegiado de acceso a la ciudadanía y a los derechos.
En el contexto de los poderosos procesos de atomización, parcelación y descomposición que en los últimos años han afectado al mundo de la producción, la posición de los migrantes es sumamente contradictoria:19 de la plena valorización económica de la «clandestinidad» en la enorme cantidad de sweatshops que han surgido en las dos orillas del Atlántico (o en los trabajos estacionales en la agricultura, en California meridional y en Italia del Sur), se pasa a la difusión de verdaderas formas de «ciudadanía privada» dentro de pequeñas empresas frecuentemente de carácter familiar, en las que la relación entre trabajador y empresario incluye en sí misma toda una dimensión «pública» y que se pueden encontrar por ejemplo en los distritos industriales italianos, desde el noreste hasta las Marcas. De todas maneras, difícilmente la situación laboral, caracterizada por la inseguridad y la dificultad en la reivindicación y en el ejercicio de los derechos, podría funcionar como un criterio exclusivo de acceso a la ciudadanía para los migrantes, ya se la entienda en sentido formal, o en sentido material. Particularmente,desde este punto de vista, resulta paradójica la legislación europea sobre la concesión del permiso de residencia (y por consiguiente, como se ha dicho, del «derecho a tener derechos») para los ciudadanos no comunitarios, que —con pocas excepciones— los hace dependientes de una situación laboral fija y a tiempo indeterminado, que tanto las retóricas dominantes como las políticas concretas económicas y sociales remarcan obsesivamente como de carácter anticuado para los «autóctonos».
Justamente, quizás, en esta paradoja se puede captar la reposición contemporánea de aquel movimiento contradictorio que, como vimos en el capítulo anterior, caracteriza
toda la historia del capitalismo: aquel movimiento a través del cual la inscripción del trabajo en la relación salarial, y el desencadenamiento y la celebración de su «movilidad», su liberación de las cadenas feudales, corporativas y «locales», fueron siempre de la mano con la institución de nuevos sistemasde embridamiento y limitación de la libre circulación del trabajo mismo. Se abre así la posibilidad de que el
moderno paradigma igualitario de la ciudadanía, que, como recordaba Marshall (1949), fue históricamente posible justamente sobre el derrumbamiento de los límites feudales, corporativos y «locales», hospede en su interior una diferenciación de los derechos que reproduce y remarca la copresencia del libre movimiento del trabajo y su embridamiento. Éste es el lugar en donde continúa operando con potencia, en el mundo contemporáneo, la codificación de la pertenencia sobre bases nacionales (Ong, 1999). Sin embargo, si no se quiere que la ciudadanía se reduzca a ser el «único privilegio de estatus remanente en el mundo contemporáneo» (Ferrajoli 1994), y si se aspira a volver a abrir conceptualmente el movimiento expansivo, no se puede más que mirar de manera crítica ésta situación.
Un análisis de los movimientos migratorios que se esfuerce por captar las demandas de ciudadanía y las subjetividades que las recorren, puede ser de gran utilidad en estesentido. Es oportuno repetir lo que ya se señaló: un aspecto característico de la situación actual consiste en el hecho de que la tendencia de las migraciones a asumir un carácter «sistémico» —es decir, a colocarse dentro de sistemas con específicas características geopolíticas y político-económicas (Sassen, 1996)— aparece cada vez más cuestionada por distintos elementos de imprevisibilidad, además de por la multiplicación y la aceleración de las interconexiones que caracterizan al mundo de la «globalización» (Pries 1998). Los tradicionales modelos «hidráulicos», que reconducen integramente las migraciones a causas «objetivas», buscando los factores de push out y de pull up o poniendo el acento sobre los desequilibrios propios de la división internacional del trabajo, muestran ahora sus límites frente a las «dinámicas autónomas» y a los «flujos multivectoriales» que asignan a los procesos migratorios contemporáneos caracteres de turbulencia (Papastergiadis, 2000).
Los límites de estos modelos —pero también de muchos análisis «neo-marxistas» de los procesos migratorios— fueron criticados, a partir de la segunda mitad de los años
setenta, por la investigación feminista (Kofman et al., 2000).
Ésta última puso el acento en el papel decisivo de factores no unilateralmente «económicos» en la determinación de las migraciones femeninas, concentrándose especialmente en la estructura particular de las relaciones de género predominantes en las sociedades de proveniencia de los migrantes y en los países de destino. Pero al mismo tiempo, cuestionando propiamente el supuesto implícito asumido por la principal corriente de investigación sobre los procesos migratorios — para la que el único migrante que importa es el hombre y la mujer es considerada únicamente en función del lugar que ocupa en la familia—, los estudios feministas resaltaron progresivamente la subjetividad de las mujeres migrantes.
Sobre todo subrayaron la forma en que la migración femenina no representa simplemente una respuesta obligada a condiciones de necesidad económica de mujeres solteras,
viudas o divorciadas, sino que procede más asiduamente de una decisión consciente de dejar atrás la larga sombra de sociedades dominadas por el patriarcado (por ejemplo Morokvasic, 1983).
Recoger estos estímulos no significa descuidar los factores «objetivos» que continúan actuando en el origen de las migraciones (los desequilibrios evidentes en la distribución de la riqueza entre los muchos nortes y los muchos sures del mundo, la miseria, el hambre, las carestías, las tiranías políticas y sociales, las catástrofes ambientales, las guerras), sobre las que existe por otro lado una cuantiosa literatura. La cuestión es, sin embargo, que justamente un análisis de las migraciones dirigido desde el punto de vista del concepto de ciudadanía, «un observatorio ubicado a ras de suelo», desde el cual «se observa a las personas no al sistema» (Zincone, 1992) debería proponerse, en primer lugar, poner de relieve las determinaciones subjetivas que están en su origen, las demandas que son llevadas adelante por los migrantes.20 Se puede decir que lo que unifica, en un nivel de abstracción elevado, los comportamientos de las mujeres y los hombres que optan por la migración, son la reivindicación y el ejercicio práctico del derecho de fuga de los factores «objetivos» a los que sintéticamente hemos hecho referencia. El acento puesto sobre el «derecho de fuga» permite, mientras tanto, en el plano conceptual, superar la distinción entre migrantes y «prófugos» que los propios desarrollos «objetivos» más recientes han puesto en crisis. Permite, sobre todo, poner en evidencia la naturaleza en última instancia política de las disputas que se sostienen hoy alrededor de las migraciones, en una situación en la que, como escribió Zygmunt Bauman, la libertad de movimiento tiende a transformarse en «el principal factor de estratificación» de las sociedades contemporáneas y en uno de los criterios fundamentales alrededor de los cuales se definen las nuevas jerarquías sociales (Bauman, 1998). Y alumbra, de forma especial, una de las características más destacadas de la globalización contemporánea: la
tendencia a la proliferación y al rearme de los confines contra las mujeres y hombres en fuga de la miseria, de la guerra, de las tiranías políticas y sociales —desde las «fronteras externas» de la Unión Europea al límite entre Estados Unidos y México, pasando por los nuevos obstáculos contra la movilidad del trabajo surgidos alrededor de Hong Kong, en el sur de la China y en los países del Sudeste asiático afectados por la crisis de 1997—, que acompaña la tendencia contemporánea hacia el derrumbamiento de las barreras a la circulación de mercancías y de capitales, además, en determinadas áreas y para determinadas categorías sociales, de personas.
Empleamos aquí el concepto de confín desde una perspectiva que denota la diferencia con respecto del sentido, sin duda contiguo, de «frontera». Mientras ésta hace referencia a un «espacio de transición», en donde fuerzas y sujetos distintos entran en relación, se chocan y se encuentran poniendo en juego (y modificando) la «identidad» de cada uno; el confín, desde su originaria acepción de surco trazado en la
tierra, representa una línea de división y protección de espacios políticos, sociales y simbólicos constituidos y consolidados.
Alrededor del problema del confín, por otro lado, el debate se ha intensificado mucho en los últimos años, también fuera de los ámbitos de investigación que se puedendefinir como geopolíticos y geo-económicos (por ejemplo Badie, 1995). Especialmente, Étienne Balibar ha señalado edistintas intervenciones la forma en que la problemática del confín plantea cuestiones muy complejas para la filosofía política, obligando en primer lugar a reabrir la reflexión sobre la relación entre universalismo y particularismo en la democracia (Balibar 1992, 1995 y 2001). En el debate teórico sobre la inmigración, esta temática no puede dejar de ser decisiva. Incluso quienes —para escapar a las aporías que parecen estar predestinadas a aparecer en una reflexión filosófica en términos de «teoría de la justicia»— propusieron asumir como referencia normativa, para determinar la legitimidad de la exclusión de los migrantes del espacio de la ciudadanía, como los «costes económicos» y por lo tanto el concepto de bienestar [welfare], no pueden de hecho evitar preguntarse quiénes son los «sujetos» (y que «confines» los delimitan) cuyo bienestar tiene que ser asumido como criterio determinante en última instancia (en este sentido Trebilcock, 1995 y Rubio Marín, 2000). No falta quien ha considerado que puede resolver el problema en cuestión por medio de la reelaboración, dentro del paradigma político «liberal», de algunos aspectos de las críticas «comunitarias». En este sentido, por ejemplo, Jules Coleman y Sarah Harding (1995) han intentado demostrar —sobre la base de una amplia reseña de las políticas migratorias adoptadas por los Estados democráticos occidentales— de qué forma el control de los flujos puede ser justificado en la medida en que contribuye a asegurar una equitativa distribución del bien de la pertenencia en una comunidad política y cultural.
A ésta línea teórica se puede asociar la posición tomada en Alemania por Wolfgang Kersting, que ha llegado a escribir: «Existe un derecho humano a los confines, a los confines que protegen a los hombres, a los unos de los otros, y otorgan la posibilidad de conducir una existencia autodeterminada en libertad y en seguridad» (Kersting, 1998). Lo que no convence, en esta posición, es la tendencia a dar por hecha, en el concepto de confín, la valoración antropológica según la cual cada uno de nosotros, actuando e interpretando el mundo, instituye continuamente confines, y a proyectarla linealmente en la constitución del concepto político de confín: o, también se podría decir, la tendencia a presentar una determinada configuración política (y por lo tanto artificial) de los confines como dato antropológico (y por consiguiente natural). Más en
general, la inclusión de la cultura en la canasta de los «bienes fundamentales», en relación a los cuales el Estado liberal debe garantizar iguales posibilidades de acceso a todos los ciudadanos, evita la extrema dificultad de prevenir una definición unívoca del concepto. Y se expone al riesgo de dar pie a tendencias meramente reactivas a la circulación y a la contaminación de las culturas, lo que constituye uno de los fundamentos principales de la globalización (por ejemplo Jameson, 1998 y Myoshi, 1998), tendencias que encuentran expresión, por un lado, en la creciente etnización de las relaciones y de los conflictos sociales y, por otro, en el relieve estratégico de estilemas «culturales» en las retóricas con las que se intenta justificar la exclusión de los migrantes de las sociedades occidentales (Hage, 1998 y Stolke, 2000).
Se trata, y no es casual, de problemas que es posible encontrar en alguna de las posiciones relativas a la variada literatura sobre el «multiculturalismo»: «A la luz del nexo existente entre elección y cultura, que mencioné anteriormente », escribe por ejemplo el filósofo canadiense Hill Kymlicka (1995), «las personas deberían estar en condiciones de vivir y trabajar en su cultura». Según modalidades que parecen modificadas acríticamente por la antropología de principios de siglo, el concepto de cultura con el que trabajan muchos multiculturalistas tiende a dar por supuesta su solidez e impermeabilidad, sobre la base de una supuesta correspondencia entre «cultura» y «etnia» que justamente los desarrollos más recientes de la antropología han cuestionado con vigor. Aplicada a los migrantes, esta perspectiva tiende a ocultar la ruptura con la «cultura» o con la «comunidad » de proveniencia que caracteriza por definición su biografía, y a presentar como algo resuelto a priori aquello que debería representar uno de los problemas fundamentales de la investigación sobre las migraciones: el problema de los procesos de producción, reproducción y transformación de la «identidad» de los migrantes. Sin olvidar además que, como escribió el antropólogo francés Jean-Loup Amselle (1990), «entre los derechos de las minorías está también el de renunciar a su cultura».

miércoles, 26 de septiembre de 2007

"Looking for Liminality in Architectural Space" por Catherine Smith






In this paper, I would like to connect architectural praxis with theories and practices of liminality. Liminality is a cultural and philosophical concept often used in contemporary discourse on art and spatial experience. Authors like Jonathan Hill and Gianni Vattimo also connect liminality and marginality in contemporary art practice to architecture. These authors define liminality as the conceptual, ephemeral relationships between people and spatial environments. Traditional, professional architectural practice is orientated around building procurement and objects rather than human experience, so that building users and architects who change, appropriate and subvert building agendas act as an . illegal, politicised architect. . Both Hill and Mitchell believe architects could supplant concerns for building objects with user experience by drawing from contemporary art practices that give priority to audience experience. The diverse practices of installation art make audience experience a central concern of the artwork.

