sábado, 15 de octubre de 2011

"MONTONEROS, LA SOBERBIA ARMADA" por Pablo Giussani. TERCERA ENTREGA.

Con el debido respeto y la latente actualidad que tienen las reflexiones de Pablo Giussani, intentaré enbarcarme en la entrega de este soberbio libro, que aunque ya tiene una casi treinta años, devela porque la Argentina es Argentina de hoy.
Retóricas, discursos, juegos dialecticos de "rebeldes" a quienes el traje de "revolucionarios" les quedó inmenso.
Los manejos de Perón, Mussolini y un grupo de aburridos burgueses jugando a ser desafiantes con "los padres" y luego llorando por el reto recibido.

Reconfiguremos el pensamientos con la valentía de ponernos en duda y de dialogar con nuestras miserias humanas.

Darío Yancán.




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Si la conciencia hechicera descrita aquí como contenido de un particular tipo de relación con Perón fuera sólo una peculiaridad de los montoneros, sería de un valor teórico bastante relativo y de muy escasa utilidad para la comprensión de esa franja más amplia de fenómenos políticos que incluye al terrorismo en general o a la ultraizquierda genéricamente considerada.
Pero la verdad es que el análisis de cualquiera de estas manifestaciones acaba por descubrir en ellas un común trasfondo de magia que lleva a considerarlas como residuos de una mentalidad históricamente remota o limitada hoy como fenómeno normal a ciertas etapas de la niñez.
En 1963, el Uruguay todavía era “ la Suiza de Sudamérica”. Bajo un inocuo gobierno colegiado, cuyos innumerables defectos no incluían, por cierto, el de ser opresivo, preservaba su orgullosa democracia en medio de las rutinarias dictaduras que se sucedían en el resto del subcontinente. Las libertades de expresión y de asociación gozaban de plena vigencia, los estados de sitio y las campañas por la excarcelación de los presos políticos eran exotismos que la prensa sólo mencionaba en sus páginas de información internacional, y la escasa policía local observaba con escrupulosidad la prohibición de practicar allanamientos después de la caída del sol.
En ese Uruguay y en ese año, Raúl Sendic3 dirigía ya a sus compatriotas llamados a la resistencia contra lo que describía como un régimen “fascista”. En ese mismo año, guerrilleros y armamentos eran desembarcados sobre las costas de Venezuela para alimentar una guerra antifascista contra el gobierno constitucional, democrático y pluralista de Rómulo Bentancourt.
También en 1963 se abría en medio de las dictaduras que asolaron a la Argentina durante los últimos 50 años un raro y reluciente paréntesis de libertades públicas y respeto por los derechos humanos bajo el manso gobierno de Arturo Illia. Ese paréntesis fue el momento elegido por el “ Comandante Segundo” para lanzar desde Salta una “guerra de liberación”.
En 1977, las calles de Italia exhibían pintadas firmadas por la Autonomía Operaia4, en las que el nombre del entonces primer ministro Giulio Andreotti aparecía seguido por una cruz gamada, con el signo “igual” interpuesto entre ambos.
Podríamos haber recorrido de cabo a rabo el Uruguay del gobierno colegiado, la Venezuela de Bentancourt, la Argentina de Illia y la Italia de Andreotti sin que nuestra experiencia sensorial de las cosas descubriera el menor indicio de un Estado fascista. Y, sin embargo, había en todos esos países centenares o millares de jóvenes consagrados, sacrificada y abnegadamente, a formas de lucha armada contra el fascismo.
En todos ellos estaba funcionando a tambor batiente el mecanismo de las secuencias locas entre estímulo y respuesta. ¿ Qué diferencia hay entre responder al inofensivo colegiado uruguayo con una “ guerra popular antifascista” y responder a la credia del río con bastonazos a los cerdos?.


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El extremismo revolucionario no ignoraba en 1963 que el Uruguay visible y verificable rebozaba de libertades y garantías constitucionales. Pero explicaba: el detalle de que el fascismo no se vea no significa que no exista. Lo que ocurre es que está enmascarado. Es una de sus malditas astucias.
Estas instituciones democráticas no son sino apariencias, un disfraz del que se sirve para confundir a la gente.
El razonamiento, mil veces repetido y mil veces escuchado a lo largo de las últimas dos décadas en todos los ámbitos de la extrema izquierda latinoamericana, continuaba con la presunción de que, si todo el pueblo tomara conciencia del fascismo escondido tras las apariencias democráticas, respondería en masa al llamado a la resistencia.
¿ Qué hacer, pues? El extremismo revolucionario sentencia: “ Hay que desenmascarar al fascismo” Y el primer paso de este desenmascaramiento era la denuncia, el intento de “ concientizar” a la gente y de abrirle los ojos sobre la verdad del enemigo emboscado.
Pero como ocurre que el pueblo uruguayo – como el argentino, el venezolano o el italiano- es, después de todo, una parcela de nuestra evolucionada civilización racionalista y atenida a los hechos visibles, resulta difícil convencerlo de que un fascismo invisible, no registrable entre tales hechos, existe.
Y, entonces, ¿Qué debe hacerse? La fórmula del extremismo revolucionario: obligar al régimen a desprenderse de su máscara, llevarlo a una situación en la que le resulte imposible mantener en pie sus apariencias democráticas, forzarlo a mostrarse en toda su ferocidad 5
La mayor parte de la violencia guerrillera que se extendió por Latinoamérica en los últimos 20 años (este libro fue publicado en 1984) empezó por no ser otra cosa que la instrumentación de esta consigna. La violencia encarada como estímulo de una contraviolencia concientizante, como modo de llevar al plano de la objetividad visible un fascismo que de otro modo no alcanzaba a ser materia de persuasión en un mero intercambio discursivo entre subjetividades6.


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Cuando al espiral de la violencia y la contra violencia logra efectivamente cubrir el tránsito entre el apacible colegiado uruguayo de 1963 y la feroz dictadura de Aparicio Méndez, una mentalidad evolucionada de nuestra civilización racional y atenida a los hechos visibles percibe que ha surgido, en la realidad, una situación nueva, distinta de la anterior. Que ha habido, en suma, un cambio. Ubica además este cambio en el contexto de las relaciones causales que gobiernan los hechos visibles, y advierte que ha sido promovido, condicionado, motivado.
Los acontecimientos toman entonces un giro inesperado para las expectativas del extremismo revolucionario: la promoción del fascismo al mundo objetivo no genera adhesión a la guerrilla urbana, sino todo lo contrario. Su efecto sobre las masas no es movilizador, sino inhibitorio. El hombre de la calle percibe en el extremismo revolucionario no al enemigo de la dictadura, sino al progenitor de la dictadura, el causante del cambio.
El extremismo revolucionario se defiende y argumenta: aquí no ha habido cambio alguno.
Nosotros no hemos cambiado nada. El fascismo de hoy es el mismo que había antes, sólo que ahora está claro, a la vista.
La violencia guerrillera, de esta manera, no se asume a sí misma, en rigor, como una política, como una praxis, como un modo de operar sobre la realidad para producir en ella determinados cambios- pues se da por supuesto que la realidad permanece inmutable-, sino como una mayeútica, una operación aplicada, no a las cosas, sino al saber que se tiene acerca de ellas, un ritual iniciático en el que santones provistos de ametralladoras y bombas de fraccionamiento guían paternalmente a la omunidad hacia el conocimiento de realidades preexistentes.
Si bien se mira, en la lógica de esta violencia concientizante, el momento de la efectiva transformación de la realidad por vía de la lucha antifascista concreta resulta visualizado siempre como posterior al de la combatiente movilización masiva que se aspira a motivar con la previa exposición del fascismo.
Pero como ya se ha visto que esta forma de violencia es a la vez inhibitoria de la movilización que se pretende desatar con ella, resulta en los hechos que la hora de la lucha antifascista concreta queda indefinidamente postergada, proyectada a un vaporoso e inalcanzable futuro, como el de la resurrección de la carne.
Asumido como enemigo en abstracto, el fascismo jamás llega a serlo en concreto para esta praxis que va anteponiendo inacabablemente a la hora de combatirlo la tarea de provocarlo, convocarlo, preservarlo a la vista de la gente. En esta tarea, el enemigo concreto es identificado siempre entre los moderados, los liberales, los progresistas, responsables de empañar y restar visibilidad al “ sistema”.
Silverio Corvisieri relata una ilustrativa conversación que tuvo oportunidad de mantener cuando, en junio de 1979, visitó como diputado italiano la prisión de Spoleto para verificar el trato recibido por los presos. Allí se encontró con Vincenzo Guagliardo, un dirigente de las Brigadas Rojas quien le señaló el contraste entre el duro guardia cárcel responsable de su sección, a quien los presos llamaban el “ mariscal Pinochet”, y el director del penal, un hombre de inclinaciones moderadas que concedía liberales facilidades a los reclusos para visitar a sus familias.
El enemigo para Guagliardo, era naturalmente el directo del penal. “ Nos divide el frente” , explicaba7.
En 1979, la organización terrorista Prima Linea reivindicó en Italia el asesinato del juez Emilio Alessandrini con un documento en el que señalaba como justificación del crimen la eficacia del magistrado. Alessandrini un progresista, debía ser eliminado porque, siendo un buen juez, fortalecía la credibilidad del Estado.
El golpe militar que derrocó en Chile al gobierno de Unidad Popular fue saludado como una contecimiento positivo por algunos ambientes de la extrema izquierda europea. Tal fue en italia la reacción de Lotta Continua, que había aportado su grano de arena a las motivaciones del golpe con una colecta realizada bajo la consigna de “ armas para el MIR”. Lotta Continua recibió con preocupación, días después del golpe, la versión de que un sector del ejército chileno marchaba sobre Santiago bajo el mando del general Prats en defensa del derrocado régimen constitucional. A juicio de este grupo, se trataba de militares burgueses que intentaban arrebatar al proletariado chileno una revolución que ahora tenía finalmente abierto el camino tas la caída del “ gobierno-freno” de Salvador Allende8.


