martes, 13 de octubre de 2009

"LOS MIEDOS COMO MOTIVACIÓN POLÍTICA" por Norma Patricia Sepúlveda Legorreta**

Los ciudadanos de la ciudad de México ante el miedo a la exclusión*


Varios son los estudios que coinciden en señalar que los avances de la modernización no guardan relación con la subjetividad de la gente. Alain Touraine afirme que la modernidad consiste en la disociación del sistema y de los actores, de la separación del mundo técnico o económico y del mundo de la subjetividad.1

Nestor García Canclini, por otra parte, señala que en la actualidad las sociedades se reorganizan para hacernos consumidores del siglo XXI y regresarnos como ciudadanos al siglo XVIII.2 Con lo cual subraya la disociación que existe entre el acceso simultáneo a los bienes materiales y simbólicos y el ejercicio global y más pleno de la ciudadanía.

Otro autor como Giovanni Sartori afirma que en la actualidad se esta produciendo la desaparición del ciudadano, su ya clásico homo videns se traduce en un ciudadano que cada vez sabe menos de los asuntos públicos, es decir, de los asuntos que le habilitan para la ciudadanía.3

En cualquiera de los tres enfoques anteriores podemos observar la convergencia en cuanto a que reconocen que los avances de la modernización han afectado al conjunto de la sociedad y que han modificado tanto la estructura social como la esfera política. Con dichos cambios, el individuo ha perdido su cuadro habitual de inserción. Un cuadro que le brindaba un marco normativo, cognitivo y organizativo para poder estructurar su lugar en el mundo, incluyendo su posición como ciudadano. La pérdida de este marco provoca incertezas y malestar en las personas quienes pueden expresan su subjetividad mediante el miedo a la exclusión social.



Hacia una redefinición del ciudadano y la ciudadanía

En la historia de la humanidad han existido avances tecnológicos que han ayudado a difundir
las comunicaciones sin menoscabar la naturaleza simbólica del hombre la imprenta, el telégrafo, el teléfono, la radio-. Desde su aparición estos inventos se han encargado de difundir cosas dichas con palabras. Todo ello hasta la aparición de la televisión.

El cambio fundamental que introdujo este invento fue la supremacía de las cosas representadas con imágenes sobre las cosas dichas con palabras. La tesis del libro Homo videns de Giovanni Sartori es que la primacía de la imagen empobrece el conocer y del mismo modo debilita la capacidad de las personas para gestionar la vida en sociedad.4El daño principal que ocasiona dicha supremacía es la pérdida del lenguaje abstracto y la capacidad de abstracción sobre la cual se funda el conocimiento y el entendimiento humano.

No se trata de contraponer la palabra y la imagen. El punto es que la imagen, por sí misma, no da ninguna inteligibilidad. La imagen debe ser explicada y la televisión da una explicación
insuficiente. El saber mediante imágenes no es un saber en el sentido cognoscitivo del término y, más que difundir el saber, erosiona los contenidos del mismo.

El mundo que habitamos actualmente presenta una amplia circulación de formas simbólicas.

La naturaleza y el alcance de esta clase de circulación ha adquirido una apariencia cualitativamente diferente debido al desarrollo de recursos técnicos. Los avances en la codificación y la transmisión eléctricas de las formas simbólicas nos ha dado la diversidad de telecomunicaciones electrónicas características de fines del siglo XX. En el mundo de hoy existen pocas sociedades que no hayan sido alcanzadas por las instituciones y mecanismos de la comunicación masiva, y, en consecuencia, que no estén abiertas a la circulación de las formas simbólicas manejadas por los medios masivos.5

Es de esta forma que un sector mayoritario de la población se informa principalmente a partir de los medios de comunicación. Existen muchos estudios que corroboran el hecho de que los adultos pasan en promedio entre 20 y 30 horas semanales viendo televisión.6 Lo verdaderamente desastrosos para la actual democracia representativa, que caracteriza nuestra sociedad, es que las personas expresan sus opiniones sobre los asuntos públicos basándose en la información recibida por la televisión. Desde la postura de Sartori la democracia representativa no podrá avanzar si los medios de comunicación, en especial la televisión, no cambia su forma de presentar los asuntos públicos.