Nevertheless, there is minimal recognition of philosophies of liminality within architectural discourse. Furthermore, and most importantly, there is little indication of how liminality may be put into practice. In this paper, I would like to begin to explore a praxis of liminality by connecting philosophies of liminality to theories and practices within contemporary of architecture and art. Praxis, here, refers to the theory-practice nexus . I would like to raise many of the difficulties associated with theories of liminality and conventional, modern architecture and art practices, as highlighted in my own, and other peoples. experiences. My aim is therefore to explore other ways of seeing architecture using the concept of liminality rather than proposing finite conclusions.

Defining Liminality

To explore liminality in architecture, I need to first clarify what I mean by liminality. When discussing installation works in the Rites of Passage exhibition at the Tate Gallery, Stephen Greenblatt describes liminality in art as works that deal with transitional states or identities . The ethnographer van Gennep is seminal in this contemporary understanding of liminality and marginality. His term rite of liminality refers to the precarious threshold between a person. s previous role in society and his new, evolved existence . Liminality is always associated with ephemerality and transitional passage between alternative states .Architect Aldo van Eyck also reinforces that a transitional threshold involves the interrelationship between two phenomena rather than their opposition . In the context of this paper, liminality or the liminal refers to transitional space; neither one place nor another; neither one discipline nor another; rather a thirdspace in-between.

What is liminal space?

If liminality may point to a thirdspace in architectural praxis, how is space defined in theories of liminality? In the literature referred to in this paper, space means the interrelationship between physical attributes and different temporal, philosophical, political, social or historical dimensions .

All the authors referred to in the research challenge unitary conceptions of space. They establish their discourse in-between two positions or juxtapose a dominant idea with a marginal discourse. A dynamic tension between the first proposition and its alternative, marginal viewpoint arises. Yet this juxtaposition reinforces the dialectic interaction between the positions rather than a duality of opposites. Several of the authors therefore advocate an inter-cultural, inter-disciplinary and hybrid approach for exploring practice through alternative, though interconnected views.

As a consequence of the multi-faceted nature of liminality, I constantly shift between different dimensions of liminality including the zone between; the physical and the conceptual; people and space; the artist and the audience; one practice and its marginal alternative.

Theories and theorists of liminality

Traditional conceptions of reality differentiate between forms of knowledge, experience and practice. In contrast, liminality is associated with the zone of blurring and juxtaposition between different theories and practices. This approach is the hallmark of Post theories and theorists including: Post Modernism / Gianni Vattimo; Post Feminism / Luce Irigaray; Poststructuralism / Michel Foucault; and Post Colonialism / Homi Bhabha . However, is it possible to articulate a thesis on liminality that, by its nature, exists within a blurred zone? How can the postmodern author describe the subject that resists knowing ?

In van Gennep. s rite of liminality, the . liminal zone is potentially dangerous as the individual is between social roles. . Sylvia Söderlind also warns of the dangers in centralising the discourse of marginality in Postcolonial literature, which is often written by authoritarian groups that condemn the marginal to their inferior position . While this subaltern or marginal position may reassert the authority of one discourse or group over another, the oppressed group can also use their marginality to subvert the hegemony of authority . This is looking at life through being other. To give an example of this process in practice, I must constantly challenge my position as an architect (my dominant profession) using the alternative theories, practices and experiences of installation art (exploring the subaltern life of the building occupant or illegal architect).

Installation Art as a Practice of Liminality

To explore user experience further, a number of designers and architects move beyond the discipline of architecture to examine its relationship to contemporary art practices. C. Thomas Mitchell believes that architects and designers can learn from contemporary installation art practices that reinforce user experience and design process over modernist conceptions of architectural form . This . contextual design. replaces a concern for the architectural object with experiential, ambient context. Mitchell is influenced by design theorist John Chris-Jones. concept of . Softecnica. , an emphasis on the soft, intangible processes characteristic of electronic technologies. Architect and educator Jonathan Hill also affirms the experiential aspects of installation art practice . He describes the way people occupy and appropriate architecture as . a liminal space. .

Nevertheless, this literature often conceals the philosophical assumptions of this approach, and the specific ways of actioning this liminality in practice in response to user participation. When exploring the issues of liminality, I find myself again and again returning to the tactics and techniques of praxis. Architects Paul Lewis, Marc Tsurumaki and David Lewis describe tactics as . the modes of creative opportunity that operate within the gaps and slips of conventional thought and the patterns of everyday life. . Installation art denotes a place of slippage for architectural practice, revealing ways of looking at space and user experience as a form of art in itself . What tactics do we use to find our way into this architectural practice of liminality?

A preliminary exploration in liminal praxis


As an architect, I am commissioned to conceive of space and structure for other peoples. inhabitation and occupation. This approach presumes peoples. interactions are defined in response to the structural framework established by the architect. In my experimental installation praxis at a local street festival, I wondered if architects could encourage people to not only inhabit and occupy structure but to create their own spaces. The installation contained boxes that were appropriated by people to make social spaces for eating and chatting, as impromptu stages for dancing, and at the initiation of a performing stilt walker, as objects for destruction by gleeful children .

In this sense, I want to extend architecture beyond Hill. s definition of a subject occupying an object to one of a subject creating, occupying, and even destroying a space. Hill hints at this by stating that . [a]rchitecture may, paradoxically, be most suggestive when we do not know how to occupy it. . Perhaps, if users can do more than occupy architecture, but create their own spaces over time, we can develop possibilities for a praxis of liminality between people and space. ill

The Conflict Between Architectural Structure an Liminality
One of the strongest impediments to an architectural praxis of liminality resides in the fixed nature of architectural structure, conception and procurement. This is reinforced conceptually by Luce Irigaray in her text The Forgetting of Air in Martin Heidegger (1999). Irigaray provides a subaltern, liminal view of architectural dwelling and the seminal philosophies of Being described in the 1950s by Martin Heidegger. Martin Heidegger is an important figure who supplanted material and aesthetic conceptions of art and architecture with a concern for the relationship between people, space and being . Nevertheless, Heidegger. s approach often leads to a unitary, exclusive conception of space (Salmon 1989, p. 9). Irigaray believes this is because Martin Heidegger connects all aspects of life to a unitary notion of Being rather than differentiating between female beings and male beings . Consequently, this meta-discourse permeates Heidegger. s understanding of architectural dwelling as solid, inflexible and fixed . For example, Heidegger. s buildings arise out of the earth as heavy structure, manifested in the form of the ancient Greek temple .

Due to her criticisms of Heideggerian dwelling, Irigaray defines architecture and . architechné. as synonymous with a unitary, fixed, exclusive framework. She describes the portico and the cupola as containers made by men within which women are framed. Similarly, shell structures impose a clear boundary between inside and outside, and by implication, male inclusion and female exclusion . Thus fixed architectural structure conceptually embodies an inflexible and therefore unitary view of space. In contrast, Irigaray is interested in the fluid and ephemeral qualities of space that are concealed in stable notions of architectural dwelling . She uses the metaphor of air to describe the difference between fixed architectural structure and fluid, ephemeral space. For Irigaray, air is associated with open conceptual possibilities.

How does an architect make space in non-structural, open ways, when architecture is synonymous with fixed building structure? This involves more than the direct, metaphoric translation of physical openness and flexible structure, as reiterated by Jonathan Hill . For Hill, it involves a re-conceptualisation of architectural relationships using different media and rather than traditional, fixed conceptions of building form . That is, other media like text and art can also explore the kinds of person-environment relations particular to architectural concern.

The fluidity of making space and liminality

Traditional architectural practice clearly demarcates between building conception, procurement and the inhabitation of architectural structure. On the other hand, theories of liminality point towards the zone of blurring between the making and experience of spaces. Many seminal artists using installation media in the 1960s made works within a site, and extended this experimental attitude to the experience and manipulations of the work by the audience (Reiss 1999, p. 64). As noted by Allan Kaprow, this experimentation on site provided an openness that naturally subverted the overriding presence of . an architectural enclosure. . As the work evolved on site, many gallery and museum curators would only experience the work immediately prior to the opening.

Not all artists, galleries and museums associated with installation practice work in this way. Many artists commission other people to make their work , while some galleries often prevent artists from installing or changing their own work on site (Reiss 1999, p. 155). These artists and / or curators create exact drawings and scale models of the installations as objects prior to construction. During my experimental installation praxis in a Brisbane museum, I found this differentiation between art conception, art making and art installation affects the participatory aspects of the work. This differentiation was embedded in museum policies that prevented me from significantly altering the work on site to respond to audience participation once the installation was open to the public (Smith 2000b). Paradoxically, the museum curators positively embraced the concept of an ephemeral, interactive artwork. Perhaps this is why Jeff Kelley believes that installation artists often parachute into a site with their objects . According to art historian Julie Reiss, there are many different interpretations of audience participation in installation art .

Installation artists confront many similar constraints to architects, including the problems of public safety and funding (Reiss 1999, pp. 145-155). In the gallery context, installation art reminds me of contemporary architectural production, which differentiates between the design process through drawing and construction. Advances in representative drawing techniques in the sixteenth century enabled architects to resolve their design away from the site . According to Edward Robbins, this move away from construction made architecture a hierarchal, gentlemanly profession comparable with the intellectual, scientific pursuits of mathematics and writing. Architects could emulate an admired painter like Leonardo Da Vinci . who sits in great comfort before his work& He can be dressed as well as he pleases and his house can be clean and filled with beautiful paintings. . If installation art differentiates between conceptualisation, messy art making and site installation, is it also a gentlemanly act that denies the contributions by other people beyond the studio? Does this mean that installation art cannot create the fluid, ephemeral spaces Irigaray describes as metaphoric air?

Spaces and Sites of Liminality

The context within which installation works are sited contribute to the works marginality and liminality within the art world. Installation art emerged as a politically engaging, radical art form in the 1960s and 1970s that defied the aesthetic and elitist status of galleries. Installations were therefore sited in alternative spaces to the spaces of mainstream art society . One contemporary example is Rachel Whiteread. s House , a temporary cast of a demolished house in a London suburb. Reiss believes that work which occurs in non-gallery contexts can maintain its marginality more than gallery works whose political effectiveness is often negated by gallery curators and policies .

As reinforced in my experimental praxis, the different sites of the street festival and the museum afford contrasting possibilities for artistic interaction and experimentation. Michel Foucault describes both the festival and the museum as . heterotopias. . Heterotopias refer to, but differ from, other spaces in mainstream society. This is illustrated in the cinema heterotopia, a three-dimensional container that differs from the complex interrelationships portrayed on the two-dimensional films within it . As the heterotopia always relates to another space it cannot be considered distinct from it. Its liminality therefore resides within its simultaneous interconnection with, and difference from, everyday space. Both the festival and the museum cause . temporal discontinuities. . While the museum aims to freeze time, festivals are completely transitory even if they occur on an annual basis. An artwork that is ephemeral in its conception, construction and reception will create tensions in a museum that, by its nature, stops time.

The relationship between spaces and practices of liminality
Placing an ephemeral installation in a static museum is a subversive act, however, its political effectiveness may be eroded to some degree . Julie Reiss therefore implicates the mainstream art spaces in . Installation art. s evolutionary arc towards the conventional, the final move to the centre. . As an architect, the museum installation offered an alternative site to my traditional architectural experience of creating building structure. However, as an installation artist, the museum became a mainstream space of the art world centre. Installation art located in spaces like the street festivals remains marginal to the art world and therefore reveals the openness and experimentation characteristic of liminality. This confirms that certain spaces and spatial practices are more conducive to a practice of liminality that explores architectural relations.