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En julio de 1966, días después del golpe militar que derribó al gobierno de Illia en la Argentina, un activista estudiantil con el que yo había tenido algunos tratos durante mi pasada militancia política seme acercó en un café de la calle Corrientes, donde solía reunirme al caer la noche con otros periodistas.
“Un viejo amigo te quiere ver”, me dijo, hablándome conspirativamente al oído. “ Si me acompañás, podemos encontrarnos con él ahora”.
Salimos juntos del café y recorrimos cuatro cuadras en silencio hasta llegar al centro de la plaza Talcahuano. Allí, parado junto a un ombú cuyo bajo follaje lo protegía de la escasa iluminación circundante, estaba Joe Baxter.
Líder de una pasada escisión de izquierda en la organización ultraderechista “ Tacuara” y futuro líder de una escisión populista en el Ejercito Revolucionario del Pueblo ( ERP)9
Días antes, el flamante régimen militar del general Juan Carlos Onganía había producido su primera muestra de brutalidad, interviniendo violentamente la Universidad Nacional de Buenos Aires en lo que habría de ser recordado como “ la noche de los bastones largos”“ ¡ Lo que está ocurriendo en la Argentina es estupendo!” me dijo Baxter. “ Finalmente empiezan a darse las condiciones para la revolución!”
Esta conciencia jubilosa del fascismo en eclosión, común a las reacciones de Baxter ante la caída de Illia, de Lotta Continua ante el derrocamiento de Allende y de Guagliardo ante la providencial presencia de un Pinochet penitenciario que “ unificaba el frente” fue también el excitante que en 1970llevó a los montoneros a irrumpir en el escenario argentino asesinando al general Pedro EugenioAramburu10.
He escuchado decenas de explicaciones montoneras de las motivaciones que precipitaron este crimen, y todas ellas coincidían en aquella invariable exaltación de la “claridad” que aportan los halcones cuando se devoran a las palomas. El fascismo, por fin, estaba allí, presente y a la vista en el uniforme del general Onganía, despertando conciencias que habían quedado dormidas bajo el blando gobierno de Illia.
Después del “ Cordobazo”11, sin embargo, comenzó a cobrar consistencia en el seno del ejército argentino una corriente militar liberal que, con Aramburu como figura alternativa, se fue distanciando de Onganía en busca de una apertura política. En los primeros meses de 1970, ya había inorgánicas deliberaciones castrenses, contactos tomados con las proscritas fuerzas políticas y viajes de discretos emisarios a Madrid, signos todos de que el rumbo de la “ Revolución Argentina”12 estaba por ser torcido hacia un proceso de democratización que contemplaba inclusive, por primera vez en quince años, el reconocimiento legal del peronismo.
El extremismo revolucionario argentino observó este curso de los acontecimientos con la misma preocupación que asaltaría años después a Lotta Continua ante la supuesta marcha de Prats sobre Santiago.
Lo que se estaba viendo desde los santuarios del extremismo revolucionario argentino no era, desde luego, una situación en proceso de cambio. La realidad no cambiaba – sino que se manifestaba al pasar de la democracia a la dictadura y tampoco cambiaba al sufrir el proceso inverso. En la óptica de la extrema izquierda, las cosas se ceñían una vez más a la magia de las realidades inmutables en las que todo cambio se disuelve en un ectoplasma de irrealidades distractivas. El fascismo sea prestaba no a morir, sino a enmascarase de nuevo.
Había que detener este proceso, descabezarlo en una cruzada por defender la claridad en peligro. El enemigo: Aramburu.
Agente del ilusionismo demoliberal, como Illia y el general Prats, Aramburu fue secuestrado por los montoneros el 29 de mayo de 1970 y ritualmente sacrificado dos días después en un acto de exorcismo dirigido a expurgar de la luz el espíritu de las tinieblas.
Es curioso el destino de los demoliberales, doblemente execrados como máscaras del fascismo por la ultraizquierda y como personero disfrazados de la subversión, por un simétrico magismo de extrema derecha.
Esa fue la suerte de Aramburu, reaseguro de la derecha para el extremismo revolucionario y émulo de Kerensky para los ideólogos de la “Revolución Argentina”. Exponente, en suma de un ilusionismo a dos puntas que habría de convertirlo en blanco de una alianza, por lo menos objetivo, entre Onganía y los montoneros, entre la claridad y sus sacerdotes.


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Ha ocurrido siempre y en todas partes: jóvenes nacidos en familias de clase media más o menos acomodada, que por su origen social tienen acceso a estudios superiores, librerías de moda, bibliotecas, conversaciones sofisticadas en las que se habla de alienación, de Marx, de Marcuse o de la lucha de clases, y que un buen día, a la luz de las nociones bien o mal absorbidas de este contorno, tienen una súbita percepción de la falsedad, la hipocresía, la inmoralidad fundamental en que descansa la vida de sus padres.
Esta percepción lleva a una primera sensación de repugnancia, de rechazo por ese mundo cuyo símbolo inmediato y cotidiano es papá. “ caro papa”, la película de Dino Risi, describe con gran acierto este pequeño y emblemático drama familiar de un adolescente que, de pronto, se ve repelido hacia el submundo de la marginación pseudo revolucionaria por un padre que acumula millones de dólares en oscuros tratos con las transnacionales invocando a cada paso su pasado de partigiano.
Este rechazo, en sí mismo, no es negativo. Está bien que una fortuna construida sobre el hambre de braceros sicilianos, mineros chilenos o indocumentados mexicanos repugne a un adolescente de este estrato social, aun cuando sea su familia el marco en el que esta realidad se le manifiesta.
Pero en siete casos de cada diez, esta naciente conciencia de rechazo surge con adherencias del medio social que le sirve de marco. Es un rechazo que retiene porciones del mundo que rechaza, hábitos, gustos, inclinaciones y prerrogativas de clase que impiden dar a ese primer momento de repulsión proyecciones revolucionarias,. Y el rechazo, a la postre, se queda en mera rebeldía.
¿ Cuál es la diferencia entre un revolucionario y un rebelde?
Un revolucionario es, por lo pronto, un individuo política, ideológica y culturalmente independiente. Tiene sus propios fines, su propia tabla de valores, su propio camino. Y cuando da un paso, lo da arrastrado teleológicamente hacia adelante por aquella objetiva constelación de fines y valores que lo trascienden.
Un rebelde, en cambio, vive de rebote. La dirección de sus movimientos no está marcada por metas que lo atraen sino por realidades dadas que lo r4epelen. Y la repulsión desnuda, la repulsión vivida como un absoluto y no como momento derivado de una previa percepción de valores y objetivos que califican de rechazable lo rechazado, se resuelve en un puro negativismo.
La negación, en su variante absoluta, es un modo de depender de lo negado, El joven rebelde, carente de una tabla de valores propia, necesita conocer la tabla de valores de sus padres para construir por inversión la suya.
Si su rebeldía se expresa en la indumentaria, ruborizará a su padres presentándose desgreñado, grasiento y con deshilachados jeans en las recepciones que ofrece su familia. Si se expresa a través de la literatura, escribirá versos obscenos que escandalicen a la tía Eduviges.
Y si se expresa en términos políticos, las opciones del joven rebelde no serán otras que las del contorno familiar asumidas consigno invertido. En mis tiempos, por lo menos, este rechazo negativista consistente en poner cabeza abajo la escala de valores de papá se cumplía en el terreno político a través de la siguiente operación: el adolescente se preguntaba qué era lo que papá más temía y de testaba en el campo político. La respuesta era, generalmente: “ el comunismo internacional”. Y el joven rebelde, en consecuencia corría a inscribirse en el Partido Comunista.
Pero esta afiliación fundada en la mera inversión mecánica del anticomunismo paterno reviste peculiares modalidades. Bajo el rótulo de “comunismo”, nuestro joven rebelde asumía como su propio destino político no lo que el comunismo era, sino la imagen negativa que tenía del comunismo su padre.
Papá creía que los comunistas eran inescrupulosos, y nuestro joven rebelde posaba de sanguinario y violento. Papá creía que los comunistas negaban los valores fundamentales de la familia, y nuestro joven rebelde abogaba por el amor libre y la lucha contra el autoritarismo paterno. El comunismo que nuestro joven rebelde abrazaba no era sino una antología en negativo de los juicios o prejuicios anticomunistas de su familia.
Pero, una vez ingresado en el PC, el joven rebelde se encontraba con la sorpresa de que los comunistas no eran así. Los descubría pacíficos y rutinarios, cumplidores de horarios y amantes de la vida familiar. Por momentos, hasta se parecían a papá.
Sobrevenía entonces el desencanto, y el joven rebelde traducía su frustración en dos actitudes posibles: o abandonaba el partido para canalizar su rebeldía por otros conductos, eventualmente la droga o la cultura beat, o permanecía un tiempo más en el partido para genera una escisión colectiva de extrema izquierda. Gran parte del extremismo revolucionario ha tenido este origen.


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En un grupo originado de esta manera, el rechazo negativo de lo dado confluye con la renuencia mágica a desarrollar conductas acordes con los contenidos objetivos de la propia experiencia. Magia y negación son variantes complementarias de esa niñez estancada y resistente a la maduración que es el extremismo revolucionario.
Y al igual que la concepción mágica de las cosas, o más bien como parte inseparable de ella, también este componente negativista del extremismo revolucionario impide a la larga que la acción originada en ella sea realmente una política.
Una política, cualquier política, implica una necesidad de crecer, de sumar, de asumir real o siquiera demagógicamente la representación de anhelos colectivos, de escalonar los propios fines en programas máximos y programas mínimos que permitan construir la mayor red de alianzas posible.
Pero el extremismo revolucionario sacrifica siempre e invariablemente estas inherencias de la política como tal a la necesidad de ser y, sobre todo, de parecer terrible.
Montoneros fue, en buena medida, un producto, y a la vez un canalizador, de ambos componentes. Un político revolucionario – que lo es fundamentalmente por su aptitud para atender a la experiencia acumulada en la historia- sabe que consignas tales como “ cinco por uno, no quedará ninguno” , o “ llora, llora la puta oligarquía, porque se viene la tercera tiranía” no sirven para construir una política. Sirven si, para presentar como propia una personalidad escandalosa que asuste a la tía Eduviges.
Los propósitos del rebelde, en realidad, no van más allá de esto. Mientras el revolucionario rechaza una realidad dada con el ánimo de superarla, el rebelde la rechaza con el ánimo de que su rechazo conste. Y un rechazo proyectado al servicio de su propia constancia tiene que ser forzosamente directo, agresivo, clamoroso. Aunque la agresión fortalezca a la realidad agredida y sacrifique la posibilidad de superarla; es decir, de dar al rechazo una dimensión política.
A los montoneros leds tocó vivir una realmente dramática contradicción entre la mayor oportunidad jamás concedida a un grupo de izquierda en la Argentina para la construcción de un gran movimiento político y la cotidiana urgencia infantil por inmolar esa posibilidad al deleite de ofrecer un testimonio tremebundo de si mismo.
Esta acción autotestimonial, arquetípicamente presente en cada gesto montonero, es siempre inhibitoria de la acción política. Hacer política es desentenderse de uno mismo, trascenderse. Un político vive primariamente atento a sus metas, no a su imagen. Sólo secundariamente atiende a su imagen como algo cuyo valor no es absoluto sino derivado del fin. Y una imagen elaborada en función de genuinos fines políticos nunca es terrible.
Ortega y Gasset, en un ensayo que escribió en los años '30 sobre los argentinos, les atribuyó justa o injustamente un modo de encarar la propia vida que se asimila en cierto modo a lo que aquí se viene describiendo como una niñez estancada.
Ortega creía advertir un contraste entre los europeos, empeñados en hacer, y los argentinos, empeñados en ser. Por un lado, una vida abierta al mundo, a los demás, a una constelación de fines exteriores a ella. Por el otro, una vida ensimismada, revertida sobre sí misma, en la que el sujeto quela vive permanece consagrado a la construcción de su propio personaje. Un europeo, en la visión de Ortega, elige ser escritor porque quiere escribir. Un argentino elige escribir porque quiere ser escritor.
Esta visión puede ser acertada o no como caracterización global de los argentinos – en todo caso creo que es menos acertada hoy que en los años '30-, pero muerde sin duda sobre la realidad, sise enfoca con ella a la extrema izquierda, argentina o europea.
Un político revolucionario es un hombre que quiere hacer la revolución. Un militante de extrema izquierda es un hombre que quiere ser un revolucionario. Y hay considerables diferencias entre las motivaciones que llevan a construir en el mundo exterior una revolución y las que llevan a construir en uno mismo una personalidad revolucionaria.
Un político revolucionario, con su vida proyectada hacia una revolución entendida como fin que lo trasciende, está espiritual y psicológicamente disponible para asumir, a partir de la experiencia histórica, la creencia de que el camino hacia la revolución pasa por una coexistencia pacífica compartible con Willy Brandt, por un programa mínimo que lo asocie con Andreotti, o por las vías institucionales de la democracia parlamentaria y pluralista.
Para un militante de extrema izquierda, en cambio, la tarea de construirse autocontemplativamente una personalidad revolucionaria requiere otros ingredientes. La contemplación, autopracticada o buscada en otros a propósito de uno mismo, necesita un objeto claramente visualizable, audiovisualmente más atractivo.
Mientras que en un político revolucionario la tarea de hacer una revolución le exige a veces ofrecer de sí mismo la desteñida imagen de un concejal, la de construir una personalidad revolucionaria reclama colorido, brillo, una arquitectura de signos y símbolos asimilables a la temática de los posters.
Frente a la necesidad de hacer la revolución, que se resuelve en el universo de la política, la necesidad de dejar teñida en el universo de la imagen, reducida a pura iconografía: el birrete guerrillero, la estrella de cinco puntas, los brazos en alto enarbolando ametralladoras.