Si, de acuerdo a la definición jurídica, el ciudadano es aquel que cuenta en tanto tiene derecho a participar en la res publica, entonces su participación debe estar basada en un conocimiento más pleno sobre los asuntos públicos sobre los cuales pretende decidir.

Considerando, desde la postura de este autor, que la participación del ciudadano debe ir más allá de votar para entrar en una transformación del mismo. Aunque la electrónica le permite al ciudadano la posibilidad de acceder a informaciones infinitas, eso no garantiza que pueda conocer sobre las cuestiones que decide.

Considerando la relación entre el ejercicio de la ciudadanía y la capacidad de apropiarse de los bienes y los modos de usarlos, García Canclini reconoce que el derecho de ser ciudadano, o sea, de decidir cómo se producen, se distribuyen y se usan esos bienes, queda restringido a las élites.

Por ello este autor afirma que, aunque actualmente podemos acceder a todo tipo bienes materiales y simbólicos, seguimos siendo ciudadanos del siglo XVIII. En esa época el escenario público, el escenario donde los ciudadanos discutían y decidían los asuntos de interés colectivo; estaba restringido a un pequeño círculo de hombres letrados.

Es importante considerar que, aunque ha habido un aumento en el acceso a ciertos bienes, no todas las personas tienen el mismo acceso. Existen personas excluidas del consumo de bienes y servicios. Ello, aunado a que el espacio público sigue apareciendo demasiado alejado de la vida cotidiana de las personas, provoca la desconfianza en la política y en quienes la practican.

Desilusionados de las burocracias estatales, partidarias y sindicales, los públicos acuden a la radio y la televisión para lograr lo que las instituciones ciudadanas no proporcionan: servicios, justicia, reparaciones o simple atención.7

Sin embargo, no se trata simplemente de que los viejos agentes partidos, sindicatos e intelectuales- hayan sido reemplazados por los medios de comunicación, lo importante que eso demuestra es la reestructuración social ante la que estamos y el papel que los medios desempeñan en dicha reestructuración. Pese a lo que pueda pensarse, los cambios en la forma tradicional de participación ciudadana no encuentran por completo la eficacia esperada sólo por la incorporación de las masas como consumidores u ocasionales participantes de los espectáculos que los poderes políticos, tecnológicos y económicos ofrecen en los medios.

El ejercicio de la ciudadanía8 implica relaciones sociales que dan sentido y, en un mundo donde la sensación de impotencia política es algo cotidiano y que las decisiones principales no dependen de nosotros, el consumir nos hace sentir que formamos parte de redes sociales.

Como Douglas e Isherwood afirman la función esencial del consumo es su capacidad para dar sentido 9, estos autores opinan que es mediante el uso de las mercancias que el consumo hace firme y visible una serie de juicios en los cambiantes procesos de clasificación de las personas y los acontecimientos, aspectos que se incrementa en una era globalizada.

García Canclini comparte esta afirmación, desde su postura en el consumir podemos encontrar algo que sustenta, nutre y hasta cierto punto constituye un nuevo modo de ser ciudadanos.10 Ser ciudadano no es sólo votar también es participar en prácticas sociales y culturales que dan sentido de pertenencia y sobre todo brindan sentido sobre nuestro lugar en el mundo.

Todo lo anterior se sitúa dentro de un aspecto que ha sido del interés de los investigadores
sociales: la crisis de lo social. Los diversos acontecimientos históricos han desmoronado la
imagen clasica de la sociedad en la cual la relación entre los actores y el sistema aparecía como natural y el triunfo de la razón sobre las tradiciones y los intereses particulares era el hilo rector. Por el contrario, la imagen moderna de sociedad aparece como la concentración del poder por unos cuantos grupos que controlan el flujo del dinero, la influencia y la información.11

La problemática entre sujeto y sistema surge precisamente del intento de colocar la supremacía de uno sobre el otro. Touraine afirma de que no hay necesidad de que la cultura y la economía, los valores y el interés, se combinen por obra de medios institucionales y políticos a fin de formar una sociedad. Por el contrario, actualmente observamos una disociación y una mezcla creciente de esos dos universos. Este autor prefiere observar es esta descomposición de lo social el agotamiento de la idea de sociedad y, al mismo tiempo, el surgimiento de una nueva etapa de la modernidad y de la secularización.