The relationship between the spaces and practices of liminality is illustrated in the approaches of Italian architectural group Stalker. Stalker are interested in disused and physically marginal, urban spaces where people appropriate and occupy space beyond architectural practice norms . Within these spaces, Stalker believes that architecture can be manifest as events and acts of occupation rather than building form alone. Stalker adopt the artistic practice of the d. erive, developed by the internationalist Situationalist group in the 1960s. The d. erive involves moving through and investigating the social conditions of the spaces of the city in an exploratory manner . For Stalker, architecture can be more than building: rather, exploratory, critical art practice becomes architecture when it explores the subject-object relations of marginal urban spaces.

Fluctuating spaces, practices and media

Architectural and art practices located in public spaces implicitly and explicitly question the social and political context. To respect the diverse and changing relationships between different people and spaces, a praxis of liminality must encourage diversity. Architect Jeremy Till believes that the complex social, political and economic factors affecting individuals in communities mean that there cannot be a unitary, cohesive conception of community or architectural form. We must aim, instead, for . architectures of the impure community. . Similarly, relationships between people and public space change over times according to fluctuating social and political realities . Different sites also have different dimensions of public access. These issues are reflected in many political and temporary artworks in public places. Many multi-media, installation works blur the boundaries between political activism and art practice . Thus public space is more than an agglomeration of buildings and the physical spaces between buildings, but the amorphous political relationships between people and space.

Marginal Ornamentation and Central Architectural Structure
Issues of marginality also play a powerful part in our reception of, and interaction with, art and architecture. Philosopher Gianni Vattimo describes ornamentation as another kind of practice that is traditionally marginalised within architectural structure and space. Unlike Irigaray, Gianni Vattimo believes Martin Heidegger. s texts allow for marginal possibilities. Vattimo asserts that Being, a normally marginal event in our lives, is a central concern in Heidegger. s philosophy . That is, conceptual issues and experiences fluctuate between the conditions of centrality and marginality.

This centre / margin dialectic has implications for understanding Heidegger. s discourse on architecture and art. Vattimo believes that ornament that is normally considered marginal and background to architectural structure becomes of monumental significance in our experience of it . Other theorists also recognise that ornament helps people to appropriate and identify with the built environment . These theorists describe ornament as more than surface decoration; rather, ornament is an expression of person-environment relationship and thus helps to situate architecture within its social-cultural contexts.

How is ornamentation a liminal practice?
Vattimo directly connects ornamentation to contemporary art practices that make marginal experiences in our lives the central content of the art . I found this margin / centre dialectic to be embedded in the interactive act of audience participation beyond the subject matter of installations or artistic intention. In my festival installation, people interacted with installation elements in inventive ways when their actions were marginal to their social activities, and when the elements they appropriated resembled objects of familiar use. For example, people appropriated installation boxes as resting seats and tables for the adjacent food stalls. Similarly, a blackboard element in the museum installation seemed to be less important as an object than the act of writing and sketching upon it with friends.

Nevertheless, there is a moment of decision when an individual decides to appropriate the art, and for that moment, it becomes a central object under the gaze of the individual. The margin / centre dialectic is embedded in the practices of making and everyday experience that become the world of the illegal architect.

Blurred Genre and Liminality
In the world of the Post, subaltern authors aim to constantly shift possible views of reality using, for example, anthropologist Clifford Gertz. s model of blurred genre or sociologist Dan Rose. s ethnographic poetics . Using these approaches, the theorist explores human cultural diversity by assimilating and juxtaposing her own life with another cultural perspective, as is characteristic of art practice . As previously noted, Jonathan Hill suggests that architectural relations may be found within other artistic practices. Similarly, Homi Bhabha and Clifford Gertz use artistic practice to probe the liminal, inter-cultural aspects of human experience as contemporary concerns of anthropology and sociology . The emphasis is not on the outcome of the artistic practice per se but the insight provided into human experience. Rather than focus on the limitations of particular forms and disciplinary practices, the Post condition subverts, appropriates and juxtaposes different genre to provide other ways of seeing spatial and cultural diversity. By implication, architecture and art might no longer be prescribed by specific outcomes, and instead become diverse media through which we explore human experience of space and time.

Prior to the advent of scientific, modern and hierarchical conceptions of knowledge, architecture was considered synonymous with other fine arts . In the hybrid world of the Post, many contemporary artists now make architecture and space the subject of their artistic media. Nevertheless, Pearman criticises the reverse act of . architects making lame installations when they should be doing buildings. (Pearman 2000, p. 42). This attitude implicitly reflects a concern for the art object and its correlation with canons of artistic worthiness as defined by art institutions. Paradoxically, this comment resembles the criticism made against installation art practice when it emerged in the 1960s (Reiss 1999, p. 83). The participatory relationship between people and site is now recognised as the defining aspect of installation genre rather than the aesthetic qualities of the objects per se (de Olivera, Oxley & Petry 1993, p. 11;Reiss 1999, p. 149). Nevertheless, certain approaches are more directly affiliated with installation art. s developmental lineage as a marginal approach.

Architecture as hybrid practice
Signs of interdisciplinary practice are emerging within architectural practice as ways of exploring the zone of blurring between traditionally isolated traditions. The architect Amerigo Marras refers to the in-between as a cross-disciplinary, hybrid approach to ecology, technology and the built environment (1999, pp. 3-4). Marras terms his hybrid view of architecture and ecology . ECO-TEC. . Another example of a hybrid practice model is the London art-architecture firm muf whose portfolio is noted for its distinct absence of building objects . Instead, muf respond to the specific experiences of local communities using . an architectural notation which swells to absorb subject matter traditionally censored out of architecture. . Their work includes installation practice and built intervention into urban landscapes. For example, muf created dancing platforms in London. s Southwark Street in response to children. s requests . By avoiding traditional practice models within their community operations, muf develops beyond the unitary assumptions of space and architectural outcome.

Liminality and the Architectural Project
To explore architecture using a praxis of liminality requires a re-conceptualisation of architecture from building object to person-environment relations. As practicing designers, we also need to explore new ways of making space that facilitate this conceptual zone of blurring between people and place. Theories of liminality posit the ephemeral, the hybrid and the social as conceptual priorities in the design process, and these concerns are manifest in certain contemporary art theories and practices. How architects subvert and translate these media into the design process requires further theoretical and practical exploration. Both architects and installation artists confront many political issues within traditional practice, including structural and legal limitations, which defy the fluid political and exploratory qualities of liminality. Nevertheless, these concerns will help us to find the place of slippage characteristic of the allusive and amorphous zone of liminality.

martes, 25 de septiembre de 2007

Entrevista a Judith Butler "EL DESEO COMO FILOSOFÍA " por Regina Michalik


Judith, Ud. se denomina feminista - ¿Cómo identifica su trabajo? ¿Considera que hacer filosofía es parte del movimiento feminista? ¿Es simplemente su trabajo? ¿O es algo político?

A veces es simplemente un trabajo filosófico, a veces es un trabajo político. Supongo que no es sólo político. Desde muy temprana edad he estado enseñando sobre feminismo, escribiendo acerca de temas feministas. Mi disertación fue sobre 'el deseo' que es una cuestión política, pero también filosófica. Siempre me he interesado por la tradición de la libertad sexual en el feminismo. Me han preocupado mucho las propuestas muy normativas o muy represivas del feminismo. Estoy en contra de las normativas y a favor de la libertad sexual. Siempre he odiado ese dicho que afirma que el feminismo es la teoría y el lesbianismo debe ser la práctica. Les quita sexualidad a las lesbianas. Yo me hice lesbiana a los catorce años y no sabía nada de política. Me hice lesbiana porque quise alguien muy profundamente. Y luego me hice política a partir de ello, pero como resultado. Odio ese dicho, porque creo que las mujeres bisexuales y heterosexuales dentro del movimiento feminista deben ser respetadas, conjuntamente con sus deseos

Ud. es protagonista del movimiento "queer"* y lo ve como radicalmente democrático y sexualmente progresista

Si, pero no siempre es democrático, puede caer en los mismos patrones que otros movimientos. Cuando surgió realmente suspendía la cuestión de identidad. Algunas personas dicen que es un juego moderno, jugando a los sexos y ese tipo de cosas. No creo que eso sea verdad. Creo que políticamente es la bancarrota de las políticas de identidad y que demuestra que debemos pensar como coalición para que las cosas se hagan. Que no importa con quién dormimos. El movimiento queer era anti institucional con una crítica a la normalización: uno no tiene que volverse normal para convertirse en alguien legítimo.
Para mí "queer" es un expresión que desea que uno no tenga que presentar una tarjeta de identidad antes de ingresar a una reunión. Los heterosexuales pueden unirse al movimiento queer. Los bisexuales pueden unirse al movimiento queer. Ser queer no es ser lesbiana. Ser queer no es ser gay. Es un argumento en contra de la especificidad lesbiana. Que si soy lesbiana tengo que desear de cierta forma, o si soy gay tengo que desear de cierta forma. Queer es un argumento en contra de cierta normativa, de lo que una adecuada identidad lesbiana o gay constituye.

El movimiento feminista de los Estados Unidos había sido un ejemplo para nosotras durante largo tiempo. Fue militante, fue fuerte. Actualmente, este tipo de movimiento colectivo parece no existir. Ahora más bien son los individuos que pelean. Individuos que trabajaban juntos de tiempo en tiempo.

Depende de lo que se está buscando para encontrar el movimiento. Yo diría que el movimiento para obtener derechos reproductivos ha sido fortalecido, de cierta forma, por la elección conservadora. Existen dos organizaciones nacionales muy fuertes que tratan de garantizar los derechos reproductivos y son muy efectivas. Creo que la organización nacional para la mujer es muy efectiva, así como otras. El problema es que existen enormes diferencias culturales entre feministas. Tienen que ver con la sexualidad y con la raza. Siempre tenemos el problema de cómo ubicar al movimiento anti pornográfico dentro del feminismo y el movimiento contra el acoso sexual. La ley de acoso sexual es muy importante, sin embargo creo que sería un error que la ley sobre acoso sexual fuese la única forma que los medios de comunicación conozcan al feminismo. Así ellos pueden creer que es un movimiento de pureza sexual y no uno de libertad sexual. Los medios más populares describen al feminismo como un movimiento de pureza sexual.

El otro problema es que siempre se ha visto como un movimiento de la burguesía blanca. Si se busca a las dirigentes, es casi seguro que esto sea cierto pero no es completamente la verdad. Creo que hay dos razones que sostienen esa creencia : una tiene que ver con el anti feminismo en las comunidades minoritarias y el temor de que el feminismo las aleje de las preocupaciones y prioridades definidas por (las) esas minorías. La segunda es que el feminismo no ha establecido coaliciones efectivas con grupos antiraciales.

El liberalismo en los Estados Unidos se basa mucho en la identidad. Perteneces a un movimiento de mujeres o a la asociación nacional para la promoción de las personas de color. Siempre se afirma: esta es mi identidad y es donde pertenezco. Así que si una es una mujer de color, tiene que elegir. O, tienes que ir a más y más reuniones hasta agotarse. El problema es que el liberalismo americano hace que todos tengan que elegir una identidad demasiado deprisa y una identidad muy estrecha. Por ejemplo, en el activismo del SIDA con relación a toda la crisis en Africa para obtener medicinas a precios razonables, no hay una organización gay fuerte que se esté preocupando por este tema. Las organizaciones importantes ahora están luchando por obtener el derecho a casarse.

¿Esto no será un problema de los Estados Unidos en su totalidad, muy enfocado en sí mismo, mirando sólo a los Estados Unidos, o simplemente a su propio estado dentro de los Estados Unidos?

Tiene razón. A veces mira a otros países, por ejemplo con el asunto de los derechos humanos. Pero luego tiende a imponer su propio programa cultural a otros países. Y, como americana activista de los derechos humanos tengo que ser muy cuidadosa y aprender cómo hacerlo. Cuando algo como una ideología de internacionalismo ocurre, casi siempre es una ideología de americanismo. Casi siempre es la noción de que los Estados Unidos sabe lo que son los derechos humanos, -a pesar de su propia cultura racista- y realmente, exportan esta noción. Creo que tiene que ver con la trasmisión cultural: como nos posicionamos frente a los demás, lo que significa aprender otro idioma, no sólo otro idioma, otro leguaje político, como la gente organiza, como funcionan políticamente, como establecen sus reivindicaciones.