NOTAS
1 José López Rega, un ex policía aficionado a las ciencias ocultas, se convierte a mediados de los años '60 en secretario privado del general Perón y desde ese cargo acaba por ejercer una enorme influencia sobre el viejo líder político y sobre su tercera esposa, María Estela Martínez de Perón. Designado ministro de Bienestar Social en el gobierno surgido del casi plebiscitario triunfo electoral que obtuvo el peronismo en marzo de 1973, llegó a ser el virtual “hombre fuerte” de la Argentina bajo la gestión de la señora de Perón, quien sucedió en la presidencia a su esposo tras la muerte de éste en julio de 1974. Sus relaciones con el matrimonio Perón fueron comparadas a menudo con las de Rasputín con el zar Nicolás II y la zarina Alejandra. Se le atribuyó el patrocinio de un terrorismo de Estado que se manifestó en las actividades de la denominada Alianza Anticomunista Argentina (AAA).
2 Mario Eduardo Firmenich, nacido en 1949, se convirtió en máximo líder de la organización Montoneros después que murió Fernando Abal Medina el 7 de setiembre de 1970, en un encuentro armado con la policía. Como otros dirigentes del grupo, proviene del área católica de extrema derecha. Amigos del general Aramburu suelen invocar este origen para respaldar la tesis de que el secuestro y el asesinato del ex presidente fueron cometidos en connivencia con sectores internos del régimen militar encabezado por el general Onganía.
3 Raúl Sendic fue el fundador y máximo dirigente del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Nacido el 16 de marzo de 1926, milita desde su adolescencia en las filas del Partido Socialista de Uruguay, que lo ve ascender rápidamente a puestos de conducción, primero como dirigente de la Juventud Socialista y más tarde como integrante del comité ejecutivo partidario. En los primeros años '60 se aparta de la agrupación para poner en marcha la organización guerrillera, luego de cumplir en 1960 una visita a Cuba que resulta decisiva para orientarlo en esta dirección. Capturado en 1972 en medio de la campaña militar que habría de destruir al movimiento tupamaro, Sendic sufre un largo período de prisión, que aun continúa en 1984, y durante el cual fue sometido, según fehacientes denuncias, a terribles torturas.
4 Autonomía operaia (autonomía obrera), grupo de extrema izquierda que creció durante los últimos años '70 bajo la guía doctrinaria de Toni Negri, Franco Piperno y otros líderes menores, que actuaban principalmente en el campo universitario. Predicadora y practicante de la violencia revolucionaria, critica a menudo el “militarismo” de ciertos grupos armados clandestinos, como las Brigadas Rojas, y auspicia como alternativa la “violencia de masa”.
5 Entre las formulaciones más características de esta filosofía, figura una declaración de Potere Operaio ( poder obrero), organización italiana de extrema izquierda emanada de las turbulencias de 1968 y considerada la matriz histórica de las Brigadas Rojas y otros grupos terroristas que operaron en Italia en la década de 1970: “ Cuando el Estado se vea obligado a erigirse en pura forma de dominio y de destrucción física, cuando el Estado se vea reducido a sus cuerpos armados, entonces las condiciones de la victoria de la revolución estarán aseguradas “. 8Potere Operaio del lunedi, 2 de abril de 1972, citado por Giampaolo Pansa, Storie italiane de violenza e terrorismo,Laterza, Bari, 1980, p.33).
6 En 1961, cuando faltaba más de un lustro para que el autoritarismo de Pacheco Areco comenzara a socavar la slibertades democráticas en el Uruguay, Raúl Sendic escribió en El Sol, órgano del Partido Socialista Uruguayo: “ El régimen que impera en nuestro país tiene un rostro y una máscara. La máscara es la apariencia de libertad y de democracia experimentada sólo por la gente rica y que sólo sirve para ser mostrada al exterior. Pero la democracia burguesa en nuestro país, como la democracia burguesa en todas partes, no resiste la prueba de fuego de la lucha de clases. Aquí ha caído la máscara y ha dejado a la vista un rostro siniestro, que evoca las macabras fauces del fascismo”. Sendic aparece aquí en una de sus últimas apelaciones al método discursivo para “ desnudar al fascismo” ante la conciencia de las masas. El escaso rendimiento de este esfuerzo bajo el colegiado uruguayo ha de llevarlo después a la impaciente metodología de las ametralladoras.
7 Silverio Corvisieri, Il mio viaggio nella sinistra, Ed. L”Espresso, 1979, p. 173
8 Silverio Corvisieri, ibid. p. 125
9 El Ejército Revolucionario del Pueblo ( ERP) era una formación guerrillera constituida en 1970 como brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), de orientación trotskista.
10 El teniente general Pedro Eugenio Aramburu fue uno de los principales líderes del alzamiento militar que en setiembre de 1955 puso fin a casi una década de régimen peronista. En noviembre de ese año ascendió a la presidencia luego de encabezar con éxito una conspiración contra el general Eduardo Lonardi, titular del primer gobierno surgido del golpe castrense contra Perón. En contraste con la actitud conciliadora demostrada por Lonardi frente a ciertas franjas del peronismo, sobre todo en el campo sindical, Aramburu asumió la representación de los sectores militares y civiles más antiperonistas. Su actuación al frente del gobierno militar, en consecuencia, tuvo un fuerte carácter represivo. La máxima expresión de esta política fue el fusilamiento de más de treinta militares y civiles en junio de 1956, luego de un fracasado intento insurreccional peronista. Durante la década que siguió a su paso por el poder ( 1955-1958), Aramburu fue evolucionando hacia posiciones más flexibles hasta convertirse hacia fines de la década de 1960 en promotor de un acuerdo con el peronismo que permitiera dar una salida institucional al régimen militar instalado en 1966. El asesinato de Aramburu por los montoneros dejó trunco este proyecto.
11 Con el nombre de “ Cordobazo” se conoce en la Argentina el alzamiento popular que en mayo de 1969 sacudió la ciudad de Córdoba, principal centro de la industria automotriz en la Argentina. Aunque sofocado finalmente por las Fuerzas Armadas, el “ Cordobazo” marcó para el régimen militar del general Onganía el comienzo de un proceso de deterioro que culminaría con su caída un año después.
12 Los líderes del alzamiento militar que derrocó en 1966 al presidente constitucional Arturo Illia eligieron la denominación de “ Revolución Argentina” para el proceso de reforma institucional que consideraban puesto en marcha con esa insurrección.

jueves, 13 de octubre de 2011

"YO, DARÍO YANCÁN APOYO A HERMES BINNER". SOLICITADA.




En pocos días se volverá a votar para elegir las autoridades del gobierno nacional y se cumplirán 28 años de la recuperación de la democracia en la Argentina. Para una historia plagada de dictaduras, discordias civiles y proscripciones, representa una victoria de todo nuestro pueblo el que estas casi tres décadas hayan transcurrido en el marco de las libertades públicas. Ya no hay tutelaje militar, las instituciones funcionan y se afirma la vigencia de los derechos humanos. Estas conquistas no tienen propietarios ni titulares: son muchos/as los/as que han cooperado para alcanzarlas. Existen, no obstante, deudas pendientes, vicios antiguos y problemas nuevos que conspiran contra la posibilidad de establecer una sociedad más justa, pluralista y democrática.

Persiste una gran deuda social. A pesar del crecimiento económico a tasas formidables de los últimos ocho años, la disparidad en el acceso a los derechos económicos y culturales es dramática y millones de argentinos y argentinas viven en la pobreza y aun en la indigencia. Los planes de asistencia que el Estado ha brindado en los últimos años trajeron alivio para muchas familias, pero no acortaron sustantivamente la brecha entre ricos y pobres. Esos planes tampoco pueden constituir el corazón de la política social. Si se aspira a revertir el patrón de la desigualdad y dejar atrás la indefensión de los pobres y el clientelismo político, son imprescindibles reformas profundas que den sostén a la autonomía del/la ciudadano/a y al ejercicio de los derechos sociales para todos y todas. Después de una década de neoliberalismo, el Estado ha retomado un papel activo en la vida económica y social, pero sigue funcionando de manera ineficiente, manejado por el poder de turno arbitrariamente y con escasos controles.

La acción del actual gobierno propende a la concentración del poder y no favorece la afirmación de las instituciones de deliberación, gestión y control. Se desalienta el desarrollo de formas efectivas de participación ciudadana. El debate público se encuentra jaqueado por visiones maniqueas del presente y el pasado argentinos; vuelve a cernirse sobre nuestra vida política la tentación del pensamiento único convertido en doctrina estatal. La complejidad del proceso en curso resulta simplificada y distorsionada por un discurso que tiende a la polarización permanente de nuestra sociedad, como si no hubiera espacio más que para el antagonismo sistemático. Esta lógica es adversa al afianzamiento de una democracia que reconozca no solamente la diversidad de intereses, sino también la pluralidad de puntos de vista respecto del bien común. La arbitrariedad y la corrupción en el manejo de los asuntos públicos son vicios antiguos entre nosotros, pero se han agudizado en el contexto actual de bonanza económica.

Por todas estas razones los y las abajo firmantes apoyamos la postulación a presidente del doctor Hermes Binner. Su candidatura ha encendido la esperanza de un gobierno democrático y progresista, honesto y respetuoso del pluralismo político. Como intendente de Rosario, primero, y como gobernador de Santa Fe, después, Binner ha demostrado sensibilidad frente a la injusticia, manos limpias ante el flagelo de la corrupción y disposición al diálogo con todas las fuerzas nacionales, sin renunciar a sus convicciones. La Argentina necesita de las cualidades de este dirigente socialista de principios firmes, vocación de reformas y aptitud para la convivencia democrática.


Firmantes: Tomás Abraham, Mario Albornoz, Carlos Altamirano, Daniel Attala, Lila Caimari, Carlos Gabetta, Marcos Novaro, Beatriz Sarlo, Federico Andahazi, Osvaldo Bazán, Angélica Gorodischer, Fabián Casas, Guadalupe Noble, Hilda Sábato, Guillermina Tiramonti, Hugo Vezzetti y siguen las firmas...

"EL LUGAR DEL ARTISTA". Entrevista a Osvaldo Lamborghini




[Tomado de Lecturas Críticas. Revista de Investigación y Teorías Literarias, Buenos Aires, Año I, Nº 1, 1980, p. 48-51]

¿La parodia es un homenaje o una violencia?

En la parodia siempre entra el odio y el amor. El odio al semejante implica también amor. La parodia sería como un amor fracasado sino fuera abyecto decir que el amor fracasa. Es un oxímoron decir amor fracasado, si hay amor ¿cómo puede haber fracaso? No se puede mimar un objeto sin amarlo.

¿Pero también se lo pervierte, se lo degrada?

Se lo degrada, pero es una creación imaginaria, nadie degrada a nadie; es la creencia del sujeto que está degradando algo, no degrada nada; ni siquiera logra degradarse él mismo.

¿Qué te proponías con "El Niño Proletario"?

Yo me proponía cosas tales como: ¿porqué salir como un estúpido a decir que estoy en contra de la burguesía? ¿Porqué no llevar a los límites y volver manifiesto lo que sería el discurso de la burguesía? ¿Qué va a quedar comprometido? Planteado en términos gramaticales: un pronombre: yo. ¿Qué quiere decir yo? En esa época yo no tenía nada que ver con Freud, no había una idea de la cosa de elidir el sujeto, cambiarlo de posición en el discurso.

¿Este trabajo es previo a tus estudios de psicoanálisis y Lacan?