La dimensión política no puede absorber las contradicciones que se entablan entre la defensa
de la identidad cultural y la confianza en el mercado. De allí el debilitamiento de los grandes
partidos políticos que se consideraban portadores de un proyecto de sociedad. Touraine sepropone mostrar que la vida social es algo que se contruye por las luchas, las negociaciones y las mediaciones entre la racionalización y la subjetivación, considerando a ambas dimensiones como partes complementarias y opuestas de la modernidad.


¿Y dónde está el Estado?

En este mundo moderno, en donde los avances tecnológicos han incrementado las transacciones pero no necesariamente han generado lazos sociales, la pérdida de un marco de referencia crea inseguridades que poco a poco van minando el vínculo social. Prevalece así una visión individualista del mundo, de sus oportunidades y sus riesgos. Ello debilita la integración de la vida social y deja al individuo en una situación de desamparo.

Las inseguridades que subyacen a esta situacion se expresan en las relaciones interpersonales, es decir, en nuestras relaciones cotidianas con nuestro entorno cercano: el barrio, la escuela, la empresa, la familia etc. Pero esta situación también se presenta en la relación de las personas con los sistemas funcionales (bienes basicos como la educacion, salud, trabajo o prevision). Las demandas de bienes y servicios, más allá de la relevancia material, tienen una fuerte carga simbólica para las personas. Aunque suene repetitivo, el ejemplo del trabajo es muy significativo ya que las personas no sólo se desempeñan en alguna labor para obtener bienes materiales, esta actividad proporciona además sentimientos de dignidad, identificacion e integracion.

La constante negativa de ciertos bienes y servicios, por parte de las autoridades, no sólo afecta el aspecto material de la vida social también afecta su aspecto simbólico. Cualquier evento como la delincuencia- puede transformarse en una amenaza vital cuando no nos sentimos protegidos por un orden solido y amigable. Las experiencias de desconfianza en la vida cotidiana afectan la confianza en la política. Ello se debe a que, como afirma Norbet Lechner, se sigue considerando al Estado como mediador entre la subjetividad y las exigencias de la modernidad económica, papel que fue importante entre la decada de los años veinte y setenta del siglo pasado, pero actualmente la nueva preeminencia del mercado redefine este papel al disminuir la dimension cultural y simbolica del mismo.12

Si bien los seres humanos hemos aprendido a vivir con cierto grado de incertidumbre, el verdadero avance hacia una sociedad moderna, como afirma Lechner, se presenta cuando la
incertidumbre se aprende a manejar lo mejor posible. Para conseguirlo es necesario que exista la vinculacion intersubjetiva entre las personas que comparten la incertidumbre, es decir, que la asuman como un problema compartido para asi poder desarrollar redes de confianza y cooperacion que vuelvan a generar el marco de certeza que se ha perdido.

Es aqui donde el papel del Estado de derecho y las reglas de urbanidad son fundamentales para respaldar el manejo de la incertidumbre. Si existe la percepcion (correcta o erronea) de que las leyes no se cumplan y de que reina la impunidad, se afecta inmediatamente el vinculo social existente. A través del derecho, entre otras regulaciones, la acción estatal ayudaba a transformar la realidad en un orden inteligible y, por lo tanto, moldeable. Además contribuía a delimitar un marco de referencia que otorgaba sentido a las transformaciones en marcha que experimentaban las personas.
En la actualidad los regímenes llamados democráticos, como el nuestro, se debilitan. Un signo de esta debilidad es la disminución de la participación política o crisis de la representación política como la nombra Alain Touraine. La conciencia de ciudadanía se debilita, entre otras cosas, porque cierto número de los llamados ciudadanos se sienten marginados o excluidos de una sociedad en la cual no sienten que participan, por razones económicas, políticas, étnicas o culturales.13

La consolidación de una lógica de mercado abstracta tiende a eliminar la vida concreta, tiende a reducir la subjetividad a la utilidad de los sistemas funcionales. Las personas sienten que sus miedos y anhelos para nada cuentan; que ellas son simples agentes de un engranaje abstracto.