No sólo en un mismo país hay grandes diferencias. Tampoco existe un movimiento feminista americano, como no hay un movimiento feminista alemán. Tuvimos la experiencia con la forma de pensar de las feministas occidentales que creyeron que podían decirles a las mujeres de Alemania Oriental lo que tenían que hacer y lo que es ser feminista. La interrogante es: ¿cómo trabajamos en conjunto con tantos movimientos feministas diferentes? ¿Cuál podría ser el punto en común?

Existen algunas diferencias que probablemente no puedan superarse. Pero el punto es que las feministas deben trabajar en coaliciones. Existe una tradición de este tipo de trabajo en el movimiento de derechos civiles en los Estados Unidos, con coaliciones entre grupos de iglesias y grupos radicales totalmente anti religiosos. Se lograron superar las diferencias para combatir el racismo porque entendieron cual era su meta común. Esta idea de coaliciones no es común en los movimientos de la mujer. No es sólo la culpa de las mujeres, sino de los gobiernos, de la forma que uno adquiere legitimidad, la forma en que se adquiere reconocimiento. El gobierno favorece cabildeos con grupos de interés promoviendo acuerdos y esto trabaja en contra de las coaliciones. Creo que esto no es así en la mayoría de los países europeos. Hay que formar coaliciones para obtener los votos que se necesitan.

Otra gran diferencia entre Europa y América se refiere al liberalismo. En Europa, especialmente las feministas italianas de Milán, dicen que algunos derechos son específicos. La diferencia sexual es parte crucial de la naturaleza humana y por lo tanto hay que dar a las mujeres cierta cantidad de posiciones. Las mujeres han sido históricamente privadas de estas posiciones y ahora la obligación del gobierno es que puedan lograr la igualdad.

En los Estados Unidos la lucha por los derechos es liberal en otro sentido. No es liberal en el sentido que el liberalismo significa libertad. Es liberal en el sentido que no es radical. No se interesa en una transformación social radical. Se interesa en obtener el acceso a derechos existentes. Y en asegurarse de que los derechos existentes sean distribuidos en forma equitativa. En los Estados Unidos como la política se basa en los derechos, generalmente es muy, muy normativa. Este es el problema con el caso de los matrimonios gay. La lucha por matrimonios gay ha hecho invisible casi toda otra consideración sobre el tipo de arreglos sexuales que los seres humanos quieren tener las diferentes relaciones de parentesco que pueden haber. Deberíamos pensar en forma más radical acerca de la transformación social de las instituciones.

¿Qué hay de la biotecnología como forma de transformación social? Las feministas están en contra de la biotecnología y la posibilidad de producir niños tecnológicamente. Pero, ¿no debería haber una lucha feminista a favor de la biotecnología y la posibilidad de tener niños solas y de esta forma no reproducir la manera de pensar binaria de masculino y femenino, el viejo sistema heterosexual?

No. No para mí. Estoy en contra de lo que llamamos ingeniería social de todo tipo. No debemos estar seleccionando los tipos de seres humanos que deben hacerse. Y no creo que debemos luchar por la biotecnología para poder superar la heterosexualidad. El punto es que sólo los heterosexuales utilizan la tecnología de la reproducción todo el tiempo. Cuando una pareja heterosexual quiere tener niños generalmente obtienen acceso de una forma u otra a la tecnología de la reproducción. Pero me pregunto ¿se le da a las parejas gays o a las mujeres solas el mismo acceso a ese tipo de tecnología? Para mí es una cuestión de políticas de acceso.

Tal vez es cómo se cría al niño lo que hace a la diferencia de género, o los papeles que tienen las madres y los padres. Lo que encuentro realmente triste es que frecuentemente se le prohibe a gays o a mujeres lesbianas o solas el adoptar a un niño, cualquier niño refugiado, debido a las políticas internacionales de adopción. Las organizaciones internacionales de adopción no consideran a una pareja de lesbianas o de gays. Y no consideran a una mujer sola, o sólo a veces. Incluso dos mujeres que son pareja tendrían que mentir asumiendo que sólo una de ellas estaría adoptando al niño, lo cual generaría muchos problemas, legales y psicológicos. Hay cantidad de niños que necesitan un hogar y hay muchas parejas gay y lesbianas que quieren adoptar niños, es terrible que no existan medios institucionales por los cuales se pueda lograr esto. Supongo que muchas veces las mujeres lesbianas recurren a la reproducción asistida, porque se les prohibe adoptar un niño por ley. O, no pueden encontrar una agencia que las represente. También algunas mujeres quieren tener su propio niño biológico por alguna razón. Debo decir que nunca lo pude entender. Pero obviamente debe respetarse. Existen alianzas con hombres gay. El hombre gay ofrece su semen y puede convertirse en parte del parentesco más amplio, ella no necesita tener relaciones sexuales con él para tener el semen. Este nuevo sistema de parentescos es muy interesante. Por eso no me interesa la ingeniería social, me interesa el acceso igualitario a las tecnologías reproductivas y me interesan las nuevas formas de parentesco.

¿Cómo es la situación legal en los Estados Unidos?

Varia de Estado a Estado. Cuando una es madre lesbiana en Virginia y tiene problemas con la ley, el juez puede quitarle a su niño por considerarla una madre 'inadecuada'. Allí no se puede adoptar si se sabe que es lesbiana. Yo vivo en el Norte de California. Vivo en el paraíso. Pero aún así, yo fui rechazada por la agencia de servicios sociales que me correspondía porque no tenían una categoría para mí cuando adopté a mi hijo. Me respondieron: parece una buena madre, pero no tenemos una categoría para que las lesbianas puedan adoptar, por lo tanto no la podemos aceptar. Y el juez tuvo que revertir esta decisión, así que en mi caso tuve suerte. Pero podría haber estado en otra parte de California donde el juez hubiera dicho que no.

El feminismo cambió mucho: hay menos mujeres en la calle, menos acciones concretas, menos manifestaciones, menos militancia en el sentido antiguo. ¿Cree que necesitamos pensar más, tener más filosofía? ¿El movimiento feminista, debería invertir más tiempo en la filosofía?

Nunca pensé que mi trabajo sería leído por mucha gente. Soy densa, soy abstracta, soy esotérica. ¿Por qué sería popular? Pero políticamente es importante que la gente se pregunte '¿Qué es posible?' Y que crean en la posibilidad. Porque sin el movimiento de la posibilidad, no hay movimiento hacia adelante. La idea de que la gente pueda vivir su género de forma diferente, o que pueda vivir su sexualidad de forma diferente, que pueda haber lugar para una vida políticamente informada, feliz, placentera, sustentable, vivible, fuera del escondite. La filosofía hace pensar a la gente en posibles papeles, les proporciona una oportunidad de pensar el mundo como si fuera de otra forma. Y la gente lo necesita. Durante mi trabajo en el movimiento de derechos humanos, vi que los activistas se quemaron muy rápidamente, se agotaban totalmente y luego siempre querían volver a la escuela, querían leer. Las lecturas los llevaron de vuelta a lo que creían. Les proporcionó imágenes y visiones de futuro. Creo que un movimiento tiene que tener vida, tiene que tener una vida intelectual, de lo contrario sólo repetirá algunos de sus términos. Debe tratar de revisar sus propias creencias a la luz de las nuevas circunstancias políticas.

¿Cree Ud. que el impacto político de la filosofía es subestimada?

Marx era un filósofo, y Engels y Emma Goldman y Rosa Luxemburgo.

Tiene razón, pero hablando de Rosa Luxemburgo, no fue su filosofía, sino sus acciones concretas en las calles las que tuvieron impacto en la política.

Sí, es verdad. Pero fueron acciones realizadas por principios. ¿De dónde surgen nuestros principios? Existe un deseo por la filosofía, un deseo muy popular.

Y Ud. como filósofa es muy popular también.

Sí, lo sé. Pero no siempre en un sentido positivo. A veces me utilizan como una especie de ejemplo de la monstruosidad. Tiene que ver con puntos de vista homofóbicos o explícitamente anti semitas o misóginos. Tal vez le preocupa a la gente que sea tan claramente lesbiana, y no una lesbiana femenina. Mi tesis sobre la construcción social parece asustar a la gente, la idea de que el sexo es culturalmente construido. Parecen tener miedo de que estoy evacuando cualquier noción de lo real, que hago creer a la gente que sus cuerpos no son reales o que las diferencias sexuales no son reales. Creen que soy demasiado carismática y que estoy seduciendo a los jóvenes. Pero también que marco una generación entre las feministas mayores y una generación más joven de pensamientos "queer" y temen que pueda haber una brecha. Soy anti puritana, no soy la típica profesora. Me recibí de profesora a una edad muy temprana, a los 34 años. Y, además, existe una especie de anti americanismo en la gente, aunque creo que podría ser un error de catalogarme como un ejemplo del imperialismo americano o del imperialismo cultural americano.
La parte judía es muy importante también.

¿Es importante para Ud. personalmente?

Ha tenido influencia en mi marco ético y político y aún lo tiene. No soy religiosa, pero practico algo. Y quiero que mi hijo lo aprenda como una tradición cultural más que como una práctica religiosa.

Soy una buena chica judía del Medio Oeste, con bastante buena educación. Mi familia era de Hungría y de Rusia y mantuvieron vínculos con Europa. Muchos de mis familiares vivieron allí en la década del treinta y se murieron durante la Guerra. Mi abuela siempre fue muy clara y quiso que yo volviera a estudiar a Europa, así que vine a estudiar a Heidelberg en 1979. Mi madre y su generación estaban preocupadas por mi viaje a Alemania y pensaron que podría ser difícil siendo judía. Pero mi abuela me dijo: "Sí, anda a Alemania. Los judíos siempre fueron a estudiar a Praga, a Berlín, sí, anda."

Y aquí esta de vuelta. Muchas gracias por venir, Judith.




Judith Butler es Profesora de Filosofía en los Departamentos de Retórica y de Literatura Comparada en la Universidad de California, Berkeley (véa: cinemaspace.berkeley.edu/Film_Studies/Rhetoric/dept/rhet-home.html).


* Nota de editora:
la traducción convencional de queer, sería "homosexual" sin embargo en este contexto se refiere más bien a una actitud "no conformista" o "disidente" .
"Queer" es un término generado en una cultura diferente el cual no tiene un equivalente que nos acerque, de manera inmediata, al sentido que en inglés evoca. El movimiento "queer" refiere a una corriente de pensamiento y de estudios para la comprensión de la diversidad de sexualidades y expresiones culturales. El elemento definitorio de los estudios queer proviene de una posición de resistencia. (Tomado de "Debate Feminista" Año 8, Vol. 16, octubre de 1997, México)

"SOMOS LOS DUEÑOS DEL MUNDO" por Noam Chomsky


Un impasse cada vez más precario entre Washington y Teherán


En las sociedades toscas y brutales, la Línea del Partido es proclamada públicamente, y debe ser obedecida. De lo contrario, uno debe atenerse a las consecuencias. En las sociedades donde el Estado ha perdido la capacidad de controlar por la fuerza, la Línea del Partido no es proclamada. Más bien, es presupuestada, y un vigoroso debate es alentado dentro de los límites impuestos por la inexpresada ortodoxia doctrinaria.

El sistema tosco conduce a una natural incredulidad. La variante sofisticada ofrece la impresión de apertura y libertad, y sirve para imponer la Línea del Partido como algo más allá de toda cuestión, incluso más allá de todo razonamiento. Es como el aire que respiramos.

En el cada vez más precario impasse entre Washington y Teherán, una Línea del Partido confronta a la otra. Entre las bien conocidas víctimas inmediatas están los detenidos iraníes-norteamericanos Parnaz Azima, Haleh Esfandiari, Ali Shakeri y Kian Tajbakhsh. Pero el mundo entero es un rehén en el conflicto Estados Unidos-Irán, donde, después de todo, las apuestas son nucleares.

De manera que no sorprende a nadie que el anuncio del presidente George W. Bush de un “surge” o incremento de tropas en Iraq como reacción al pedido de la mayoría de los estadounidenses de iniciar una retirada, y las aún más fuertes demandas de los (irrelevantes) iraquíes, fuera acompañado de ominosas filtraciones sobre combatientes que actúan desde bases iraníes y que usan en Iraq artefactos explosivos fabricados en Irán. El propósito sería desbaratar la victoria de Washington, la cual es —por definición— noble. Luego le siguió el anticipado debate: los halcones dicen que debemos adoptar violentas medidas contra este tipo de interferencias foráneas en Iraq. Las palomas replican que primero debemos asegurarnos de que la evidencia es verificable. El debate puede continuar sin parecer absurdo siempre que contemos con la tácita suposición de que somos los dueños del mundo. Por consiguiente, la interferencia está limitada a aquellos que estorban nuestros objetivos en un país que invadimos y ocupamos.