Totalmente previo.

Ahí aparece un niño con un falo, ¿no?

El falo era una cosa de hinchazón española. Habría que tomar el registro del texto, es un texto donde a veces se dice pija, pero hay momentos en que no. Hay que decir falo; funcionan una prohibiciones en el momento de escribir bastante extrañas,¿no?

¿Tenías alguna teoría esbozada de la parodia en ese momento?

En el libro de mi hermano que aparece ahora está dicho con todas las letras: Parodia, genio de nuestra raza. Hay una payada entre el Sabio negro y el Sabio blanco; es la payada del Moreno con Martín Fierro. Porqué no ver toda la literatura desde El Fausto de Estanislao del Campo?: Entonces todo entra a cambiar de una manera alucinante, todo. En esos términos no es lo mismo ver a Rimbaud desde la cultura francesa. Entre la Comuna de París que es absolutamente determinante en lo que hace Rimbaud, y bueno... Es lo que sucede con el frigorífico Lisandro de la Torre. Es un tipo como nosotros; ellos la hacen de una manera y nosotros de otra. Cuando Rimbaud dice me voy, hay que entender que se viene; lo que pasa es que con el afrancesamiento uno lee que Rimbaud se va y por identificación uno se está yendo con él. No, vos no te vas con él, estás acá esperándolo. Se va quiere decir que se viene para acá; Africa, las pampas argentinas todo igual para Rimbaud.

Lo que me llamaba la atención es que para el 70-73 vos estabas en la revista Literal; en aquel momento parecía que la revista tenía un enemigo...

Sí, el populismo. Eva Perón es popular, los chicos de clase media de Filosofía y Letras, son populistas. La estética del populismo es la melancolía. Y, yo no estaba en Literal, yo hacía junto con Germán García, Literal.

¿"El Niño Proletario" es un mito populista?

No, ¿porqué un mito?

Digo, constituido por la propia literatura de Boedo. Me refiero a Larvas, por ejemplo.

¿Querés que te diga la verdad? ¿Cuál es el gran enemigo? Es González Tuñon; los albañiles que se caen de los andamios, toda esa sanata, la cosa llorona, bolche, quejosa, de lamentarse. Una ideología siempre te propicia para pelotudeces, pero también para mitos heroicos. Cuando te criás dentro de mitos heroicos me parece abyecto quejarse. Esto es poesía quejosa, hacer esta especie de orgullo de padre proletario, que se levantaba a las cinco de la mañana con sus manos callosas; que traía pan crocante a la mesa. Es hacer descansar una cultura en este pobre tipo que vino de Italia a laburar acá. Es una cosa no contra Castelnuovo; no importa lo que él piense como subjetividad. En los textos la ideología actúa, la ideología sube al escenario y representa su papel. Al nivel del cuento que aparece en Vidas Proletarias, de Castelnuovo donde al tipo, al anarquista lo persigue un oficial de investigaciones y él llega a su casa y pide a la madre que lo proteja. Entonces la madre lo protege. Es un policía dedicado a torturar a este anarquista. Esto es lo que yo le copio en "El Niño Proletario": los tres burgueses ven pasar al niño proletario y se vuelven locos y lo quieren matar, están dedicados a él. Entonces lo agarra y viene el oficial Gómez, que es el que siempre lo tortura, entonces el tipo le dice a la madre que apague las luces, entra el policía, se arma un buen ruido, se prenden las luces, y está la madre muerta, desangrándose en el suelo y el policía que se ríe y dice: quiso matarme a mí y mató a su madre. No hay, te digo, una cosa personal con Castelnuovo, más bien con la ideología liberal de izquierda, esa cosa llorosa. Es decir, que los escritos tienen que valer por el sufrimiento que venden y por las causas nobles de ese sufrimiento.

¿El texto "El Niño Proletario", es una inversión de esa actitud?

Totalmente. Ahí hay una frase suprimida: yo pienso que. A ese texto con esa frase lo destruyo, lo convierto en una porquería. "Yo pienso que" habría que terminar con esa literatura liberal de izquierda. Entonces tiramos la bola a ver qué dicen, qué van a entender; no te olvides que es de 1969, o sea hace 11 años, era mucho más difícil. Y bueno, había que explicar que uno no era un monstruo.

Es un texto provocativo, escandaloso, totalmente perverso, ¿no?

No, no es perverso, es sexual.

Pero esas cosas que intercambian, uno caga, el otro come.

Esos son los juegos que hacen los chicos, son perversos polimorfos. Hay todo un goce, en tanto se juega a la muerte de un niño; la cultura occidental consiste en matar un niño, todos pensando todo el tiempo cómo matar al niño.

¿"El Niño Proletario" es la única parodia que vos escribiste?

Todo es parodia, el último poema de mi último libro se llama "Die Verneinung" obviamente yo no sé alemán; es un artículo de Freud; por eso las comillas. En el texto mismo la parodia es un mundo. La madre Hogarth se refiere al pintor, digamos que son cuadros muy terribles. Hay partes enteras del poema que son descripciones del cuadro, los ahorcados en un panel derruido, está la cosa de Rimbaud, ¿no?

Y Neibis, ¿es un chiste?

Neibis es "Si bien" al revés. Lo pongo al revés para no cantar la bola de entrada.

Si en aquel momento renegabas de los liberales de izquierda, por ejemplo, a la mañera de González Tuñón y de los populistas que se vuelven peronistas. ¿Vos desde qué lugar lo hacías?

Si hay lugar, no hay poesía; desde ningún lugar. Toda la relación con la poesía es desde ningún lugar.

¿En aquel momento vos te podés decir de vanguardia?

Y, si querés, digamos que sí.

¿A quiénes leías entonces?

Mis epifanías fueron entonces, Hegel, ese tipo de cosas. Después no me puedo hacer el populista, el obrero. Dentro de la literatura todo, bah, todo... La vida dedicada a eso. Me acuerdo de Croce; los textos críticos a los que teníamos acceso en esa época. No estaban Barthes, Todorov, nada.

Pero, ¿en el 69 no lo conocías a Massota?

No, a Massota lo conozco después del Fiord. Al Fiord se lo lee a Massota el primer grupo lacaniano de Buenos Aires.

¿Vos conocías a los de Contorno?

¡Qué los voy a conocer en esa época! Los diez años que me lleva Massota; somo del mismo barrio, yo era un chico, para mí Massota era un dios.

¿Es irreverente la parodia?

Habría que ver a quién se le hace una parodia. En cierto sentido toda la literatura podría ser calificada de irreverente. Un escritor nunca habla de pavadas. Una de las tareas difíciles de llevar a cabo, es sacar al artista del lugar de boludo en que se lo ha colocado.

Uno escribe en función de los textos que ha leído. Lo que uno ha leído actúa como sobredeterminación. La vida es un texto, que es una sobredeterminación mayor.

Por ejemplo, Bataille explica cómo las fotos viejas llegan a tener un efecto paródico y gracioso, sin haber sido ésa su primera intención. Una cosa que me fascinaba mucho en esto de la parodia es que la prenda nacional: la bombacha, es una partida que Ascasubi, como ministro de Guerra, compra a los turcos cuando pierden la guerra de Crimea; de ahí viene la bombacha. La prenda nacional es eso. Ya está puesto el significante, ya está.

La parodia tiene que ver con los niveles de identificación agresiva. Parodia vendría a ser lo que Hegel llama pasaje de la tragedia a la comedia burguesa, es decir, de Edipo Rey al vodeville.

Esta transcripción de buena parte de la entrevista a Osvaldo Lamborghini a fines de octubre último (1980), no tuvo la prometida corrección por escrito para su publicación, por razones de tiempo. [Nota en Lecturas críticas: Revista de investigación y teorías literarias, Buenos Aires, Año I, Nº 1, 1980]
Fuente: www.golosinacanibal.blogspot.com

lunes, 10 de octubre de 2011

"MODELO RUSO" por Jorge Fontevecchia.



El modelo es simple: un gobierno con muchos recursos induce a empresarios que sean contratistas, concesionarios o tengan sus actividades reguladas por el Estado, a comprar medios de comunicación para ponerlos a su servicio. Así, sin necesidad de entrar en conflicto con los organismos internacionales que defienden la libertad de prensa, ni de tener que cerrar o nacionalizar medios, se consigue influir sobre la mayor parte de los periodistas cuyas fuentes de trabajo estarán en manos de personas afines al gobierno. En lugar de comisarios políticos, empresarios políticos.

Salvo excepciones, como todo el Grupo Clarín, los medios son empresas pequeñas o a lo sumo medianas, comparadas con las empresas más grandes del país. Y más insignificantes aun respecto al presupuesto del gasto público. Para dar una idea de proporciones alcanza con el caso de Electroingeniería, la empresa que realiza obras públicas y que a partir del kirchnerismo ha crecido geométricamente.

Hace unos años, Electroingeniería compró Radio del Plata desembolsando 20 millones de pesos y ahora sorprende gratamente a artistas y periodistas invirtiendo 150 millones de pesos para costos de producción anuales en el canal nuevo de televisión digital 360 TV; o sea, más que muchos canales abiertos para una señal que inicialmente verá muy poca gente.

Parece mucho, pero en sólo una obra –la recientemente inaugurada Atucha II, que terminó costando en la etapa kirchnerista 2.100 millones de dólares en lugar de los 450 millones que había previsto De Vido en 2003 o los 700 millones que recalculó en 2006–, Electroingeniería tuvo el 85% de todos los contratos.

Como comparación, aunque arbitraria y con el solo fin de ser más didáctico, con el 10% de esos 2.100 millones de dólares; o sea, casi 900 millones de pesos, se pueden comprar seis canales 360 TV y 45 radios Del Plata.

Esta semana se habló de Cristóbal López, otro empresario kirchnerista con negocios vinculados al Estado, porque le atribuyen estar negociando la compra del diario Ambito Financiero tras haber fracasado en el intento de adquirir las acciones de Daniel Hadad en C5N y sus radios 10, Vale, Mega y Pop. Casualmente, las 150 toneladas de hierro con las que estaban construidas las antenas de estas dos últimas radios de Hadad se desplomaron el fin de semana pasado, en un confuso episodio que se atribuye a presiones sobre Hadad para que venda (y no al precio que él pretende). A Cristóbal López le “faltaría” algún medio nacional porque ya ha comprado varios en su provincia, Chubut, donde el gobernador fue recientemente electo como opositor al kirchnerismo pero ahora anunció que se alineaba al oficialismo.

Llevarle como trofeo de caza un medio a la Presidenta –la en Argentina– o al presidente –en el caso de Rusia– es la actividad extracurricular más de moda entre algunos empresarios de estos dos países. Las similitudes no se limitan a eso. El tratamiento de los medios es una consecuencia de coincidencias estructurales mucho mayores, todas tendientes a cierto grado de autoritarismo.

Con sólo cuatro años de diferencia, ambos países pasaron por los dos mayores defaults de deuda y una maxidevaluación que multiplicó en un mes el precio del dólar por cuatro, generando en la población un miedo traumático a la pérdida de la bonanza económica que hoy gozan. Ambos países tienen un gran territorio despoblado y son ricos en materias primas que pueden exportar, y sus economías se beneficiaron enormemente en los últimos años por el aumento de las commodities. En ambos países los partidos de oposición tienen intenciones de voto muy inferiores a las del partido gobernante, que se mantiene en el poder alternando dos figuras: en Rusia, cuando Putin agotó todos los períodos constitucionales de reelección, se eligió presidente a su jefe de Gabinete y el propio Putin pasó a ser jefe de Gabinete. Después de un período así, ahora será nuevamente presidente de Rusia Putin y el actual presidente, Medvédev, volverá a ser su primer ministro. En la Argentina también se habló esta semana de una reforma constitucional que permitiera a Cristina Kirchner continuar como jefa de Estado. Si en 2015 su popularidad siguiera siendo tan alta quizás analice imitar a Putin dejando por un período a algún técnico de su confianza, conservando ella el verdadero poder, como lo tuvo Néstor Kirchner cuando dejó de ser presidente.