Esto es significativo ya que los miedos son fuerzas peligrosas. Tienen la capacidad de provocar reacciones gresivas, rabia y odio que terminan por desestabilizar la sociabilidad cotidiana. Pueden producir parálisis. Pueden inducir al sometimiento y ser presa fácil de manipulación.

Sin embargo, los miedos también son una motivación poderosa de la actividad humana y, en
particular de la acción política. Como Nobert Lechner afirma, una de las formas de combatir,
acotar y enfrentar los miedos es sacándolos de la obscuridad.

Los miedos en la gente de la ciudad de México tienen una expresión sobresaliente: el miedo al delincuente. La delincuencia, expresada a través del secuestro, se percibe como la principal amenaza que provoca el sentimiento de inseguridad. Sobre este contexto simbólico me centro en la marcha efectuada el 27 de junio del 2004 en la ciudad de México, marcha considerada como la manifestación popular más grande en la historia de México.14 El lema vivir sin miedo , utilizad por los manifestantes, interpelaba la subjetividad de los mexicanos, al vincular dos grandes pasiones: el miedo y la esperanza. En un ambiente dominado por los miedos invocaba la esperanza en el futuro: algo que todavía no es pero que puede llegar a ser. Invocaba un vínculo emocional y un compromiso afectivo con el futuro por hacer. De esta anticipación, se nutre, pricipalmente, la acción política.

Esta marcha es un ejemplo en el cual el miedo a la delincuencia hizo surgir la accion politica y colocó, de esta manera, a los individuos en una situacion de ciudadanos. Porque ser ciudadano y no simplemente elector, significa incrementar el interés en el gobierno y en sentirse parte de una sociedad politica. La ciudadanía apela a la integración social, la conciencia de pertenencia no sólo a una ciudad, un Estado nacional o un Estado federal, sino también a una comunidad soldada por una cultura y una historia.

Y, aunque no se puede pensar que por medio de una marcha se puede cambiar la situacion de inseguridad, es un fenomeno que mostró la vinculacion intersubjetiva entre las personas que compartían la misma incertidumbre, el miedo a la delincuencia se observa asi como un problema compartido el cual puede generar redes de confianza y cooperacion mas prolongadas que ayuden a generar un marco de certezas. Marco que, por supuesto, sería más fácil de alcanzar con el respaldo jurídico de las autoridades.


Algunas consideraciones

La marcha efectuada el 27 de junio del 2004 en la ciudad de México fue convocada por la sociedad civil, entidad que ofrece una nueva fuente de certezas en tiempos de incertidumbre y que cuenta actualmente con más prestigio que cualquier partido político. Una de las críticas hacia esta marcha proveniente de las autoridades del Distrito Federal, ante tanto poder de convocatoria; fue que los medios de comunicación y quienes pagaron la publicidad dentro de los noticiarios grupos de élite- fueron los responsables de movilizar a tanta gente. En parte esa aseveración tiene algo de cierto ya que, como hemos visto, la gente encuentra que los medios puede sevir como mediadores entre la subjetividad y las incertidumbres que las exigencias de la modernidad económica crean alrededor de los sujetos. Pero ese poder no surge sólo por los medios mismos sino por la pérdida de eficacia de las autoridades que, tal vez sin pretenderlo, le brindan mucho mayor fuerza a los medios.

Si en el fondo es cierto o no que pueden solucionar problemas de tipo social lo cierto es que muchos periodistas, que muchas veces poseen más prestigio que muchos políticos, denuncian y critican la inercia de las autoridades ante problemas como la inseguridad. Ese simple hecho les concede mucha más confianza y aprecio que a cualquier otra figura política.