¿Cuáles son los planes del cada vez más desesperado compadrazgo que mantiene un estrecho poder político en los Estados Unidos? Declaraciones amenazantes, off-the-record, de miembros del equipo del vicepresidente Dick Cheney han aumentado los temores de una expansión de la guerra.

“Uno no quiere dar argumentos adicionales a los nuevos locos que dicen, ‘vayamos y bombardeemos Irán’ ”, dijo el mes pasado a la BBC Mohamed ElBaradei, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica. “Cada mañana me despierto y leo que otros 100 iraquíes, civiles inocentes, han muerto”.

La Secretaria de Estado norteamericana, Condoleeza Rice, que parecería estar enfrentada a los “nuevos locos”, intenta, al parecer, buscar una vía diplomática con Teherán. Pero la Línea del Partido permanece, sin cambios. En abril, Rice habló sobre lo que pensaba decir en caso de encontrarse con su homólogo iraní Manouchehr Mottaki en la conferencia internacional sobre Iraq a efectuarse en Sharm el Sheikh. “¿Qué necesitamos hacer? Es bastante obvio”, dijo Rice. “Paren el flujo de armas a los combatientes extranjeros, paren el flujo de combatientes extranjeros que cruzan las fronteras”. Por supuesto, se refería a los combatientes y armas iraníes. Los combatientes y armas de Estados Unidos no son “extranjeros” en Iraq. Ni en cualquier otro lugar. La premisa tácita que subyace a su comentario, y virtualmente a toda discusión pública sobre Iraq (y más allá) es que somos los dueños del mundo. ¿No tenemos el derecho de invadir y destruir un país extranjero? Por supuesto que lo tenemos. Eso es algo dado. La pregunta es: ¿funcionará el envío de más tropas? ¿O alguna otra táctica? Tal vez esta catástrofe nos está costando demasiado. Y esos son los límites de los debates entre los candidatos presidenciales, el Congreso y los medios de difusión, con raras excepciones. Esa es parte de la razón de que los debates sean tan poco categóricos. Los temas básicos no son discutibles. Sin duda alguna Teherán merece una fuerte condena, ciertamente por su severa represión doméstica y la inflamatoria retórica del presidente Mahmoud Ahmadinejad. Sin embargo, es útil preguntar cómo habría actuado Washington si Irán hubiera invadido Canadá y México, derrocado a los gobiernos de esos países, asesinado a decenas de miles de personas, desplegado importantes fuerzas navales en el Caribe y lanzado amenazas creíbles de destruir a Estados Unidos si no terminaba inmediatamente con sus programas de energía nuclear (y armamentos). ¿Habríamos observado la situación con tranquilidad?

Después que Estados Unidos invadió Iraq, “si los iraníes no hubieran intentado fabricar armas nucleares, estarían locos”, dice el historiador militar israelí Martin van Creveld. Seguramente ninguna persona sana desea que Irán (o cualquier otro) desarrolle armamento nuclear. Una solución razonable a la crisis permitiría a Irán desarrollar la energía nuclear, según sus derechos, de acuerdo con el Tratado de No Proliferación, pero no armas nucleares.

¿Es ese desenlace posible? Lo sería, pero con una condición: que Estados Unidos e Irán fuesen sociedades democráticas que funcionen a plenitud, en las cuales la opinión pública tenga un impacto importante en la política, superando el enorme abismo que ahora existe en muchos asuntos críticos, incluyendo este. La solución razonable tiene un apoyo abrumador entre los iraníes y los estadounidenses, quienes están de acuerdo en general sobre los asuntos nucleares, según encuestas recientes del Program on International Policy Attitudes, de la universidad de Maryland.

El consenso iraní-estadounidense se extiende a la completa eliminación de las armas nucleares en todas partes (82 por ciento de los estadounidenses). Y si eso no se puede conseguir, al menos resultaría importante “una zona libre de armas nucleares en el Medio Oriente que incluiría los países islámicos e Israel (71 por ciento de los estadounidenses)”.

Para un 75 por ciento de los norteamericanos, es mejor construir relaciones con Irán en vez de utilizar amenazas de fuerza. Estos hechos sugieren un posible modo de impedir que la crisis actual explote, tal vez incluso de una Tercera Guerra Mundial, como fue pronosticado por el historiador militar británico Correlli Barnett. Esa tremenda amenaza podría ser impedida persiguiendo una propuesta familiar: la promoción de la democracia.

Aunque no podemos llevar a cabo este proyecto directamente en Irán, podemos actuar para mejorar las perspectivas de valientes reformistas y opositores que intentan conseguir exactamente eso. Entre ellos se incluyen personas como Saeed Hajjarian, la Premio Nobel Shirin Ebadi y Akbar Ganji, y aquellos que usualmente permanecen en el anonimato, como los dirigentes gremiales.

Podemos mejorar las perspectivas para la promoción de la democracia en Irán por medio de un drástico cambio en la política de Estados Unidos, de tal modo que refleje la opinión popular. Esto implicaría retirar las amenazas que caen como maná del cielo para los sectores iraníes de línea dura, y son amargamente condenadas por aquellos iraníes que intentan promover la democracia. Podemos actuar para abrir algún espacio entre aquellos que buscan derrocar desde adentro la reaccionaria y represiva teocracia, en lugar de socavar sus esfuerzos por medio de las amenaza y del militarismo.

La promoción de la democracia, aun cuando no sea una panacea, sería un paso útil para ayudar a que Estados Unidos se transforme en un “accionista responsable” en el orden internacional (para adoptar el término usado por los adversarios), en lugar de ser objeto de miedo y de disgusto en la mayor parte de todo el mundo. Aparte de ser un valor en sí mismo, una democracia en funcionamiento en este país significa una promesa. Sería el simple reconocimiento de que no somos los dueños del mundo, sino que lo compartimos.

"HABLA TAMBIÉN TÚ..." de Paul Celan

Habla también tú
sé el último en hablar,
di tu decir.

Habla-
Pero no separes el No del Sí.
Y da a tu decir sentido:
dale sombra.

Dale sombra bastante,
dale tanta
cuanta en torno de ti tú sabes extendida entre
medianoche y mediodía y medianoche.

Mira en torno:
ve cómo alrededor todo se hace viviente
¡En la muerte! ¡Viviente!
Dice la verdad quien dice sombra.

Pero se estrecha ahora el lugar donde estás:
¿Adónde ahora, despojado de sombra, adónde?
Asciende. Tanteante, asciende.
Te haces más sutil, más irreconocible, más fino.

Más fino: un hilo
por el que quiere descender la estrella
para abajo nadar, al fondo,
donde se ve brillar: sobre móviles dunas
de palabras errantes.

"La era de la información: La red y el yo" por Manuel Castells


Tomo I, Economía, Sociedad y Cultura



Prólogo
-¿Me consideras un hombre culto y leído?
-Sin duda -replicó Zi-gong-. ¿No lo eres?
-En absoluto -dijo Confucio- Tan sólo he agarrado el hilo que enlaza el resto*.



Hacia el final del segundo milenio de la era cristiana, varios acontecimientos de trascendencia histórica han transformado el paisaje social de la vida humana. Una revolución tecnológica, centrada en torno a las tecnologías de la información, está modificando la base material de la sociedad a un ritmo acelerado. Las economías de todo el mundo se han hecho interdependientes a escala global, introduciendo una nueva forma de relación entre economía, Estado y sociedad en un sistema de geometría variable. El derrumbamiento del estatismo soviético y la subsiguiente desaparición del movimiento comunista internacional han minado por ahora el reto histórico al capitalismo, rescatado a la izquierda política (y a la teoría marxista) de la atracción fatal del marxismo-leninismo, puesto fin a la guerra fría, reducido el riesgo de holocausto nuclear y alterado de modo fundamental la geopolítica global. El mismo capitalismo ha sufrido un proceso de reestructuración profunda, caracterizado por una mayor flexibilidad en la gestión; la descentralización e interconexión de las empresas, tanto interna como en su relación con otras; un aumento de poder considerable del capital frente al trabajo, con el declive concomitante del movimiento sindical; una individualización y diversificación crecientes en las relaciones de trabajo; la incorporación masiva de la mujer al trabajo retribuido, por lo general en condiciones discriminatorias; la intervención del estado para desregular los mercados de forma selectiva y desmantelar el estado de bienestar, con intensidad y orientaciones diferentes según la naturaleza de las fuerzas políticas y las instituciones de cada sociedad; la intensificación de la competencia económica global en un contexto de creciente diferenciación geográfica y cultural de los escenarios para la acumulación y gestión del capital. Como consecuencia de este reacondicionamiento general del sistema capitalista, todavía en curso, hemos presenciado la integración global de los mercados financieros, el ascenso del Pacífico asiático como el nuevo centro industrial global dominante, la ardua pero inexorable unificación económica de Europa, el surgimiento de una economía regional norteamericana, la diversificación y luego desintegración del antiguo Tercer Mundo, la transformación gradual de Rusia y la zona de influencia ex soviética en economías de mercado, y la incorporación de los segmentos valiosos de las economías de todo el mundo a un sistema interdependiente que funciona como una unidad en tiempo real. Debido a todas estas tendencias, también ha habido una acentuación del desarrollo desigual, esta vez no sólo entre Norte y Sur, sino entre los segmentos y territorios dinámicos de las sociedades y los que corren el riesgo de convertirse en irrelevantes desde la perspectiva de la lógica del sistema. En efecto, observamos la liberación paralela de las formidables fuerzas productivas de la revolución informacional y la consolidación de los agujeros negros de miseria humana en la economía global, ya sea en Burkina Faso, South Bronx, Kamagasaki, Chiapas o La Courneuve.

De forma simultánea, las actividades delictivas y las organizaciones mafiosas del mundo también se han hecho globales e informacionales, proporcionando los medios para la estimulación de la hiperactividad mental y el deseo prohibido, junto con toda forma de comercio ¡lícito demandada por nuestras sociedades, del armamento sofisticado a los cuerpos humanos. Además, un nuevo sistema de comunicación, que cada vez habla más un lenguaje digital universal, está integrando globalmente la producción y distribución de palabras, sonidos e imágenes de nuestra cultura y acomodándolas a los gustos de las identidades y temperamentos de los individuos. Las redes informáticas interactivas crecen de modo exponencial, creando nuevas formas y canales de comunicación, y dando forma a la vida a la vez que ésta les da forma a ellas.

Los cambios sociales son tan espectaculares como los procesos de transformación tecnológicos y económicos. A pesar de toda la dificultad sufrida por el proceso de transformación de la condición de las mujeres, se ha minado el patriarcalismo, puesto en cuestión en diversas sociedades. Así,, en buena parte del mundo, las relaciones de género se han convertido en un dominio contestado, en vez de sor una esfera de reproducción cultural. De ahí se deduce una redefinición fundamental de las relaciones entre mujeres, hombres y niños y, de este modo, de la familia, la sexualidad y la personalidad. La conciencia medioambiental ha calado las instituciones de la sociedad y sus valores han ganado atractivo político al precio de ser falseados y manipulados en la práctica cotidiana de las grandes empresas y las burocracias. Los sistemas políticos están sumidos en una crisis estructural de legitimidad, hundidos de forma periódica por escándalos, dependientes esencialmente del respaldo de los medios de comunicación y del liderazgo personalizado, y cada vez más aislados de la ciudadanía. Los movimientos sociales tienden a ser fragmentados, localistas, orientados a un único tema y efímeros, ya sea reducidos a sus mundos interiores o fulgurando sólo un instante en torno a un símbolo mediático. En un mundo como éste de cambio incontrolado y confuso, la gente tiende a reagruparse en torno a identidades primarias: religiosa, étnica, territorial, nacional. En estos tiempos difíciles, el fundamentalismo religioso, cristiano, islámico, judío, hindú e incluso budista (en lo que parece ser un contrasentido), es probablemente la fuerza más formidable de seguridad personal y movilización colectiva. En un mundo de flujos globales de riqueza, poder e imágenes, la búsqueda de la identidad, colectiva o individual, atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social. No es una tendencia nueva, ya que la identidad, y de modo particular la identidad religiosa y étnica, ha estado en el origen del significado desde los albores de la sociedad humana. No obstante, la identidad se está convirtiendo en la principal, y a veces única, fuente de significado en un periodo histórico caracterizado por una amplia desestructuración de las organizaciones, deslegitimación de las instituciones, desaparición de los principales movimientos sociales y expresiones culturales efímeras. Es cada vez más habitual que la gente no organice su significado en torno a lo que hace, sino por lo que es o cree ser. Mientras que, por otra parte, las redes globales de intercambios instrumentales conectan o desconectan de forma selectiva individuos, grupos, regiones o incluso países según su importancia para cumplir las metas procesadas en la red, en una corriente incesante de decisiones estratégicas. De ello se sigue una división fundamental entre el instrumentalismo abstracto y universal, y las identidades particularistas de raíces históricas. Nuestras sociedades se estructuran cada vez más en tomo a una posición bipolar entre la red y el yo.