Alinear a los medios con el gobierno no es una política aislada sino consecuencia inevitable de un sistema con orientación autoritaria. En la reunión anual de la Asociación Mundial de Diarios que se realizó en Moscú (WAN) en 2006, recuerdo que el CEO de dos de los principales diarios rusos me dijo apesadumbrado que ya no aguantaba más las presiones del gobierno que lo maltrataba por cualquier detalle que le molestara de lo que había salido publicado. Esos dos históricos y emblemáticos diarios rusos habían sido comprados para agradar a Putin por el mayor productor de aluminio del país, cuya rentabilidad dependía de que el gobierno colocara o no retenciones sobre las exportaciones, o no le autorizara aumentos de precios o giros al exterior con la distribución de dividendos. Para dar una idea, y nuevamente se trata de un ejemplo arbitrario y con fines didácticos, sería una empresa rusa comparable con YPF de la Argentina. Sus ventas eran de varios miles de millones de dólares por año; qué le importaba perder “sólo” 10 millones para dejar contento a Putin con dos diarios.

Dicen que Menem, en las visitas oficiales donde llevaba una amplia comitiva que incluía a los principales empresarios argentinos, solía pararse frente a la vidriera de la joyería del hotel donde estaban hospedados para ver cuánto tardaban los empresarios, y cómo se peleaban entre ellos, para correr a comprar lo que él estaba mirando y regalárselo. Menem era frívolo y por eso relativamente poco ambicioso. Putin tiene gustos que pueden no tener precio. O si la metáfora fueran las joyas, lo que quiere es un buen collar hecho de medios de comunicación, uno a uno enlazados en el control oficial.

La publicidad oficial para amansar a los medios existentes fue el primer escalón. La publicidad oficial para financiar medios nuevos, el segundo. Los subsidios para directamente comprar contenidos –fútbol o ficción para todos–, el tercero. La cuarta fase podría ser directamente comprar los medios y blindarse frente a las crisis.

"MONTONEROS, LA SOBERBIA ARMADA" por Pablo Giussani. SEGUNDA ENTREGA.


Con el debido respeto y la latente actualidad que tienen las reflexiones de Pablo Giussani, intentaré enbarcarme en la entrega de este soberbio libro, que aunque ya tiene una casi treinta años, devela porque la Argentina es Argentina de hoy.
Retóricas, discursos, juegos dialecticos de "rebeldes" a quienes el traje de "revolucionarios" les quedó inmenso.
Los manejos de Perón, Mussolini y un grupo de aburridos burgueses jugando a ser desafiantes con "los padres" y luego llorando por el reto recibido.

Reconfiguremos el pensamientos con la valentía de ponernos en duda y de dialogar con nuestras miserias humanas.

Darío Yancán.




I

Durante un período de mi infancia viví con la curiosa convicción de que todas las cosas tenían una doble naturaleza, un doble ser: un ser para cuando se las miraba,otro para cuando no se las miraba.
No sé en qué momento llegué a esta extraña conclusión- quizás a las cuatro o cinco años de edad-, pero recuerdo que solía almorzar con la vista fija en una botella de vino,tratando de imaginar la transfiguración que se produciría en ella si yo, de pronto, cerraba los ojos.
Con los ojos abiertos, tenía delante una botella. Si los cerraba, la botella se convertía instantáneamente en un duende, lanzado a corretear traviesamente sobre el mantel, o sobre lo que terminaba por ser el mantel al librarse, también él, de mi mirada.
Si luego abría los ojos, toda la escena volvía a inmovilizarse, recobrando la cotidiana naturaleza de las cosas visibles: la botella volvía a ser botella y el mantel, mantel.
Me resultaría difícil precisar ahora, con medio siglo de experiencias acumuladas sobre aquellas primeras fantasías de mi niñez, hasta qué punto creía yo en esa sorprendente Weltanschaung infantil.
Pero quizá sirvan para medir el grado de realidad que yo asignaba a ese mundo escondido y misterioso las estratagemas que solía dedicar al desesperado intento de penetrarlo, de “verlo”
Recuero que mi celada favorita en esta diaria batalla por ganar acceso al mundo invisible era la de ir cerrando lentamente los ojos ante la botella, ofreciéndole la apariencia de un observador que se adormecía. Y a los pocos segundos los abría repentina y rápidamente con la esperanza de pescarla desprevenida y de poder percibir, siquiera durante una fracción de segundo, la silueta evanescente del
duende en transformación.
Recuerdo también el amargo desconsuelo con que volvía a encontrarme, desde el primer
instante, con la mera botella.


2

Años mas tarde, leyendo los hermosos estudios de Levi Brûhl y las fascinantes observaciones de Frobenius sobre la mentalidad primitiva, vine a enterarme de que pueblos enteros habían vivido durante generaciones y generaciones con esta misma concepción del mundo.
Resultaba que nuestra civilización occidental, con su hábito de atenerse objetivamente a lo que se experimenta de las cosas y a cifrar en relaciones de causalidad física los cambios del mundo exterior, era en el largo tiempo histórico un pequeño islote de racionalidad que sobrenadaba milenios de culturas mágicas en las cuales el mundo -el mundo en que se creía- nada tenía que ver con el
testimonio que nos daba de él nuestra experiencia.
Culturas en las que el trato del hombre con el Universo se fundaba en un suerte de “retrología” hechicera, que encaraba los signos exteriores y perceptibles de las cosas como embozos de una realidad distinta, enigmática y normalmente inaccesible, escondida detrás de ellas.
Hoy, millares de observaciones, de percepciones, de datos recogidos y creídos en nuestra experiencia sensorial de las cosas nos han llevado por inducción a explicar la lluvia como el producto de bolsones de baja presión atmosférica que atraen y concentran, en una relación de causa y efecto, las nubes dispersas en las áreas de alta presión. La mentalidad primitiva la explicaba como el llanto de dioses entristecidos en sus lejanas e invisibles moradas celestes.
Nosotros nos esforzamos por controlar las lluvias operando con procedimientos científicotécnicos sobre el mecanismo causal que las produce. El hombre primitivo trataba de llegar al mismo resultado alegrando a los dioses, levantándoles altares y sacrificándoles corderos.
Nosotros, en suma, ajustamos nuestro trato con las cosas a lo que sensorialmente percibimos de ellas, a lo que hay en ellas de visible, palpable, audible, experimentable. El hombre primitivo, ese "retrólogo”, lo ajustaba a la naturaleza oculta de las cosas, a lo que había en ellas de invisible,inaudible, impalpable, inexperimentable.
Hoy, a la luz de la racionalidad que existe siempre entre los estímulos que recibimos del mundo exterior y nuestras respuestas a ellos, la secuencia estímulo-respuesta en el hombre primitivo nos resulta absurda, ilógica y cómica por su ilogicidad.


3

Otro recuerdo de infancia que aquí viene al caso es el de los relatos de mi tío Virgilio, un emprendedor industrial italiano con ocasionales inclinaciones aventureras, que dedicó un año de su vida a explorar en las nacientes del Amazonas tierras que él describía, quizá con razón, como jamás alcanzadas hasta entonces por el hombre blanco. Y en estas correrías, dijo haber estado en una aldea indígena cuyos
pobladores tenían un modo muy peculiar de hacer frente a las crecidas de un río.
Cuando el tío crecía y amenazaba desbordar su cauce, los indios de la aldea no hacían lo que racionalmente haría cualquiera de nosotros -huir, treparse a los techos o construir defensas físicas contra el desborde. Lo que hacían era correr con grandes palos a los establos y apalear ferozmente a sus animales, con preferencia los cerdos, que reaccionaban al castigo con estremecedores chillidos.
Era ésta una suerte de tecnología mágica que apuntaba a espantar con el estruendoso lamento de las bestias el espíritu maligno que se había apoderado del río.
Este modo de entrar en tratos con las cosas tiene dos implicaciones importantes. La primera, señalada por Levi Brûhl, es la imposibilidad de aprender con la experiencia. No es posible, en efecto, que la experiencia cuestiones, desmienta o corrija los contenidos de una concepción que empieza por negarle validez.
La segunda es la necesidad de delegar en otros una facultad cognoscitiva que el hombre común no está en condiciones de ejercitar por su propia cuenta. El conocimiento de la experiencia, tiene que emanar de la autoridad que se les reconoce a determinados individuos considerados excepcionales y superiores.
El saber, en esta concepción mágica del universo, no es algo que el hombre común ejercita, sino algo que recibe, una revelación difundida por hechiceros provistos de poderes extraordinarios que les permiten alcanzar, en raros y sublimes momentos de éxtasis, atisbos visuales de ese mundo normalmente invisible.
El santón puede ser un individuo aislado y solitario cuya sabiduría es aceptada como
incompartible por la comunidad. O puede ser el guía de un largo y complejo proceso iniciático recorrido por otros hombres con la esperanza de llegar a ser algún día, también ellos, privilegiados testigos del mundo verdadero.


4

Yo había olvidado aquella historia de los cerdos apaleados para calmar el río, hasta que la reviví de pronto, a principios de la década de 1970, en una sugestiva asociación de ideas, al observar las tortuosas relaciones que se desarrollaban en esos años entre los montoneros y el general Perón.
Eran relaciones plagadas, también ellas, de secuencias absurdas entre estímulos y respuestas, entre pasos a la derecha por parte de Perón y reacciones aprobatorias desde la izquierda, acompañadas de bizantinas explicaciones, por parte de los montoneros.
Las explicaciones respondían siempre, en lo esencial, a un mismo esquema básico,
consistente en degradar cada paso estratégico de Perón al rango de un paso táctico, como un modo de preservar en la trabajosa visualización montonera del viejo líder el mito de una estrategia exquisita y secreta, encaminada por sabios meandros y hábiles rodeos a la liberación nacional.
Una cosa que me intrigaba era precisamente la insólita y casi maniática insistencia con que los términos “táctica” y “estrategia” aparecían reiterados en el lenguaje montonero. Y finalmente llegué a la conclusión de que ambas expresiones estaban siendo disociadas de su acepción clásica en el vocabulario político convencional, y convertidas en fórmulas rituales de alusión a esa dicotomía mágica entre un mundo de realidades invisibles y un mundo de visibilidades irreales.
Había, así, un Perón “táctico”, inmerso en la irrealidad de lo visible, audible, palpable, y verificable, que tenía de confidente y delfín a López Rega1, bendecía a la derecha sindical y prometía con un guiño convertir a la Argentina en un país socialista “... como Bélgica”.
Y detrás de él estaba el Perón “estratégico” y verdadero, provisto de una realidad secreta a la que sólo tenían acceso ritual los iniciados, un formidable y gratificante Perón-duende que era invisible, inaudible, impalpable e inverificablemente revolucionario.
En esos años circulaba un chiste en el que Mario Firmenich2, instantes antes de morir fusilado por orden de Perón, junto con los demás integrantes de la conducción montonera, decía con entusiasmo a sus compañeros de infortunio: “ Qué me dicen de esta táctica genial que se le ocurrió al Viejo?" “.
A esta altura, han muerto o “desaparecido” ya millares de montoneros, como resultado de una represión cuya metodología fue de algún modo delineada por el propio Perón, cuando éste autorizó en 1973 la utilización de “cualquier medio” para poner fin a la infiltración de izquierda en su movimiento.
Los montoneros velaron a todos sus muertos, y aun hoy rinden homenaje a su memoria, bajo la consigna de “ hasta la victoria, mi general”, en lo que de alguna manera viene a ser una trágica reproducción de aquel chiste en el terreno de los hechos.