Interpelar a las personas como ciudadanos, convocándolas como consumidores en este caso de noticias y publicidad- permitió hacer surgir la reivindicación de sus derechos de acceder y pertenecer al sistema socio-político así como el derecho de participar en la reelaboración del sistema. Como ciudadanos se apropiaron de los mensajes mediáticos y los usaron de acuerdo a que consideraron que ellos representaban más sus intereses que cualquier otra instancia política.

El conflicto entre el sujeto y los sistemas ha sido y será un conflicto jamás resuelto, constantemente se encuentra en negociaciones y mediaciones de dos dimensiones de la modenidad que son antagónicas. El comportamiento clásico de los ciudadanos se encuentra más allá de simple interacción política de votar. Lo público se le presenta a los ciudadanos a través de los medios de comunicación y ellos encuentran en ese espacio un lugar de negociación entre sus subjetividades y la lógica del sistema para construir y renovar la sociedad. Quedaron atras los tiempos definir a la sociedad como un conjunto de instituciones o como el efecto de una voluntad soberana.

Con lo anterior podemos acercarnos a un fenómeno que caracteriza nuestras sociedades
actuales y que Touraine nombra como sociedades programadas donde la verdadera lucha no se establece por quiénes poseen la técnica, sino por quienes pueden utilizar la producción y la difusión masiva de las representaciones, de las informaciones y los lenguajes.

Los diversos autores que tomé en este trabajo coinciden en señalar es que estamos ante nuevos escenarios de confrontación que se han desencadenado por una era de flujos globales de poder, riqueza y tecnología lo que conlleva a una modificación de la ciudadanía.

Si anteriormente ser ciudadano sólo incluía a aquellas personas que podían informarse leyendo y comprendiendo lo social desde las reglas comunicativas de la escritura, actualmente la inclusión se basa en aspectos que hablan más de estrategias que de personas o espacios. Estamos en camino de conocer ese nuevo espacio y las repercusiones que tendrá en una nueva forma de ser ciudadanos en relación con el consumo de los medios masivos contemporáneos, más allá de observalos como espacios de populismo político y comunicacional, que no deja der ser una parte importante de dichos espacios.





* Ponencia pronunciada con motivo del XI International summer school on religions en la comunidad de San Gimignano, Siena, 24 de agosto de 2004.

** Estudiante del Posgrado en Ciencias Antropológicas de la UAM-I

1 A. Touraine, Crítica a la modernidad, México, FCE, 1994.
2 N. García Canclini, Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, México, Grijalbo, 1995.
3 G. Sartori, Homo videns. La sociedad teledirigida, México, Taurus, 1997.
4 Ibid.,p.163.
5 J. Thompson, Ideología y cultura moderna. Teoría crítica social en la era de comunicación de masas, México, UAM-X, 1993.
6 Actualmente existen estudios sobre el tiempo que los niños, menores de 14 años, pasan observando la televisión y las cifras se equiparan al tiempo de los adultos. Véase Los niños españoles y británicos son los que más televisión ven en la UE de Rosario G. Gómez, El País, viernes 24 de septiembre de 2004, sociedad/21.
7 García Canclini, op.cit.,p.39.
8 El autor busca trascender en el tratamiento atomizado con que se suele abordar el análisis de la ciudadanía sentido jurídico-político- y ofrecer la dimensión cultural de la misma.
9 M. Douglas Y B. Isherwood, El mundo de los bienes.Hacia una antropología del consumo,
10 García Canclini, op.cit.,p.43.
11 Touraine, op.cit.,p.346.
12 N. Lechner, Nuestros miedos en Perfiles latinoamericanos, FLACSO, Núm. 13, México, 1998.
13 Touraine, op.cit., p.
14 Reforma/Redacción, Exigen resultados. Impone la marcha récord de asistencia y deja emplazadas a las autoridades en Reforma, lunes 28 de junio del 2004.

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