En esta condición de esquizofrenia estructural entre función y significado, las pautas de comunicación social cada vez se someten a una tensión mayor. Y cuando la comunicación se, rompe, cuando deja de existir, ni siquiera en forma de comunicación conflictiva (como sería el caso en las luchas sociales o la oposición política), los grupos sociales y los individuos se, alienan unos de otros y ven al otro como un extraño, y al final como una amenaza. En este proceso la fragmentación social: se extiende, ya que las identidades se vuelven más específicas y aumenta la dificultad de compartirlas. La sociedad informacional, en su manifestación global, es también el mundo de Aum Shinrikyo, de la American Militia, de las ambiciones teocráticas islámicas/cristianas y del genocidio recíproco de hutus/tutsis.

Confundidos por la escala y el alcance del cambio histórico, la cultura y el pensamiento de nuestro tiempo abrazan con frecuencia un nuevo milenarismo. Los profetas de la tecnología predican una nueva era, extrapolando a las tendencias y organizaciones sociales la lógica apenas comprendida de los ordenadores y el ADN. La cultura y la teoría posmodernas se recrean en celebrar el fin de la historia y, en cierta medida, el fin de -la razón, rindiendo nuestra capacidad de comprender y hallar sentido, incluso al disparate. La asunción implícita es la aceptación de la plena individualización de la conducta y de la impotencia de la sociedad sobre su destino.

El proyecto que informa este libro nada contra estas corrientes de destrucción y se opone a varias formas de nihilismo intelectual, de escepticismo social y de cinismo político. Creo en la racionalidad y en la posibilidad de apelar a la razón, sin convertirla en diosa. Creo en las posibilidades de la acción social significativa y en la política transformadora, sin que nos veamos necesariamente arrastrados hacia los rápidos mortales de las utopías absolutas. Creo en el poder liberador de la identidad, sin aceptar la necesidad de su individualización o su captura por el fundamentalismo. Y propongo la hipótesis de que todas las tendencias de cambio que constituyen nuestro nuevo y confuso mundo están emparentadas y que podemos sacar sentido a su interrelación. Y, sí, creo, a pesar de una larga tradición de errores intelectuales a veces trágicos, que observar, analizar y teorizar es un modo de ayudar a construir un mundo diferente y mejor. No proporcionando las respuestas, que serán específicas para cada sociedad y las encontrarán por sí mismos los actores sociales, sino planteando algunas preguntas relevantes. Me gustaría que este libro fuese una modesta contribución a un esfuerzo analítico, necesariamente colectivo, que ya se está gestando desde muchos horizontes, con el propósito de comprender nuestro nuevo mundo sobre la base de los datos disponibles y de una teoría exploratoria.

Para recorrer los pasos preliminares en esa dirección, debemos tomar en serio la tecnología, utilizándola como punto de partida de esta indagación; hemos de situar este proceso de cambio tecnológico revolucionario en el contexto social donde tiene lugar y que le da forma; y debemos tener presente que la búsqueda de identidad es un cambio tan poderoso como la transformación tecnoeconómica en el curso de la nueva historia. Luego, tras haber enunciado el proyecto de este libro, partiremos en nuestro viaje intelectual, por un itinerario que nos llevará a numerosos ámbitos y cruzará diversas culturas y contextos institucionales, ya que la comprensión de una transformación global requiere una perspectiva tan global como sea posible, dentro de los límites obvios de la experiencia y el conocimiento de este autor.

TECNOLOGIA, SOCIEDAD Y CAMBIO HISTORICO

La revolución de la tecnología de la información, debido a su capacidad de penetración en todo el ámbito de la actividad humana, será mi punto de entrada para analizar la complejidad de la nueva economía, sociedad y cultura en formación. Esta elección metodológica no implica que las nuevas formas y procesos sociales surjan como consecuencia del cambio tecnológico. Por supuesto, la tecnología no determina la sociedad . Tampoco la sociedad dicta el curso del cambio tecnológico, ya que muchos factores, incluidos la invención e iniciativas personales, intervienen en el proceso del descubrimiento científico, la innovación tecnológica y las aplicaciones sociales, de modo que el resultado final depende de un complejo modelo de interacción . En efecto, el dilema del determinismo tecnológico probablemente es un falso problema , puesto que tecnología es sociedad y ésta no puede ser comprendida o representada sin sus herramientas técnicas . Así, cuando en la década de 1970 se constituyó un nuevo paradigma tecnológico organizado en torno a la tecnología de la información, sobre todo en los Estados Unidos (véase el capítulo 1), fue un segmento específico de su sociedad, en interacción con la economía global y la geopolítica mundial, el que materializó un modo nuevo de producir, comunicar, gestionar y vivir, Es probable que el hecho de que este paradigma naciera en los Estados Unidos, y en buena medida en California y en la década de los setenta, tuviera consecuencias considerables en cuanto a las formas y evolución de las nuevas tecnologías de la información. Por ejemplo, a pesar del papel decisivo de la financiación y los mercados militares en el fomento de los primeros estadios de la industria electrónica durante el periodo comprendido entre las décadas de 1940 y 1960, cabe relacionar de algún modo el florecimiento tecnológico que tuvo lugar a comienzos de la década de los setenta con la cultura de la libertad, la innovación tecnológica y el espíritu emprendedor que resultaron de la cultura de los campus estadounidenses de la década de 1960. No tanto en cuanto a su política, ya que Silicon Valley era, y es, un sólido bastión del voto conservador y la mayoría de los innovadores fueron metapolíticos, sino en cuanto a los valores sociales de ruptura con las pautas de conducta establecidas, tanto en la sociedad en general como en el mundo empresarial. El énfasis concedido a los instrumentos personalizados, la interactividad y la interconexión, y la búsqueda incesante de nuevos avances tecnológicos, aun cuando en apariencia no tenían mucho sentido comercial, estaban claramente en discontinuidad con la tradición precavida del mundo empresarial. La revolución de la tecnología de la información, de forma medio consciente , difundió en la cultura material de nuestras sociedades el espíritu libertario que floreció en los movimientos de la década de los sesenta. No obstante, tan pronto como se difundieron las nuevas tecnologías de la información y se las apropiaron diferentes países, distintas culturas, diversas organizaciones y metas heterogéneas, explotaron en toda clase de aplicaciones y usos, que retroalimentaron la innovación tecnológica, acelerando la velocidad y ampliando el alcance del cambio tecnológico, y diversificando sus fuentes . Un ejemplo ayudará a comprender la importancia de las consecuencias sociales inesperadas de la tecnología.

Como es sabido, Internet se originó en un audaz plan ideado en la década de los sesenta por los guerreros tecnológicos del Servicio de Proyectos de Investigación Avanzada del Departamento de Defensa estadounidense (Advanced Research Projects Agency, el mítico DARPA), para evitar la toma o destrucción soviética de las comunicaciones estadounidenses en caso de guerra nuclear. En cierta medida, fue el equivalente electrónico de las tácticas maoístas de dispersión de las fuerzas de guerrilla en torno a un vasto territorio para oponerse al poder de un enemigo con versatilidad y conocimiento del terreno. El resultado fue una arquitectura de red que, como querían sus inventores, no podía ser controlada desde ningún centro, compuesta por miles de redes informáticas autónomas que tienen modos innumerables de conectarse, sorteando las barreras electrónicas. Arpanet, la red establecida por el Departamento de Defensa estadounidense, acabó convirtiéndose en la base de una red de comunicación global y horizontal de miles de redes (desde luego, limitada a una elite informática instruida de cerca de 20 millones de usuarios a mediados de la década de 1990, pero cuyo crecimiento es exponencial), de la que se han apropiado individuos y grupos de todo el mundo para toda clase de propósitos, bastante alejados de las preocupaciones de una guerra fría extinta. En efecto, fue vía Internet como el Subcomandante Marcos, jefe de los zapatistas chiapanecos, se comunicó con el mundo y con los medios desde las profundidades de la selva Lacandona durante su retirada en febrero de 1995.

No obstante, si bien la sociedad no determina la tecnología, sí puede sofocar su desarrollo, sobre todo por medio del estado. 0, de forma alternativa y sobre todo mediante la intervención estatal, puede embarcarse en un proceso acelerado de modernización tecnológica, capaz de cambiar el destino de las economías, la potencia militar y el bienestar social en unos cuantos años. En efecto, la capacidad o falta de capacidad de las sociedades para dominar la tecnología, y en particular las que son estratégicamente decisivas en cada periodo histórico, define en buena medida su destino, hasta el punto de que podemos decir que aunque por sí misma no determina la evolución histórica y el cambio social, la tecnología (o su carencia) plasma la capacidad de las sociedades para transformarse, así como los usos a los que esas sociedades, siempre en un proceso conflictivo, deciden dedicar su potencial tecnológico .

Así, hacia 1400, cuando el Renacimiento europeo estaba plantando las semillas intelectuales del cambio tecnológico que dominaría el mundo tres siglos después, China era la civilización tecnológica más avanzada de todas, según Mokyr . Los inventos clave se habían desarrollado siglos antes, incluso un milenio y medio antes, como es el caso de los altos hornos que permitieron el fundido de hierro ya en el año 200 a.C. Además, Su Sung inventó el reloj de agua en 1086 d.C., sobrepasando la precisión de medida de los relojes mecánicos europeos de la misma fecha. El arado de hierro fue introducido en el siglo VI y adaptado al cultivo de los campos de arroz encharcados dos siglos después. En textiles, el torno de hilar manual apareció al mismo tiempo que en Occidente, en el siglo XIII, pero avanzó mucho más de prisa en China debido a la existencia de una antigua tradición de equipos de tejer complejos: los telares de arrastre para tejer seda ya se utilizaban en tiempos de las dinastías Han. La adopción de la energía hidráulica fue paralela a la de Europa: en el siglo VIII los chinos ya utilizaban martinetes de fragua hidráulicos y en 1280 existía una amplia difusión de la rueda hidráulica vertical. El viaje oceánico fue más fácil para las embarcaciones chinas desde una fecha anterior que para las europeas: inventaron el compás en torno a 960 d.C. y sus juncos ya eran los barcos más avanzados del mundo a finales del siglo XIV, permitiendo largos viajes marítimos. En el ámbito militar, los chinos, además de inventar la pólvora, desarrollaron una industria química capaz de proporcionar potentes explosivos, y sus ejércitos utilizaron la ballesta y la catapulta siglos antes que Europa. En medicina, técnicas como la acupuntura obtenían resultados extraordinarios que sólo recientemente han logrado un reconocimiento universal. Y, por supuesto, la primera revolución del procesamiento de la información fue chino: el papel y la imprenta fueron inventos suyos. El papel se introdujo en China 1.000 años antes que en Occidente y la imprenta es probable que comenzara a finales del siglo VII. Como Ojones escribe: «China estuvo a un ápice de la industrialización en el siglo XIV» . Que no llegase a industrializarse cambió la historia del mundo. Cuando en 1842 las guerras del opio condujeron a las imposiciones coloniales británicas, China se dio cuenta demasiado tarde de que el aislamiento no podía proteger al Imperio Medio de las consecuencias de su inferioridad tecnológica. Desde entonces tardó más de un siglo en comenzar a recuperarse de una desviación tan catastrófica en su trayectoria histórica.