5

Si la conciencia hechicera descrita aquí como contenido de un particular tipo de relación con Perón fuera sólo una peculiaridad de los montoneros, sería de un valor teórico bastante relativo y de muy escasa utilidad para la comprensión de esa franja más amplia de fenómenos políticos que incluye al terrorismo en general o a la ultraizquierda genéricamente considerada.
Pero la verdad es que el análisis de cualquiera de estas manifestaciones acaba por descubrir en ellas un común trasfondo de magia que lleva a considerarlas como residuos de una mentalidad históricamente remota o limitada hoy como fenómeno normal a ciertas etapas de la niñez.
En 1963, el Uruguay todavía era “ la Suiza de Sudamérica”. Bajo un inocuo gobierno colegiado, cuyos innumerables defectos no incluían, por cierto, el de ser opresivo, preservaba su orgullosa democracia en medio de las rutinarias dictaduras que se sucedían en el resto del subcontinente. Las libertades de expresión y de asociación gozaban de plena vigencia, los estados de sitio y las campañas por la excarcelación de los presos políticos eran exotismos que la prensa sólo mencionaba en sus páginas de información internacional, y la escasa policía local observaba con escrupulosidad la prohibición de practicar allanamientos después de la caída del sol.
En ese Uruguay y en ese año, Raúl Sendic3 dirigía ya a sus compatriotas llamados a la
resistencia contra lo que describía como un régimen “fascista”.
En ese mismo año, guerrilleros y armamentos eran desembarcados sobre las costas de
Venezuela para alimentar una guerra antifascista contra el gobierno constitucional, democrático y pluralista de Rómulo Bentancourt.
También en 1963 se abría en medio de las dictaduras que asolaron a la Argentina durante los últimos 50 años un raro y reluciente paréntesis de libertades públicas y respeto por los derechos humanos bajo el manso gobierno de Arturo Illia. Ese paréntesis fue el momento elegido por el “ Comandante Segundo” para lanzar desde Salta una “guerra de liberación”.
En 1977, las calles de Italia exhibían pintadas firmadas por la Autonomía Operaia4, en las que el nombre del entonces primer ministro Giulio Andreotti aparecía seguido por una cruz gamada, con el signo “igual” interpuesto entre ambos.
Podríamos haber recorrido de cabo a rabo el Uruguay del gobierno colegiado, la Venezuela de Bentancourt, la Argentina de Illia y la Italia de Andreotti sin que nuestra experiencia sensorial de las cosas descubriera el menor indicio de un Estado fascista. Y, sin embargo, había en todos esos países centenares o millares de jóvenes consagrados, sacrificada y abnegadamente, a formas de lucha
armada contra el fascismo.
En todos ellos estaba funcionando a tambor batiente el mecanismo de las secuencias locas entre estímulo y respuesta. ¿ Qué diferencia hay entre responder al inofensivo colegiado uruguayo con una “ guerra popular antifascista” y responder a la credia del río con bastonazos a los cerdos.


1 José López Rega, un ex policía aficionado a las ciencias ocultas, se convierte a mediados de los años '60 en secretario privado del general Perón y desde ese cargo acaba por ejercer una enorme influencia sobre el viejo líder político y sobre su tercera esposa, María Estela Martínez de Perón. Designado ministro de Bienestar Social en el gobierno surgido del casi plebiscitario triunfo electoral que obtuvo el peronismo en marzo de 1973, llegó a ser el virtual “hombre fuerte” de la Argentina bajo la gestión de la señora de Perón, quien sucedió en la presidencia a su
esposo tras la muerte de éste en julio de 1974. Sus relaciones con el matrimonio Perón fueron comparadas a menudo con las de Rasputín con el zar Nicolás II y la zarina Alejandra. Se le atribuyó el patrocinio de un terrorismo de Estado que se manifestó en las actividades de la denominada Alianza Anticomunista Argentina (AAA).

2 Mario Eduardo Firmenich, nacido en 1949, se convirtió en máximo líder de la organización Montoneros después que murió Fernando Abal Medina el 7 de setiembre de 1970, en un encuentro armado con la policía. Como otros dirigentes del grupo, proviene del área católica de extrema derecha. Amigos del general Aramburu suelen invocar este origen para respaldar la tesis de que el secuestro y el asesinato del ex presidente fueron cometidos en connivencia con sectores internos del régimen militar encabezado por el general Onganía.

3 Raúl Sendic fue el fundador y máximo dirigente del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Nacido el 16 de marzo de 1926, milita desde su adolescencia en las filas del Partido Socialista de Uruguay, que lo ve ascender rápidamente a puestos de conducción, primero como dirigente de la Juventud Socialista y más tarde como integrante del comité ejecutivo partidario. En los primeros años '60 se aparta de la agrupación para poner en marcha laorganización guerrillera, luego de cumplir en 1960 una visita a Cuba que resulta decisiva para orientarlo en esta dirección. Capturado en 1972 en medio de la campaña militar que habría de destruir al movimiento tupamaro, Sendic sufre un largo período de prisión, que aun continúa en 1984, y durante el cual fue sometido, según fehacientes denuncias, a terribles torturas.

domingo, 9 de octubre de 2011

"MONTONEROS, LA SOBERBIA ARMADA" por Pablo Giussani. PRIMERA ENTREGA.



Con el debido respeto y la latente actualidad que tienen las reflexiones de Pablo Giussani, intentaré enbarcarme en la entrega de este soberbio libro, que aunque ya tiene una casi treinta años, devela porque la Argentina es Argentina de hoy.
Retóricas, discursos, juegos dialecticos de "rebeldes" a quienes el traje de "revolucionarios" les quedó inmenso.
Los manejos de Perón, Mussolini y un grupo de aburridos burgueses jugando a ser desafiantes con "los padres" y luego llorando por el reto recibido.

Reconfiguremos el pensamientos con la valentía de ponernos en duda y de dialogar con nuestras miserias humanas.

Darío Yancán.


PROLOGO O EPILOGO

Dedicadas a Adriana, las reflexiones que aquí dejo anotadas quedarían incompletas si no incluyeran una explicación de esta dedicatoria.
Lo normal es que escribir un libro y buscar a quien dedicárselo sean dos operaciones
independientes. En mi caso, ambas se confunden y se implican entre sí: este libro sólo tiene sentido a partir de la tragedia individual de Adriana y de la tragedia colectiva que en ella encuentra uno de sus símbolos más reveladores y terribles.
Adriana murió en una tarde de 1977, despedazada por una bomba que le estalló en las manos mientras ella se aprestaba a colocarla en una comisaría. Había salido de su casa con un pretexto cualquiera, prometiendo estar de regreso a la hora de la fiesta que preparaban sus padres para agasajarla en su decimosexto cumpleaños. En lugar de Adriana sus padres vieron llegar una comisión policial que habría de llevarlos a identificar su cadáver.
Adriana fue arrastrada a la muerte por un mal que no se ensañó sólo con ella. Un mal que diezmó a buena parte de una generación y que todavía acecha a los sobrevivientes. De ahí mi apremio por identificarlo, por ayudar a reconocerlo allí donde asome la cabeza en todo lo que tiene de alienante y de monstruoso.
No ignoro que esta dedicatoria-denuncia, apuntada a localizar responsabilidades -políticas, culturales, históricas-, tras la muerte de Adriana, puede provocar algunas perplejidades, quizaś algún reproche. En medio de la gran masacre que padeció la Argentina durante los últimos años, la muerte de Adriana es una de las pocas, excepcionales, que no alcanzan a incluir entre sus responsables al
régimen militar. ¿ Por qué elegir precisamente esa muerte para centrar en ella mi dedicatoriadenuncia?
¿ Implica esta elección alguna reticencia para condenar a un régimen que exterminó a
millares de adolescentes como Adriana?
Creo que de cuanto he escrito hasta ahora surge con claridad mi repugnancia por el ideario que presidió las acciones de este régimen militar, por las prácticas aberrantes que derivaron de ese ideario y por las repulsivas individualidades en las cuales estas prácticas se condensaron. Pero ocurre simplemente que el régimen militar no es el tema de estas reflexiones, como no lo son los igualmente
repudiables gobiernos de Adolfo Hitler, Pol Pot o Pérez Jimenez.
Ocurre además que la criminalidad del régimen instaurado en la Argentina el 24 de marzo de 1976 es un clarísimo dato de la realidad, poco menos que universalmente reconocido y condenado como tal. El mal, aquí, está a la vista. No necesita ser descubierto, desentrañado, identificado bajo apariencias engañosas y revelado a conciencias que lo ignoraban. Su ostensibilidad es tanta, que cualquier empeño en condenarlo resulta un ejercicio literario o una tautología retórica, pero no un
aporte enriquecedor a la conciencia de la gente.
Las responsabilidades que se esconden tras la muerte de Adriana,en cambio, son más
esquivas,menos reconocibles. En contraste con las del régimen militar, expuestas desnudas a la abominación universal, estas otras, se ven protegidas y disimuladas por una prestigiosa fraseología revolucionaria y por un peculiar estado de conciencia que genera en cierta clase media ilustrada predisposiciones a compartir, comprender o disculpar toda irregularidad que se comenta en nombre de
la revolución. Confieso que mi denuncia de aquellas responsabilidades tiene que afrontar aquí un giro penoso, en la medida en que su formulación implica también denunciar este colchón protector, un colchón que me resulta imposible desventrar sin sacar a relucir una parte de mi mismo.
Mas allá de los montoneros, a los que he sido y soy ajeno, estas reflexiones tienen también por blanco un determinado tipo de cultura política que en cierto modo los ayudó a existir y de la que en un pasado no demasiado remoto fui partícipe y difusor.
En ese paso compartí caminos y metas, por ejemplo, con Paco Urondo y con tantos otros que como él sacrificaron sus vidas a modelos de cultura y de acción que rechazo. Quede en claro, pues, que los comportamientos aquí denunciados no pertenecen a marcianos, a seres extraños y distantes, sino a personas que he tenido a mi lado, que han dejado alguna huella en mi vida, y quizá murieron
con alguna huella mía impresa en las suyas. Pienso con infinito desconsuelo en la posibilidad de que aquella huella mía -tal vez algo que pude haber dicho o escrito en mis contribuciones de hace un veintenio a la literatura de los “diez, cien, mil Vietnam”- haya abierto para algunos de ellos el camino que los llevó a la muerte.
El esfuerzo del que en estas reflexiones dejo constancia por caracterizar a los montoneros y por desentrañar los componentes secretos de su identidad cultural no puede ni debe ser considerado, en consecuencia, como un presuntuoso j'accuse, como una condena dictada desde posiciones de impoluta extraneidad a lo condenado. Si lo que describo es horroroso, para mí lo es doblemente por tratarse de un horror que en cierto modo germina de mis propias raíces.
Con horror pienso en el trágico fin de Adriana y en la personalidad de quien pudo haberla programado para esta inmolación. Si luego trato de asignar un rostro y un nombre a esta personalidad, encuentro entre sus identidades posibles la de Paco, mi viejo y querido Paco Urondo. Mi condena no se atenúa con este rostro a la vista; sólo se hace más doliente. Porque el rostro de Paco transparenta otros rostros, materialmente más distantes de aquel infanticidio, pero igualmente comprometidos en la cultura que lo hizo posible. Rostros que incluyen el mío, y los de toda una generación que pregonó la dialéctica de las ametralladoras, en un rapto de frivolidad literaria que más tarde sería asimilado en términos menos librescos por sus hijos.
Los montoneros, afortunadamente, han quedado atrás en la historia argentina, en la conciencia de los argentinos, y acaso parezca superfluo o anacrónico a esta altura un intento de estimular aversiones contra ellos. Condenar a los montoneros ya es en el país moneda corriente, casi una moda, por cierto más saludable que la moda precedente de ensalzarlos.
Pero ocurre que los montoneros son sólo la punta de un iceberg, cuyos componentes
sumergidos no siempre están presentes en lo que se suele condenar bajo el rótulo de montoneros. Y una condena limitada a la parcela emergente es estéril, no denota conciencias inmunizadas contra una repetición del fenómeno.
La inmunidad depende de que todo el iceberg esté a la vista, y mis reflexiones aspiran a ser un paso en esa dirección.

"LA QUIEBRA DE LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL". Entrevista a Slavoj Zizek - Peter Sloterdijk por Nicolas Truong.


Desde la crisis económica y el rol de las religiones hasta el caso Strauss-Kahn, dos de los filósofos más leídos de la actualidad analizan presente y futuro de Occidente. “Hemos acumulado tantas deudas que la promesa de reembolso en la cual se funda la seriedad de nuestra construcción del mundo ya no puede sostenerse”, denuncian.



Occidente vive una crisis del porvenir: las nuevas generaciones ya no creen que vivirán mejor que las anteriores. Una crisis de sentido, de orientación y de significación. Occidente sabe más o menos de dónde viene pero le da trabajo saber adónde va. Ciertamente, como decía el poeta francés René Char, “nuestra herencia no es precedida por ningún testamento” y a cada generación le corresponde dibujar su horizonte. Nuestros tormentos, sin embargo, no son infundados. El sentido de lo común se fragmentó. Con el “cada uno en lo suyo”, el sentimiento de pertenencia a un proyecto que trascienda las individualidades se evaporó. El derrumbe del colectivismo –tanto nacionalista como comunista– y del progresismo económico dio lugar al imperio del “yo”. El sentido del “nosotros” se dispersó.

La idea de partición, de bien común y de comunidad parece volar en pedazos. Sin embargo, son muchos todavía los que no desean confiar la idea de comunidad a los comunitarismos que acosan a un planeta desgarrado. Entre ellos se cuentan Peter Sloterdijk y Slavoj Zizek, filósofos europeos, que aceptaron debatir públicamente por primera vez sobre estos temas.

Todo los separa en apariencia. El primero es un seguidor de la filosofía individualista de Nietzsche; el otro, un marxista allegado a los movimientos alternativos. El primero es más bien liberal, el segundo, calificado como radical. Gracias a la fuerza metafórica puesta al servicio de sus audacias teóricas, Peter Sloterdijk (se pronuncia “Sloterdeik”) se dedica a captar la época sobre todo gracias a una morfología general del espacio humano, su famosa trilogía de las “esferas”, que se presenta como un análisis de las condiciones por las cuales el hombre puede volver habitable su mundo.

Aliando a Marx con y la trilogía de ciencia ficción Matrix , haciendo malabarismos entre Hegel y Hitchcock, el pensador esloveno Slavoj Zizek (se pronuncia “Yiyek”) es una figura notoria de la “filosofía pop”, tan severo con el capitalismo global como con cierta franja de la izquierda radical, que articula sin cesar las referencias de la cultura elitista (ópera) y popular (cine) a las grandes deflagraciones planetarias.

Este encuentro inédito está relacionado con la publicación concomitante de dos trabajos destinados a pensar la crisis que atravesamos. Con Vivre la fin des temps (Flammarion), Zizek analiza las diferentes formas de aprehender la crisis del capitalismo. Para él, los cuatro jinetes del Apocalipsis (desastre ecológico, revolución bioenergética, mercantilización desmesurada y tensiones sociales) están, diezmándolo: la negación (la idea de que la miseria o los cataclismos “no pueden pasarme a mí”), el regateo (“que me dejen el tiempo de ver a mis hijos recibidos”), la depresión (“voy a morir, para qué preocuparme por algo”) y la aceptación (“no puedo hacer nada, mejor que me prepare”). Y propone alternativas e iniciativas colectivas para recobrar el sentido de un comunismo despojado de su gregariedad aliado a un cristianismo liberado de su creencia en la divinidad.

Con Tu dois changer ta vie (Libella/Maren Sell), Peter Sloterdijk esboza otras soluciones, más individuales y espirituales. Inspirado por el poema de Rainer Maria Rilke consagrado a un torso antiguo del Louvre, trata de inventar en los ejercicios espirituales de los religiosos un nuevo cuidado de sí mismo, una nueva relación con el mundo. Desde el quebranto del crédito hasta el caso que derivó en la renuncia del director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, un diálogo inédito para cambiar de rumbo. Colectivas o individuales, políticas o espirituales, las ideas-fuerza de dos pensadores iconoclastas para evitar los callejones sin salida de la globalización.

Por primera vez desde 1945, la idea de porvenir está en crisis en Europa. Y a Occidente le cuesta creer en el progreso, como lo muestran estas nuevas generaciones que ya no imaginan que vivirán mejor que sus mayores. Desafección política, crisis económica o crispación identitaria: ¿podemos hablar, para ustedes, de una crisis de civilización?

Peter Sloterdijk: ¿Qué queremos decir cuando empleamos el término “civilización occidental”, en la cual vivimos desde el siglo XVII? En mi opinión, hablamos de una forma de mundo creada en base a la idea de una salida de la era del apego al pasado. La primacía del pasado se rompió: la humanidad occidental inventó una forma de vida inaudita fundada en la anticipación del porvenir. Esto significa que vivimos en un mundo que se “futuriza” cada vez más. Creo, por ende, que el sentido profundo de nuestro “ser en el mundo” reside en el futurismo, que es el rasgo fundamental de nuestra forma de existir.

La primacía del porvenir data de la época en que Occidente inventó este nuevo arte de hacer promesas, a partir del Renacimiento, cuando el crédito ingresó en las vidas de los europeos. Durante la Antigüedad y la Edad Media el crédito no desempeñaba prácticamente ningún papel porque estaba en manos de los usureros, condenados por la Iglesia. El crédito moderno, en cambio, abre un porvenir. Por primera vez, las promesas de reembolsos pueden ser cumplidas o mantenidas. La crisis de civilización radica en lo siguiente: entramos en una época en la cual la capacidad del crédito de inaugurar un porvenir sostenible está cada vez más bloqueada porque hoy se toman créditos para reembolsar otros créditos. En otras palabras, el “creditismo” ingresó en una crisis final. Hemos acumulado tantas deudas que la promesa del reembolso en la cual se funda la seriedad de nuestra construcción del mundo ya no puede sostenerse. Pregúntenle a un estadounidense cómo imagina el pago de las deudas acumuladas por el gobierno federal. Su respuesta seguramente será: “Nadie lo sabe” y creo que ese no saber es el núcleo duro de nuestra crisis.Nadie en esta Tierra sabe cómo pagar la deuda colectiva. El porvenir de nuestra civilización choca contra un muro de deudas.

Zlavoj Zizek: adhiero totalmente a esa idea de una crisis del “futurismo” y de la lógica de crédito. Pero tomemos la crisis económica llamada de las subprimes de 2008. Todo el mundo sabe que es imposible pagar créditos hipotecarios, pero cada uno se comporta como si fuera capaz de hacerlo. Yo a eso lo llamo en mi jerga psicoanalítica, una denegación fetichista: “Sé perfectamente que es imposible, pero de todos modos voy a tratar...” Sabemos muy bien que no podemos hacerlo, pero actuamos en la práctica como si pudiéramos hacerlo. Sin embargo, emplearía el término “futuro” para designar lo que Peter Sloterdijk llama el “creditismo”. El término “porvenir”, por otra parte, me parece más abierto. La fórmula no future es pesimista pero la palabra “porvenir” es más optimista. Y aquí no estoy tratando de dar un nuevo impulso al comunismo de Marx que está emparentado, efectivamente con un creditismo desmesurado. Para caracterizar nuestra situación, económica y política, ideológica y espiritual, no puedo dejar de recordar una historia probablemente apócrifa. Se trata de un intercambio de telegramas entre los estados mayores alemán y austríaco durante la Gran Guerra. Los alemanes habían enviado un telegrama a los austríacos diciéndoles: “Aquí, la situación en el frente es seria pero no catastrófica” y los austríacos respondieron: “Aquí, la situación es catastrófica pero no seria”. Y eso es lo catastrófico: no podemos pagar las deudas pero, en cierta forma, no lo tomamos en serio. Además de ese muro de deudas, la época actual se acerca a una suerte de “grado cero”. En primer lugar, la enorme crisis ecológica nos impone no continuar en esta vía político-económica. Segundo, el capitalismo, como sucede en China, ya no está naturalmente asociado a la democracia parlamentaria. Tercero, la revolución biogenética nos impone inventar otra biopolítica. En cuanto a las divisiones sociales mundiales, crean las condiciones de explotaciones y alzamientos populares sin precedente. La idea de lo colectivo también se ve afectada por la crisis.

¿Cómo volver a dar sentido a lo “común” en la hora del individualismo desenfrenado?

S.Z.: Aunque debemos rechazar el comunitarismo ingenuo, la homogeneización de las culturas, igual que ese multiculturalismo en que se ha convertido la ideología del nuevo espíritu del capitalismo, debemos hacer dialogar las civilizaciones y los individuos singulares. A nivel de los particulares, hace falta una nueva lógica de la discreción, de la distancia, de la ignorancia incluso. En la medida en que la promiscuidad se ha vuelto total, es una necesidad vital, un punto crucial.

A nivel colectivo, es necesario, efectivamente inventar otra forma de articular lo común. Ahora bien, el multiculturalismo es una falsa respuesta al problema, por un lado porque es una suerte de racismo denegado, que respeta la identidad del otro pero lo encierra en su particularismo. Es una suerte de neocolonialismo que, a la inversa del colonialismo clásico, “respeta” las comunidades, pero desde el punto de vista de su postura de universalidad. Por otra parte, la tolerancia multicultural es una engañifa que despolitiza el debate público, remitiendo las cuestiones sociales a las cuestiones raciales, las cuestiones económicas a las consideraciones étnicas. Hay también mucho angelismo en esta postura de la izquierda posmoderna. Es así como el budismo puede servir para legitimar un militarismo extremo: en los años 1930-1940, el establecimiento del budismo zen no sólo apoyó la dominación del imperialismo japonés sino que incluso lo legitimó. Utilizo deliberadamente el término “comunismo”, pues mis problemas en realidad son los bienes “comunes” como la biogenética y la ecología.

P.S.: Es necesario encontrar la verdadera problemática de nuestra era. El recuerdo del comunismo y de esa gran experiencia trágica de la política del siglo XX nos recuerda que no hay una solución ideológica dogmática y automática. El problema del siglo XXI es la coexistencia en el seno de una “humanidad” convertida en una realidad, físicamente. Ya no se trata del “universalismo” abstracto de la Ilustración, sino de la universalidad real de un colectivo monstruoso que comienza a ser una comunidad de circulación real con probabilidades de encuentros permanentes y probabilidades ampliadas de colisiones.

Nos hemos convertido como partículas en un gas, bajo presión. La cuestión es de aquí en más el vínculo social dentro de una sociedad demasiado grande; y creo que la herencia de las presuntas religiones es importante, porque son las primeras tentativas de síntesis meta-nacionales y meta-étnicas. La sangha budista era una nave espacial donde todos los desertores de todas las etnias podían refugiarse. Del mismo modo, podríamos describir la cristiandad, suerte de síntesis social que trasciende la dinámica de las etnias cerradas y las divisiones de las sociedades de clases. El diálogo de las religiones en nuestra época no es otro que el reformateo del problema del “comunismo”. La reunión que tuvo lugar en Chicago en 1900, el congreso de las religiones mundiales, fue una forma de plantear la cuestión de nuestra actualidad a través de esos fragmentos, esos representantes de cualquier procedencia, los miembros de la familia humana que se habían perdido de vista después del éxodo africano... En la era de la concentración, hay que plantear y reformatear todo lo que se pensó hasta ahora sobre el vínculo de coexistencia de una humanidad desbordante. Por eso empleo el término “co-inmunismo”. Todas las asociaciones sociales de la historia son, efectivamente, estructuras de co-inmunidad. La elección de este concepto recuerda la herencia comunista. En mi análisis, el comunismo se remonta a Rousseau y a su idea de “religión del hombre”. Es un concepto inmanente, es un comunitarismo a escala global. Es imposible escapar a la nueva situación mundial. En mi libro, la diosa o entidad divina que aparece en las últimas páginas, es la crisis: es la única instancia que posee suficiente autoridad como para impulsarnos a cambiar nuestra vida. Nuestro punto de partida es una evidencia aplastante: no podemos continuar así.