Las explicaciones de un curso histórico tan inusitado son numerosas y polémicas. No hay lugar en este prólogo para entrar en la complejidad del debate, pero, de acuerdo con la investigación y el análisis de historiadores como Needham , Qian , Jones , y Mokyr , es posible sugerir una interpretación que ayude a comprender, en términos generales, la interacción entre sociedad, historia y tecnología. En efecto, como señala Mokyr, la mayoría de las hipótesis sobre las diferencias culturales (incluso aquellas sin matices racistas implícitos) fracasan en explicar no las diferencias entre China y Europa, sino entre la China de 1300 y la de 1800. ¿Por qué una cultura y un imperio que habían sido los líderes tecnológicos del mundo durante miles de años cayeron de repente en el estancamiento, en el momento preciso en que Europa se embarcaba en la era de los descubrimientos y luego en la revolución industrial?

Needham ha propuesto que la cultura china estaba más inclinada que los valores occidentales a mantener una relación armoniosa entre el hombre y la naturaleza, algo que podía ponerse en peligro por la rápida innovación tecnológica. Además, se opone a los criterios occidentales utilizados para medir el desarrollo tecnológico. Sin embargo, este énfasis cultural sobre un planteamiento holístico del desarrollo no había impedido la innovación tecnológica durante milenios, ni detenido el deterioro ecológico como resultado de las obras de irrigación en el sur de China, cuando la producción agrícola escalonada llevó a la agresión de la naturaleza para alimentar a una población creciente. De hecho, Wen-yuan Qian, en su influyente libro, critica el entusiasmo algo excesivo de Needham por las proezas de la tecnología tradicional china, pese a su admiración por el monumental trabajo de toda una vida. Qian sugiere una vinculación más estrecha entre el desarrollo de la ciencia china y las características de su civilización, dominada por la dinámica del Estado. Mokyr también considera que el Estado es el factor clave para explicar el retraso tecnológico chino en los tiempos modernos. Cabe proponer una explicación en tres pasos: durante siglos, la innovación tecnológica estuvo sobre todo en manos del Estado; a partir de 1400 el Estado chino, bajo las dinastías

Ming y Qing, perdió interés en ella; y, en parte debido a su dedicación a servir al Estado, las elites culturales y sociales se centraron en las artes, las humanidades y la promoción personal con respecto a la burocracia imperial. De este modo, lo que parece ser crucial es el papel del Estado y el cambio de orientación de su política. ¿Por qué un Estado que había sido el mayor ingeniero hidráulico de la historia y había establecido un sistema de extensión agrícola para mejorar la productividad desde el periodo Han de repente se inhibió de la innovación tecnológica e incluso prohibió la exploración geográfica, abandonando la construcción de grandes barcos en 1430? La respuesta obvia es que no era el mismo Estado, no sólo debido a que se trataba de dinastías diferentes, sino porque la clase burocrática se había atrincherado en la administración tras un periodo más largo de lo habitual de dominio incontestado.

Según Mokyr, parece que el factor determinante del conservadurismo tecnológico fue el miedo de los gobernantes a los posibles impactos del cambio tecnológico sobre la estabilidad social. Numerosas fuerzas se opusieron a la difusión de la tecnología en China, como en otras sociedades, en particular los gremios urbanos. A los burócratas, contentos con el orden establecido, les preocupaba la posibilidad de que se desataran conflictos sociales que pudieran aglutinarse con otras fuentes de oposición latentes en una sociedad mantenida bajo control durante varios siglos. Hasta los dos déspotas ilustrados manchús del siglo XVIII, K'ang Chi y Ch'ien Lung, centraron sus esfuerzos en la pacificación y el orden, en lugar de desencadenar un nuevo desarrollo. A la inversa, la exploración y los contactos con los extranjeros más allá del comercio controlado y la adquisición de armas, fueron considerados, en el mejor de los casos, innecesarios y, en el peor, amenazantes, debido a la incertidumbre que implicaban. Un Estado burocrático sin incentivo exterior y con desincentivadores internos para aplicarse a la modernización tecnológica optó por la más prudente neutralidad, con el resultado de detener la trayectoria tecnológica que China había venido siguiendo durante siglos, si no milenios, precisamente bajo su guía. La exposición de los factores subyacentes en la dinámica del Estado chino bajo las dinastías Ming y Qing se encuentra sin duda más allá del alcance de este libro. Lo que interesa a nuestro propósito de investigación son dos enseñanzas de esta experiencia fundamental de desarrollo tecnológico interrumpido: por una parte, el Estado puede ser, y lo ha sido en la historia, en China y otros lugares, una fuerza dirigente de innovación tecnológica; por otra, precisamente debido a ello, cuando cambia su interés por el desarrollo tecnológico, o se vuelve incapaz de llevarlo a cabo en condiciones nuevas, el modelo estatista de innovación conduce al estancamiento debido a la esterilización de la energía innovadora autónoma de la sociedad para crear y aplicar la tecnología. El hecho de que años después el Estado chino pudiera construir una nueva y avanzada base tecnológica en tecnología nuclear, misiles, lanzamiento de satélites y electrónica demuestra una vez más la vacuidad de una interpretación predominantemente cultural del desarrollo y retraso tecnológicos: la misma cultura puede inducir trayectorias tecnológicas muy diferentes según el modelo de relación entre Estado y sociedad. Sin embargo, la dependencia exclusiva del primero tiene un precio, y para China fue el del retraso, la hambruna, las epidemias, el dominio colonial y la guerra civil hasta al menos mediados del siglo XX.

Puede contarse una historia bastante similar, y se hará en este libro (véase el volumen III), sobre la incapacidad del estatismo soviético para dominar la revolución de la tecnología de la información, con lo que ahogó su capacidad productiva y socavó su poderío militar. No obstante, no debemos saltar a la conclusión ideológica de que toda intervención estatal es contraproducente para el desarrollo tecnológico, abandonándonos a una reverencia ahistórica del espíritu emprendedor individual sin cortapisas. Japón es, por supuesto, el ejemplo contrario, tanto para la experiencia histórica china como para la falta de capacidad del estado soviético para adaptarse a la revolución de la tecnología de la información iniciada en los Estados Unidos.

Japón pasó un periodo de aislamiento histórico, incluso más profundo que China, bajo el shogunado Tokugawa (establecido en 1603), entre 1636 y 1853, precisamente durante el periodo crítico de la formación del sistema industrial en el hemisferio occidental. Así, mientras que a comienzos del siglo XVII los mercaderes japoneses comerciaban por todo el este y sudeste asiáticos, utilizando modernas embarcaciones de hasta 700 toneladas, en 1635 se prohibió la construcción de barcos de más de 50 toneladas y todos los puertos japoneses excepto Nagasaki fueron cerrados a los extranjeros, mientras que el comercio se restringía a China, Corea y Holanda . El aislamiento tecnológico no fue total durante estos dos siglos y la innovación endógena permitió a Japón seguir con un cambio incremental a un ritmo más rápido que China . No obstante, debido a que el nivel tecnológico japonés era inferior al chino, a mediados del siglo XIX los kurobune (barcos negros) del comodoro Perry pudieron imponer el comercio y las relaciones diplomáticas a un país muy rezagado de la tecnología occidental. Sin embargo, tan pronto como la Ishin Meiji (Restauración Meiji) de 1868 creó las condiciones políticas para una modernización decisiva conducida por el Estado . Japón progresó en tecnología avanzada a pasos agigantados en un lapso de tiempo muy corto . Sólo como ejemplo significativo debido a su importancia estratégica actual, recordemos brevemente el desarrollo extraordinario de la ingeniería eléctrica y sus aplicaciones a la comunicación en el último cuarto del siglo XIX . En efecto, el primer departamento independiente de ingeniería eléctrica en el mundo se estableció en 1873 en la recién fundada Universidad Imperial de Ingeniería de Tokio, bajo la dirección de su decano, Henry Dyer, un ingeniero mecánico escocés. Entre 1887 y 1892, un sobresaliente académico de la ingeniería eléctrica, el profesor británico William Ayrton. fue invitado para dar clase en la universidad y desempeñó un papel decisivo en la diseminación del conocimiento en una nueva generación de ingenieros japoneses, de tal modo que a finales del siglo la Oficina de Telégrafos ya fue capaz de reemplazar a los extranjeros en todos sus departamentos técnicos. Se buscó la transferencia de tecnología de Occidente mediante diversos mecanismos. En 1873, el taller de maquinaria de la Oficina de Telégrafos envió a un relojero japonés, Tanaka Seisuke, a la exposición internacional de máquinas celebrada en Viena para obtener información sobre éstas. Unos diez años más tarde, todas las máquinas de la Oficina estaban hechas en Japón. Basándose en esta tecnología, Tanaka Daikichi fundó en 1882 una fábrica de electricidad, Shibaura, que, tras su adquisición por Mitsui, prosiguió hasta convertirse en Toshiba. Se enviaron ingenieros a Europa y los Estados Unidos, y se permitió a Western Electric producir y vender en Japón en 1899, en una empresa conjunta con industriales japoneses: el nombre de la compañía fue NEC. Sobre esa base tecnológica, Japón entró a toda velocidad en la era de la electricidad y las comunicaciones antes de 1914: para esa fecha, la producción de energía total había alcanzado 1.555.000 kilovatios a la hora y 3.000 oficinas de teléfonos transmitían mil millones de mensajes al año. Resulta en efecto simbólico que el regalo del comodoro Perry al Shogun en 1857 fuera un juego de telégrafos estadounidenses, hasta entonces nunca vistos en Japón: la primera línea de telégrafos se tendió en 1869 y diez años después Japón estaba enlazado con todo el mundo mediante una red de información transcontinental, vía Siberia, operada por la Great Northern Telegraph Co., gestionada de forma conjunta por ingenieros occidentales y japoneses, y que transmitía tanto en inglés como en japonés.

El relato del modo cómo Japón se convirtió en un importante actor mundial en las industrias de las tecnologías de la información en el último cuarto del siglo XX es ahora del conocimiento público, por lo que puede darse por supuesto en nuestra exposición . Lo que resulta relevante para las ideas aquí presentadas es que sucedió al mismo tiempo que una superpotencia industrial y científica, la Unión Soviética, fracasaba en esta transición tecnológica fundamental. Es obvio, como muestran los recordatorios precedentes, que el desarrollo tecnológico japonés desde la década de 1960 no sucedió en un vacío histórico, sino que se basó en décadas de antigua tradición de excelencia en ingeniería. No obstante, lo que importa para el propósito de este análisis es resaltar qué resultados tan llamativamente diferentes tuvo la intervención estatal (y la falta de intervención) en los casos de China y la Unión Soviética comparados con Japón tanto en el periodo Meiji como en el posterior a la Segunda Guerra Mundial. Las características del Estado japonés que se encuentran en la base de ambos procesos de modernización y desarrollo son bien conocidas, tanto en lo que se refiere a la Ishin Meiji como al Estado desarrollista contemporáneo , y su presentación nos alejaría demasiado del núcleo de estas reflexiones preliminares. Lo que debemos retener para la comprensión de la relación existente entre tecnología y sociedad es que el papel del Estado, ya sea deteniendo, desatando o dirigiendo la innovación tecnológica, es un factor decisivo en el proceso general, ya que expresa y organiza las fuerzas sociales y culturales que dominan en un espacio y tiempo dados. En buena medida, la tecnología expresa la capacidad de una sociedad para propulsarse hasta el dominio tecnológico mediante las instituciones de la sociedad, incluido el Estado. El proceso histórico mediante el cual tiene lugar ese desarrollo de fuerzas productivas marca las características de la tecnología y su entrelazamiento con las relaciones sociales.

Ello no es diferente en el caso de la revolución tecnológica actual. Se origino y difundió, no por accidente, en un periodo histórico de reestructuración global del capitalismo, para el que fue una herramienta esencial. Así, la nueva sociedad que surge de ese proceso de cambio es tanto capitalista como informacional, aunque presenta una variación considerable en diferentes países, según su historia, cultura, instituciones y su relación específica con el capitalismo global y la tecnología de la información.