S.Z.: Mi idea no consiste tanto en buscar un “co-inmunismo” como en revitalizar la idea de un verdadero comunismo. Pero, tranquilícense, se trata más del de Kafka que el de Stalin, más el de Erik Satie que el de Lenin. Efectivamente, en su último relato Joséphine la cantante o el pueblo de las ratas , traza la utopía de una sociedad igualitaria, un mundo con artistas, como esta cantante Joséphine, cuyo canto reúne, subyuga y deja pasmadas a las multitudes, y que es celebrada sin por ello obtener ventajas materiales.

Una sociedad de reconocimiento que mantiene lo ritual, revitaliza las fiestas de la comunidad, pero sin jerarquía ni gregariedad. Idem para Erik Satie. Sin embargo, todo parece alejar de la política al famoso autor de las Gymnopédies . El mismo declaraba componer una “música de amueblamiento”, una música ambiental o de fondo. Y no obstante fue miembro del Partido Comunista. De todos modos, lejos de escribir cantos de propaganda, él daba a escuchar una suerte de intimidad colectiva, justo lo opuesto a la música de ascensor. Y es esa mi idea del comunismo.

Para salir de la crisis, usted, Sloterdijk, opta por la reactivación de los ejercicios espirituales individuales, en tanto que usted, Zizek, insiste en las movilizaciones políticas colectivas y en la reactivación de la fuerza emancipadora del cristianismo. ¿Por qué tales divergencias?

P.S.: Yo propongo introducir el pragmatismo en el estudio de las presuntas religiones: esa dimensión pragmática obliga a mirar más de cerca qué hacen los religiosos, a conocer las prácticas interiores y exteriores, que se pueden describir como ejercicios que forman una estructura de personalidad. Lo que yo llamo el sujeto principal de la filosofía y la psicología es el portador de las series de ejercicios que componen la personalidad. Y algunas de las series de ejercicios que constituyen la personalidad pueden describirse como religiosas.

¿Pero qué significa esto? Se hacen ejercicios mentales para comunicarse con un partenaire invisible, son cosas absolutamente concretas que es posible describir, no hay nada de misterioso en eso. Creo que hasta nueva orden, el término “sistema de ejercicios” es mil veces más operativo que el término “religión” que remite a la santurronería estatal de los romanos. No debemos olvidar que la utilización de los términos “religión” “piedad” o “fidelidad” estaba reservada en tiempos de los romanos a los epítetos que llevaban las legiones romanas estacionadas en el valle del Rin y en todas partes. El privilegio más elevado de una legión era portar los epítetos pia fedelis , porque eso expresaba una lealtad particular al emperador en Roma. Creo que los europeos simplemente olvidaron lo que quiere decir religio . La palabra significa literalmente “diligencia”. Cicerón dio la etimología correcta: leer, legere , religere , es decir, estudiar atentamente el protocolo para organizar la comunicación con los seres superiores. Es, por ende, una suerte de diligencia o en mi terminología, un código de entrenamiento. Por esa razón creo que “la vuelta de lo religioso” sólo sería eficaz si pudiera llevar a prácticas de ejercicios intensificados. Por el contrario, nuestros “nuevos religiosos” no son, la mayoría de las veces, más que soñadores perezosos. Pero en el siglo XX, el deporte se impuso en la civilización occidental. No volvió la religión, reapareció el deporte, después de haber sido olvidado durante casi 1.500 años. No fue el fideísmo sino el atletismo el que ocupó el primer plano. Pierre de Coubertin quiso crear una religión del músculo en los primeros años del siglo XX. Fracasó como fundador de una religión, pero triunfó como creador de un nuevo sistema de ejercicios.

S.Z.: Considerar la religión como un conjunto de prácticas corporales ya existía en las vanguardias rusas. El realizador soviético Serguei Eisenstein (1898-1948) escribió un texto muy bello sobre el jesuita Ignacio de Loyola (1491-1556) como alguien que sistematizó algunos ejercicios espirituales. Mi tesis sobre la vuelta al cristianismo es muy paradójica: creo que solamente a través del cristianismo uno puede sentirse verdaderamente ateo.

Si consideramos los grandes ateísmos del siglo XX, se trata en realidad de una lógica totalmente distinta, la de un “creditismo” teológico. El físico danés Niels Bohr (1885-1962) uno de los fundadores de la física cuántica, recibió la visita de un amigo en su dacha . Este sin embargo se resistía a pasar la puerta de su casa por una herradura que estaba clavada –una superstición para impedir que entraran los malos espíritus. Y el amigo le dijo a Bohr: “Eres un científico de primer nivel, ¿cómo puedes creer en esas supersticiones populares?” “¡No las creo!” respondió Niels Bohr. “¿Pero entonces por qué dejas esa herradura?”, insistió el amigo. Y Niels Bohr tuvo esta respuesta excelente: “Alguien me dijo que da resultado aunque uno no crea”. Sería una imagen bastante buena de nuestra ideología actual. Creo que la muerte de Cristo en la cruz significa la muerte de Dios y que ya no es más el Gran Otro que mueve los hilos. La única forma de ser creyente, después de la muerte de Cristo, es participar en vínculos colectivos igualitarios. El cristianismo puede ser entendido como una religión de acompañamiento del orden de lo existente o una religión que dice “no” y ayuda a resistir. Creo que el cristianismo y el marxismo deben combatir juntos la marejada de nuevas espiritualidades así como la gregariedad capitalista. Yo defiendo una religión sin Dios, un comunismo sin amo.

El momento histórico que atravesamos parece estar signado por la ira. Una indignación que culmina en la consigna “¡Fuera!” de las revoluciones árabes o las protestas democráticas españolas. Ahora bien, según Zizek, usted Sloterdijk es demasiado severo con los movimientos sociales que a su criterio provienen del resentimiento.

P.S.: Hay que distinguir la ira del resentimiento. Hay toda una gama de emociones que pertenecen al régimen del thymos , o sea, al régimen del orgullo. Existe una suerte de orgullo primordial, irreductible, que está en lo más profundo de nuestro ser. En esa gama del thymos se expresa la jovialidad, contemplación benévola de todo lo que existe. Aquí, el campo psíquico no conoce trastorno. Si bajamos en la escala de los valores, es el orgullo de sí mismo.

Bajamos un poco más y es la vejación de ese orgullo lo que provoca la ira. Si la ira no puede expresarse, está condenada a esperar para expresarse más tarde y en otra parte, eso lleva al resentimiento, y así hasta el odio destructivo que quiere aniquilar el objeto del cual salió la humillación. No olvidemos que la buena ira, según Aristóteles, es el sentimiento que acompaña al deseo de justicia. Una justicia que no conoce la ira es una veleidad impotente. Las corrientes socialistas del siglo XIX y XX crearon puntos de recolección de la ira colectiva, algo justo e importante. Pero demasiados individuos y demasiadas organizaciones de la izquierda tradicional se deslizaron hacia el resentimiento. De ahí la urgencia de pensar e imaginar una nueva izquierda más allá del resentimiento.

S.Z.: Lo que satisface a la conciencia en el resentimiento es más perjudicar al otro y destruir el obstáculo que beneficiarme yo mismo. Nosotros los eslovenos somos así por naturaleza. Conocerán la leyenda en la que a un campesino se le aparece un ángel y le pregunta: “¿Quieres que te dé una vaca? ¡Pero cuidado, también le daré dos vacas a tu vecino!” Y el campesino esloveno dice: “¡Por supuesto que no!” Pero para mí, el resentimiento, no es nunca la actitud de los pobres. Más bien la actitud del pobre amo, como Nietzsche lo analizó tan bien. Es la moral de los “esclavos”.

Sólo que se equivocó un poco desde el punto de vista social: no es el verdadero esclavo, es el esclavo que, como el Fígaro de Beaumarchais, quiere reemplazar al amo. En el capitalismo, creo que hay una combinación muy específica entre el aspecto timótico y el aspecto erótico. Es decir, que el erotismo capitalista es mediatizado en relación a un mal timotismo, que engendra el resentimiento. Estoy de acuerdo con Sloterdijk: en el fondo, lo más complicado es cómo pensar el acto de dar, más allá del intercambio, más allá del resentimiento. No creo realmente en la eficacia de esos ejercicios espirituales que propone Sloterdijk. Soy demasiado pesimista para eso. A esas prácticas auto-disciplinarias, como en los deportistas, yo quiero agregar la heterotopía social. Por eso escribí el capítulo final de Vivre la fin des temps , donde vislumbro un espacio utópico comunista, refiriéndome a las obras que dan a ver y oír lo que podríamos llamar una intimidad colectiva. Me inspiro también en esas películas de ciencia ficción utópicas, donde hay héroes errantes y tipos neuróticos rechazados que forman verdaderas colectividades. Los recorridos individuales también pueden guiarnos. Suele olvidarse que Victor Kravtchenko (1905-1966), el dignatario soviético que denunció muy temprano los horrores del estalinismo en J’ai choisi la liberté y que fue ignominiosamente atacado por los intelectuales pro-soviéticos, escribió una continuación, J’ai choisi la justice , mientras luchaba en Bolivia y organizaba un sistema de producción agraria más equitativo. Hay que alentar a los Kravtchenko que emergen en todas partes, desde América del Sur hasta las orillas del Mediterráneo.

P.S.: Considero que usted es víctima de la evolución psico-política de los países del Este. En Rusia, por ejemplo, cada uno carga sobre sus hombros con un siglo entero de catástrofe política y personal. Los pueblos del Este expresan esa tragedia del comunismo y no salen de ella. Todo eso forma una especie de vínculo de desesperación autógena. Yo soy pesimista por naturaleza, pero la vida refutó mi pesimismo original. Soy, por así decirlo, un aprendiz de optimista. Y en eso pienso que estamos bastante cerca uno del otro porque en cierto sentido recorrimos biografías paralelas desde puntos de partida radicalmente diferentes, leyendo los mismos libros.

El caso Dominique Strauss-Kahn: ¿es un simple caso de moralidad o un síntoma de un malestar más importante?

P.S.: Se trata de un caso planetario que supera el hecho policial. Dominique Strauss-Kahn tal vez sea inocente. Pero esa historia revela que el poder exorbitante que ostenta un individuo puede crear una suerte de religión de los poderosos que yo calificaría de panteísmo sexual. Creíamos haber terminado con los reyes sol. Pero, curiosamente, el siglo XXI multiplica por diez mil a esos hombres de poder que piensan que todos los objetos de su deseo pueden ser penetrados por su irradiación.

S.Z.: El único aspecto interesante del caso DSK es el rumor que circuló de que sus amigos se habrían acercado a la familia de la supuesta víctima en Guinea para ofrecerle una suma exorbitante de dinero si Nafissatou Diallo retiraba su denuncia. Si eso es verdad, ¡qué dilema! ¿Qué elegir, la dignidad o el dinero que puede salvar la vida de una familia, dándole la posibilidad de vivir en la prosperidad? Eso es lo que resumiría la verdadera perversión moral de nuestro tiempo.