INFORMACIONALISMO, INDUSTRIALISMO, CAPITALISMO Y ESTATISMO: MODOS DE DESARROLLO Y MODOS DE PRODUCCION

La revolución de la tecnología de la información ha sido útil para llevar a cabo un proceso fundamental de reestructuración del sistema capitalista a partir de la década de los ochenta. En el proceso, esta revolución tecnológica fue remodelada en su desarrollo y manifestaciones por la lógica y los intereses del capitalismo avanzado, sin que pueda reducirse a la simple expresión de tales intereses. El sistema alternativo de organización social presente en nuestro periodo histórico, el estatismo, también trató de redefinir los medios de lograr sus metas estructurales mientras preservaba su esencia: ése es el significado de la reestructuración (o perestroika en ruso). No obstante, el estatismo soviético fracasó en su intento, hasta el punto de derrumbar todo el sistema, en buena parte debido a su incapacidad para asimilar y utilizar los principios del informacionalismo encarnados en las nuevas tecnologías de la información, como sostendré más adelante basándome en un análisis empírico (véase volumen III). El estatismo chino pareció tener éxito al pasar al capitalismo dirigido por el Estado y la integración en redes económicas globales, acercándose en realidad más al modelo de Estado desarrollista del capitalismo asiático oriental que al «socialismo con características chinas» de la ideología oficial , como también trataré de exponer en el volumen III. Sin embargo, es muy probable que el proceso de transformación estructural en China sufra importantes conflictos políticos y cambio estructural durante los años próximos. El derrumbamiento del estatismo (con raras excepciones, por ejemplo, Vietnam, Corea del Norte, Cuba, que no obstante están en proceso de enlazarse con el capitalismo global) ha establecido una estrecha relación entre el nuevo sistema capitalista global definido por su perestroika relativamente lograda y el surgimiento del informacionalismo como la nueva base tecnológica material de la actividad tecnológica y la organización social. No obstante, ambos procesos (reestructuración capitalista, surgimiento del informacionalismo) son distintos y su interacción sólo puede comprenderse si separamos su análisis. En este punto de m¡ presentación introductoria de las idées fortes del libro, parece necesario proponer algunas distinciones y definiciones teóricas sobre capitalismo, estatismo, industrialismo e informacionalismo.

Es una tradición de mucho arraigo en las teorías del postindustrialismo y el informacionalismo, que comenzó con las obras clásicas de Alain Touraine y Daniel Bell , situar la distinción entre preindustrialismo, industrialismo e informacionalismo (o postindustrialismo) en un eje diferente que el que opone capitalismo y estatismo (o colectivismo, en términos de Bell). Mientras cabe caracterizar a las sociedades a lo largo de los dos ejes (de tal modo que tenemos estatismo industrial, capitalismo industrial y demás), es esencial para la comprensión de la dinámica social mantener la distancia analítica y la interrelación empírica de los modos de producción (capitalismo, estatismo) y los modos de desarrollo (industrialismo, informacionalismo). Para arraigar estas distinciones en una base teórica que informará los análisis específicos presentados en este libro, resulta inevitable introducir al lector, durante unos cuantos párrafos, en los dominios algo arcanos de la teoría sociológica.

Este libro estudia el surgimiento de una nueva estructura social, manifestada bajo distintas formas, según la diversidad de culturas e instituciones de todo el planeta. Esta nueva estructura social está asociada con el surgimiento de un nuevo modo de desarrollo, el informacionalismo, definido históricamente por la reestructuración del modo capitalista de producción hacia finales del siglo XX.

La perspectiva teórica que sustenta este planteamiento postula que las sociedades están organizadas en torno a proceso humanos estructurados por relaciones de producción, experiencia y poder determinadas históricamente. La producción es la acción de la humanidad sobre la materia (naturaleza) para apropiársela y transformarla en su beneficio mediante la obtención de un producto, el consumo (desigual) de parte de él y la acumulación del excedente para la inversión, según una variedad de metas determinadas por la sociedad. La experiencia es la acción de los sujetos humanos sobre sí mismos, determinada por la interacción de sus identidades biológicas y culturales y en relación con su entorno social y natural. Se construye en torno a la búsqueda infinita de la satisfacción de las necesidades y los deseos humanos. El poder es la relación entre los sujetos humanos que, basándose en la producción y la experiencia, impone el deseo de algunos sujetos sobre los otros mediante el uso potencial o real de la violencia, física o simbólica. Las instituciones de la sociedad se han erigido para reforzar las relaciones de poder existentes en cada periodo histórico, incluidos los controles, límites y contratos sociales logrados en las luchas por el poder.

La producción se organiza en relaciones de clase que definen el proceso mediante el cual algunos sujetos humanos, basándose en su posición en el proceso de producción, deciden el reparto y el uso del producto en lo referente al consumo y la inversión. La experiencia se estructura en torno a la relación de género/sexo, organizada en la historia en torno a la familia y caracterizada hasta el momento por el dominio de los hombres sobre las mujeres. Las relaciones familiares y la sexualidad estructuran la personalidad y formulan la interacción simbólica.

El poder se fundamenta en el Estado y su monopolio institucionalizado de la violencia, aunque lo que Foucault etiqueta como microfísica del poder, encarnada en instituciones y organizaciones, se difunde por toda la sociedad, de los lugares de trabajo a los hospitales, encerrando a los sujetos en una apretada estructura de deberes formales y agresiones informales.

La comunicación simbólica entre los humanos, y la relación entre éstos y la naturaleza, basándose en la producción (con su complemento, el consumo), la experiencia y el poder, cristaliza durante la historia en territorios específicos, con lo que genera culturas e identidades colectivas.

La producción es un proceso social complejo debido a que cada uno de sus elementos se diferencia internamente. Así pues, la humanidad como productor colectivo incluye tanto el trabajo como a los organizadores de la producción, y el trabajo está muy diferenciado y estratificado según el papel de cada trabajador en el proceso de producción. La materia incluye la naturaleza, la naturaleza modificada por los humanos, la naturaleza producida por los humanos y la naturaleza humana misma, forzándonos la evolución histórica a separarnos de la clásica distinción entre humanidad y naturaleza, ya que milenios de acción humana han incorporado el entorno natural a la sociedad y nos ha hecho, material y simbólicamente, una parte inseparable de él. La relación entre trabajo y materia en el proceso de trabajo supone el uso de los medios de producción para actuar sobre la materia basándose en la energía, el conocimiento y la información. La tecnología es la forma específica de tal relación.

El producto del proceso de producción lo utiliza la sociedad bajo dos formas: consumo y excedente. Las estructuras sociales interactúan con los procesos de producción mediante la determinación de las reglas para la apropiación, distribución y usos del excedente. Estas reglas constituyen modos de producción y estos modos definen las relaciones sociales de producción, determinando la existencia de clases sociales que se constituyen como tales mediante su práctica histórica. El principio estructural en virtud del cual el excedente es apropiado y controlado caracteriza un modo de producción. En esencia, en el siglo XX hemos vivido con dos modos predominantes de producción: capitalismo y estatismo. En el capitalismo, la separación entre productores y sus medios de producción, la conversión del trabajo en un bien y la propiedad privada de los medios de producción como base del control del capital (excedente convertido en un bien) determinan el principio básico de la apropiación y distribución del excedente por los capitalistas, aunque quién es (son) la(s) clase(s) capitalista(s) es un tema de investigación social en cada contexto histórico y no una categoría abstracta. En el estatismo, el control del excedente es externo a la esfera económica: se encuentra en las manos de quienes ostentan el poder en el Estado, llamémosles apparatchiki o ling-dao. El capitalismo se orienta hacia la maximización del beneficio, es decir, hacia el aumento de la cantidad de excedente apropiado por el capital en virtud del control privado de los medios de producción y circulación. El estatismo se orienta (¿orientaba?) a la maximización del poder, es decir, hacia el aumento de la capacidad militar e ideológica del aparato político para imponer sus metas a un número mayor de sujetos y a niveles más profundos de su conciencia.

Las relaciones sociales de producción y, por tanto, el modo de producción, determinan la apropiación y usos del excedente. Una cuestión distinta pero fundamental es la cuantía de ese excedente, determinada por la productividad de un proceso de producción específico, esto es, por la relación del valor de cada unidad de producto (output) con el valor de cada unidad de insumo (input). Los grados de productividad dependen de la relación entre mano de obra y materia, como una función del empleo de los medios de producción por la aplicación de la energía y el conocimiento. Este proceso se caracteriza por las relaciones técnicas de producción y define los modos de desarrollo. Así pues, los modos de desarrollo son los dispositivos tecnológicos mediante los cuales el trabajo actúa sobre la materia para generar el producto, determinando en definitiva la cuantía y calidad del excedente. Cada modo de desarrollo se define por el elemento que es fundamental para fomentar la productividad en el proceso de producción. Así, en el modo de desarrollo agrario, la fuente del aumento del excedente es el resultado del incremento cuantitativo de mano de obra y recursos naturales (sobre todo tierra) en el proceso de producción, así como de la dotación natural de esos recursos. En el modo de producción industrial, la principal fuente de productividad es la introducción de nuevas fuentes de energía y la capacidad de descentralizar su uso durante la producción y los procesos de circulación. En el nuevo modo de desarrollo informacional, la fuente de la productividad estriba en la tecnología de la generación del conocimiento, el procesamiento de la información y la comunicación de símbolos. Sin duda, el conocimiento y la información son elementos decisivos en todos los modos de desarrollo, ya que el proceso de producción siempre se basa sobre cierto grado de conocimiento y en el procesamiento de la información . Sin embargo, lo que es específico del modo de desarrollo informacional es la acción del conocimiento sobre sí mismo como principal fuente de productividad (véase el capítulo 2). El procesamiento de la información se centra en la superación de la tecnología de este procesamiento como fuente de productividad, en un círculo de interacción de las fuentes del conocimiento de la tecnología y la aplicación de ésta para mejorar la generación de conocimiento y el procesamiento de la información: por ello, denomino informacional a este nuevo modo de desarrollo, constituido por el surgimiento de un nuevo paradigma tecnológico basado en la tecnología de la información (véase capítulo 1).

Cada modo de desarrollo posee asimismo un principio de actuación estructuralmente determinado, a cuyo alrededor se organizan los procesos tecnológicos: el industrialismo se orienta hacia el crecimiento económico, esto es, hacia la maximización del producto; el informacionalismo se orienta hacia el desarrollo tecnológico, es decir, hacia la acumulación de conocimiento y hacia grados más elevados de complejidad en el procesamiento de la información. Si bien grados más elevados de conocimiento suelen dar como resultado grados más elevados de producto por unidad de insumo, la búsqueda de conocimiento e información es lo que caracteriza a la función de la producción tecnológica en el informacionalismo.

Aunque la tecnología y las relaciones de producción técnicas se organizan en paradigmas originados en las esferas dominantes de la sociedad (por ejemplo, el proceso de producción, el complejo industrial militar), se difunden por todo el conjunto de las relaciones y estructuras sociales y, de este modo, penetran en el poder y la experiencia, y los modifican . Así pues, los modos de desarrollo conforman todo el ámbito de la conducta social, incluida por supuesto la comunicación simbólica. Debido a que el informacionalismo se basa en la tecnología del conocimiento y la información, en el modo de desarrollo informacional existe una conexión especialmente estrecha entre cultura y fuerzas productivas, entre espíritu y materia. De ello se deduce que debemos esperar el surgimiento histórico de nuevas formas de interacción, control y cambio sociales.

Informacionalismo y perestroika capitalista

Pasando de las categorías teóricas al cambio histórico, lo que verdaderamente importa de los procesos y formas sociales que constituyen el cuerpo vivo de las sociedades es la interacción real de los modos de producción y los modos de desarrollo, establecidos y combatidos por los actores sociales de maneras impredecibles dentro de la estructura restrictiva de la historia pasada y las condiciones actuales de desarrollo tecnológico y económico. Así, el mundo y las sociedades habrían sido muy diferentes si Gorbachov hubiera logrado su propia perestroika, una meta política difícil, pero no fuera de su alcance. 0 si el Pacífico asiático no hubiera sido capaz de mezclar la forma tradicional de interconexión comercial de su organización económica con las herramientas proporcionadas por la tecnología de la información. No obstante, el factor histórico más decisivo para acelerar, canalizar y moldear el paradigma de la tecnología de la información e inducir sus formas sociales asociadas fue/es el proceso de reestructuración capitalista emprendido desde la década de 1980, así que resulta adecuado caracterizar al nuevo sistema tecnoeconómico de capitalismo informacional.

El modelo keynesiano de crecimiento capitalista que originó una prosperidad económica y una estabilidad social sin precedentes para la mayoría de las economías de mercado durante casi tres décadas desde la Segunda Guerra Mundial, alcanzó el techo de sus limitaciones inherentes a comienzos de la década de 1970 y sus crisis se manifestaron en forma de una inflación galopante.